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viernes, 7 de diciembre de 2018

EL SECRETO DE GRETA


EL SECRETO DE GRETA


Todo se remontaba a diez años atrás. Entonces Greta llevaba poco tiempo casada. Ella y Daniel se habían conocido a través del grupo de amigos que frecuentaban. Aunque inicialmente hubo un cruce de miradas intensas que dejaban entrever la posibilidad de un chispazo, la combustión jamás llegó a producirse. Ni tan siquiera se cayeron bien. Tuvieron que volver a coincidir muchas más veces, debido a las amistades comunes que compartían, para que se desencadenaran los acontecimientos futuros que marcarían esa relación.




De ese modo, y poco a poco, fueron descubriendo, casi por  obligación, no solo el continente sino el contenido. Ambos se mostraron sinceros en su manera de ser, pues ninguno de los dos estaba interesado en seducir al otro. Así que dejaron aparcado ese tono relumbrón y disfrazado con el que los humanos de todo el planeta solemos actuar cuando queremos impresionar o conquistar a alguien, tratando ridículamente de encubrir defectos y magnificar las supuestas virtudes. Siempre me ha parecido que la estrategia del disimulo, además de ociosa, posee una parte cómica y otra, inquietantemente aterradora. Igual que si pretendes vestirte con un traje confeccionado a base de ligeros hilvanes, puntadas sin hilo y alfileres ocultos. Tal vez te aguante un rato, pero más pronto que tarde,  el traje se deshilachará y quedarás expuesto y en cueros en la peor de las ocasiones. Con las mentiras, ocurre lo mismo.
Pero a pesar de ello, o tal vez por ello, entre los dos se fue fraguando una relación basada sobre todo en la complicidad, las afinidades y las ganas, cada vez mayores, de estar juntos.

La relación derivó por los canales naturales y habituales por los que se suele navegar cuando dos personas se conocen, se tratan y se gustan, y tras un breve noviazgo, y sin ningún obstáculo económico o familiar que lo impidiera, se casaron una soleada mañana de mayo con todos los ingredientes tradicionales de una boda convencional. Transcurridos unos meses la relación seguía siendo buena. Apenas discutían, el humor y las risas siempre  estaban presentes,  ambos gozaban de un alto nivel de vida debido a sus profesiones y seguían saliendo, cada fin de semana, con el grupo común de amigos; un vínculo que les consolidaba aún más.
Si bien no era menos cierto que las expectativas de Greta con respecto a las relaciones íntimas nunca se cumplieron en la medida esperada. Menos habituales y apasionadas de lo que habría deseado y de lo que cabría esperar de una pareja en los albores de su relación. Greta era una mujer ardiente, liberada y con permanentes ganas de experimentar.  Daniel siempre estaba cansado, ocupado, distraído… Hoy le dolía la cabeza, mañana el pie. Hoy había trabajado catorce horas y al día siguiente tenía sueño o tarea laboral que terminar en casa. Las veces que coincidían eran a petición de ella. O más que petición, exigencia. Pero estaba tan enamorada y él era tan detallista y cariñoso,  que no le otorgó mayor trascendencia. Para ella lo que importaba era el cómputo general de la relación, en bloque, no por parcelas. Y el resultado se le antojaba satisfactorio.

Pero toda su idílica existencia hasta ese momento iba a dar un giro copernicano. Un día en el que Greta se sintió indispuesta en el trabajo, llegó antes de lo previsto a casa. Teóricamente Daniel estaba trabajando, pero como bien pudo comprobar ese día al llegar a su domicilio, no era así. La estampa que contempló al abrir la puerta del dormitorio de su casa, quedaría grababa a fuego en su memoria, en su retina y en su alma hasta la eternidad. Daniel la engañaba. Pero es que además su traición era doble. Su marido le era infiel…con otro hombre.
El mazazo fue brutal, inesperado y violento. La escena, escabrosa, inmoral, chocante. No es que Greta tuviera nada en contra de la homosexualidad, ni mucho menos. Su mente era abierta, moderna  y exenta de cualquier prejuicio estúpido y detestaba cualquier manifestación de conductas coercitivas. Pero haber vivido con un hombre que era un fraude, era algo muy distinto. La había hecho  creer que era el centro de su universo, para luego darse cuenta de que había vivido en una mentira continua. ¿Cuánto tiempo hubieran durado así si ella no lo hubiera descubierto? ¿Acaso Daniel pretendía mantener esa doble vida de forma permanente?  ¿Y sus amigos comunes? ¿Sabrían ellos algo de sus tendencias y se lo habían ocultado deliberadamente? Greta pensó que ya nada de eso importaba, puesto que además ni tan siquiera tenía una sola posibilidad de ganar. Enfrentarse a otra mujer hubiera resultado doloroso, pero, al menos, podría  haber desplegado toda su artillería pesada, batallar con las mismas armas, jugar en un campo conocido, pero siempre con el acicate de una posible victoria sobre el rival. ¿De qué encantos podría echar mano cuando el adversario era otro hombre? Haciendo uso de la lógica y la prudencia, se batió en retirada inmediata. Abandonó el piso alquilado donde vivían y solicitó el divorcio y también la nulidad de su matrimonio por causas más que justificadas.

