BANDERAS
Ha
sido durante los últimos acontecimientos deportivos internacionales cuando me
he dado cuenta. En ese momento no fui consciente de ello. Hace unos días, al
rememorar todos ellos, decidí escribir esta reflexión al darme cuenta de que un
reguero de fotografías asediaba mi cerebro, instándome a rebuscar en sus cajones más arcanos para dar con el
enigma. Juegos olímpicos, pistas de tenis, estadios de fútbol…Un hormiguero de
rostros nebulosos en blanco y negro me azotaban como látigos, pero entre toda
esa mezcolanza, lo único que distinguía con nitidez eran dos colores: el rojo y
el amarillo.
Nuestra
bandera era el denominador común de todos mis recuerdos. Fue entonces cuando pensé en cómo cambia el guion según cuándo,
dónde y/o bajo qué circunstancias ondeemos la tela de la discordia. Parece ser
que en este tipo de competiciones internacionales, y particularmente en el
fútbol, inflamos pecho y todos a una,
sin distinción, sacamos de paseo a nuestra bandera en forma de camiseta o
pañuelo, marca de agua, tatuaje o brochazo, en balcones o en el alma. No hay
prejuicios ni perjuicios. Nos teñimos de vino y ámbar para los románticos, o de
rojo y gualda para los clásicos. Qué más da. Nos embriagamos de lo nuestro.
Es
conmovedor ver como durante las horas, días o semanas que duran los encuentros,
todos somos españoles, los autóctonos y los forasteros. Solo nos mueve el
orgullo patrio; y nuestra patria y patrimonio se reducen a un único grito;
unísono, fausto y henchido. Durante esos
días nadie cuestiona la euforia derramada hacia nuestra bandera, no se politiza
ni se adultera. No tienes miedo a ser etiquetado, enjaulado en una rueda de
adjetivos peyorativos, hirientes y pasados de moda. Exhibirla y emborracharnos
de sus colores lo vivimos como algo normal; lo que debería de ser siempre.
Pero
terminan los campeonatos y con ellos el fervor por ella para unos pocos, que
siempre son muchos. Pasa de ser casi la Sábana Santa al trapo mugriento de
cocina que observamos con desdén o ni miramos. Inexistente.
Es
chocante observar las reacciones de la gente ahora que nos roza muy cerca una
guerra. Aquellos que despotrican sin piedad de nuestra bandera, ahora no dudan en adoptar la de otra nación
como la suya propia; y no percibo yo el menor asomo de complejo o rechazo alguno.
No dudan en solidarizarse con ellos plantando la bandera ajena en terrenos
propios, cambiando hasta la foto de perfil de sus redes sociales por los
colores de un país que hasta hace tres días, como el que dice, la mayoría no
sabía ni situar en un mapa. No importa; mañana serán otras tonalidades y el mes
que viene la de colorinches; cuestión de modas, oportunismos e idiotismos.
Adoro
a España, pero somos un país de “maricomplejines”. Deberíamos abandonar sin
miramientos el provincianismo que nos ocupa y darnos un atracón de dulce
chovinismo. Es lo que hacen muchos otros países con menos historia, con menos
poderío, con menos conquistas, con menos razones… En esos países la bandera o
el himno son motivo de orgullo, aquí “cosas de fachas retrógrados”. Las
etiquetas como mecanismo de defensa, cual marbete incrustado a fuego en la piel
para distinguir a los que nos distinguimos. Ellos sí que están anticuados con esos tópicos descatalogados, más pasados de moda que la vajilla de mi abuela.
Se
me ocurren miles de adjetivos, cuya gradación iría in crescendo, para solfear verbalmente a todos los que no sienten
amor hacia nuestro país, nuestra bandera y nuestro himno, pero no lo haré. Bastante
tienen ellos con ser unos deshabitados y expatriados emocionales. Desconozco
los traumas que habrán tenido que atravesar para desprender ese odio visceral
por algunos símbolos, y francamente me importa un bledo, pero que nos dejen a
los demás con nuestros sentimientos y nuestro entusiasmo.
Mi
bandera como Patrimonio de la Humanidad, bien común, derecho, deber, discurso,
bala, flecha, baile de salón, filosofía de vida, locura, senda, panacea, droga,
resaca, carnaval y casilla para donar en la declaración de la renta.
Autora del texto: SUSANA CAÑIL
Todos los derechos reservados
Me ha "llegao".
ResponderEliminar