Después de eso se compró un ático en el barrio de Argüelles, en el que reside en la actualidad.
Greta, cuál desertora, dejó atrás su vida pasada, y por ende, todo lo relacionado con ella, abandonando voluntariamente a toda su pandilla de amigos. Éstos nunca le confesaron nada acerca de Daniel, pero la sombra de la duda era demasiado vasta y la desconfianza siempre estaría flotando en el ambiente, cual  enemigo perverso y al acecho.  Se volcó en su trabajo y en sus nuevas amistades. Su humor, su inteligencia y  sus ansias de superar todo en el mínimo tiempo posible, fueron claves para que saliera airosa de una experiencia tan traumática. Hoy me lo cuenta con una taza de café en las manos, sus dos querubines rubios danzando por el salón e interrumpiéndonos cada dos por tres y con ese destello en la mirada de quien recuerda sin rencor, en color sepia, un pasaje borroso de su vida. De una vida tan lejana que casi resulta ajena.
Me confiesa que él sigue sin salir del armario. Ocupa un altísimo cargo político y está casado con una mujer de bandera con la que tiene cuatro hijos. Su fama de mujeriego le precede, me dice entre irónicas risas.

Y yo pienso mientras escribo este relato en la vida tan vacua de ese hombre. Que teniéndolo todo, no posee nada.

Autora del texto: Susana Cañil
Todos los derechos reservados


martes, 16 de octubre de 2018

EN PLATO HONDO. RUTA DE LA CUCHARA EN MADRID

¡ EN PLATO HONDO, POR FAVOR !

No se me ocurre nada mejor para entonar el cuerpo en los días otoñales que ya nos acompañan que comer un plato tradicional de cuchara. Unas lentejas, una fabada, un cocido madrileño o un potaje, por mencionar solo algunos ejemplos.
Son innumerables los sitios en Madrid que preparan estas recetas con maestría, pero he tenido que decantarme por cuatro.
Dejemos que fuera la temperatura descienda mientras nuestro interior se calienta con estos platos de cuchara tan apetecibles, variados y completos.


CASA HORTENSIA – CALLE FARMACIA, 2 – Segunda planta - MADRID
Reservas: 915 390 090

Ubicado en la segunda planta de un edificio de viviendas y oficinas, casi podría pasar desapercibido si no es por un tímido cartel que anuncia su existencia.
Un local tradicional en el que, sin embargo, agradeces esas mesas grandes donde caben a gusto todos los platos y separadas entre sí, para mantener conversaciones sin que el comensal de la mesa de al lado tenga la tentación de introducirse en ellas.

Te reciben con un plato de chorizo picante y un cabrales de lujo para abrir boca.

Su  fabada fue la ganadora del año 2015 en la Primera Ruta de la Fabada.

Adela Besteiro, su dueña, se ha ganado una merecida fama en la capital con muchos de sus platos, pero especialmente con la fabada. Ella en persona viaja a Asturias para seleccionar la mejor materia prima y esta selección se realiza en exclusiva para este restaurante.

Cinco horas, ingredientes de primerísima calidad y todo el cariño del mundo son los requisitos para sentarse a disfrutar de una exquisita fabada.
Los camareros te aconsejan, sin tú pedirlo,  en cuanto a las raciones porque son enormes. Y se agradece mucho este detalle.
La carta es sencilla, pero completa con carnes, pescados y postres totalmente artesanos elaborados a diario, como las natillas o el arroz con leche.

Calidad, cantidad, sencillez, atención exquisita y buen precio.
Precio medio: 30 euros


¿Y de beber?  Pues qué va a ser… Sidra y más sidra.





LA SELVA -  PLAZA DE LOS MOSTENSES, 7 – METRO PLAZA DE ESPAÑA - MADRID 
Teléfono: 915 42 55 16

Si pasas por la puerta y eres un poco “pim pim” probablemente ni repares en este restaurante familiar de toda la vida muy cerca de Plaza de España. Eso de que la belleza está en el interior, cobra todo el sentido en este restaurante donde por tan solo 10 euros, tienes un menú completo y con una calidad que ya quisieran muchos.

Menú variado y casero que cambia todos los días y en el que Carmelo, el cocinero, pone todo su cariño y buen hacer en unos platos soberbios.
Lentejas, alubias, cocido, potaje… pero también otros guisos menos conocidos como la garbanzada canaria (un plato compuesto por garbanzos y diferentes tipos de carne, chorizo, jamón serrano, pimentón y vino blanco).

Un lugar acogedor, limpio, tranquilo y con unos camareros atentos y simpáticos. Casi siempre está lleno y si llegas y no hay sitio, te lo preparan para llevar.

Curiosidad: Dicen los entendidos que aquí se preparan unos gin tonic espectaculares.



MALACATÍN – CALLE RUDA, 5 – METRO LA LATINA - MADRID
Teléfono: 913 65 52 41

Si es para hablar de cocido madrileño, hay muchos sitios en Madrid que destacan. Elegir uno de ellos me ha costado bastante. Pensé en La Bola o L’hardy, tal vez los más conocidos, pero al final me he decidido por este otro.
Abrió sus puertas como casa de comidas muy modesta en 1895 en la Plaza de Cascorro, al lado del Rastro y siguen preparando el cocido con la misma receta que entonces.

Con una decoración que mantiene el gusto por lo tradicional con azulejos y carteles taurinos cubriendo las paredes y unos bancos de madera, algo incómodos, pero que se perdonan en cuanto que empiezas a comer.

El cocido en tres vuelcos, como debe de ser. El primero, la sopa. Contundente, pero no grasienta y con fideos medianos.

El segundo vuelco, los garbanzos con patatas y en platillos aparte, repollo y tocino.

Y en el tercer vuelco, las carnes: chorizo, morcillo, gallina, manitas de cerdo y mocilla asturiana.
Un auténtico festín, si sales vivo.
El actor Arturo Fernández o el escritor Sánchez Dragó son habituales de la casa.

Precio del cocido: 19,50 no incluye, pan, postre ni café.

Curiosidades:
- Sus raciones tienen fama de abundantes, tanto que si un cliente consigue comérselo todo, no paga. Por lo visto, hasta el momento nadie lo ha conseguido.
- A los clientes más fieles la casa les regala un babero de tela con su nombre bordado.




lunes, 24 de septiembre de 2018

RESEÑA DEL LIBRO "TE DI MI PALABRA"



TE DI MI PALABRA de Conchi Revuelta


Si hay una autora a la que me apetecía volver a leer y a reseñar es, sin duda, Conchi Revuelta.
Nos ha hecho esperar mucho con esta nueva publicación a todos los que la descubrimos hace unos años firmando la excepcional novela Aromas de tabaco y mar. Me suele ocurrir que cuando termino de leer un libro como ese, prácticamente perfecto (cinco ediciones avalan mis palabras), me asalta, por un lado, la impaciencia de volver a leer a su autor cuanto antes y por otro, el recelo, legítimo, de que su próxima obra pueda igualar o superar a la anterior. En el caso que nos ocupa no os voy a dejar con la intriga hasta el final; ya os desvelo que con Te di mi palabra, la autora lo consigue con creces.



La historia se sitúa en el precioso Valle del Pas, un lugar que como buena cántabra, Conchi conoce muy bien. Pero ella es escrupulosa y  perfeccionista y me cuenta que, a pesar de haber nacido y vivir allí, se ha documentado exhaustivamente en relación con el tema principal sobre el que versa su libro: las  nodrizas o más conocidas como amas de cría. Hasta allí se ha desplazado varias veces, ha hablado con gente de la comarca y buceado entre toneladas de documentación para reflejar de la forma más veraz posible la historia de estas mujeres, que eran las preferidas por los reyes y la alta burguesía para amamantar a sus hijos a cambio de un considerable estipendio.

El origen de las amas de cría  se remonta al siglo XVII. Para tener el honor de ser nodriza, no bastaba con ser cántabra; los requisitos siempre muy estrictos, multiplicaban su grado de exigencia si el puesto era para amamantar a un miembro de la familia real; tener entre 19 y 26 años, no haber padecido enfermedades, estar vacunada, estar criando a su segundo o tercer hijo, pechos bien formados, carácter amable o poseer una trayectoria moral intachable, eran algunas de las condiciones para acceder al puesto y todas ellas avaladas por el galeno de la corte, en el caso de los requisitos físicos y por el cura, en el territorio de la integridad.

Como curiosidad hay que mencionar que esa leche no solo sirvió para criar a bebés recién nacidos, sino que personajes históricos como El Gran Duque de Alba o el rey Enrique IV de Francia, ante la imposibilidad de alimentarse de otra forma, acabaron sus días sustentándose de esta manera.

El renombre de las nodrizas del Valle del Pas surge, y ya permanecerá  para la historia, cuando el rey Fernando VII mediante un decreto real, manda buscar en Santander un ama de cría para su hija, la que con el tiempo se convertiría, nada más y nada menos, que en la reina Isabel II. A partir de ese momento la fama se dispara y multiplica y ya no solo son requeridas ante los casos de incapacidad física de la madre para alimentar a sus hijos, sino como  signo de posición social que remarcaba más si cabe, las diferencias entre las clases sociales.
Vega es la protagonista de esta maravillosa historia. Una mujer con una infancia complicada y una existencia dura con exiguos recursos económicos, pero feliz al lado de su marido. Un desgraciado accidente da un giro copernicano a su vida y la obliga a tener que salir adelante para mantener a sus dos pequeños hijos. Con el telón de fondo de la Segunda República, Vega abandona su amado valle para trasladarse a Madrid con su niña recién nacida para criar a la hija del matrimonio formado por Pablo y Brigitte. Nada será fácil. Tendrá que lidiar con el resto del personal que trabaja en la casa, un entorno familiar que se sostiene en un precario equilibrio, un cabeza de familia que, aunque es un buen hombre, dedica demasiado tiempo a su trabajo y peca de indulgente y una ciudad convulsa y ajena, que la llevará a vivir experiencias tan crudas como inolvidables. El estallido de la Guerra Civil la devuelve a su tierra, pero allí ya nada será como lo dejó.

El personaje de Vega, una mujer trabajadora, bondadosa, fuerte, leal y preñada de arrojo, te enamora desde el primer momento. Perfectamente dibujado, la autora no solo la retrata a ella, sino a todo ese colectivo universal de mujeres vanguardistas, tenaces, porfiadas, dispuestas a salir adelante y nadar contracorriente, sin perder su femineidad ni sus valores, en pos de mantener el bienestar de los que aman; incluso si eso les impone renunciar a su propia felicidad.  Esas mujeres que, nazcan en la época que nazcan, siempre marcarán tendencia y serán referentes para generaciones posteriores.

Revuelta es única con la pluma cuando se trata de dibujar con palabras el ambiente costumbrista de esa época y esa zona. Es como ella dice “pasión por su tierra”. Y esa pasión la lleva a descubrir al lector, a través de la mirada de la protagonista, los bellos paisajes, el duro trabajo de la trashumancia, la rutina diaria que latía en esos años tras cada muro, los usos y costumbres, las diferencias de clases y el papel de la mujer en la sociedad, tan importante pero a la vez, tan invisible.


No debemos olvidar el sacrificio de estas mujeres, que dejaban sus hogares y sus hijos, para atender a otros ajenos durante años. Cuando regresaban a sus casas, corrían el riesgo de que sus hijos no las reconocieran o que alguno hubiera fallecido durante ese tiempo. Si bien es cierto que la compensación económica les permitía vivir holgadamente el resto de sus vidas, comprar tierras o iniciar algún negocio, el peaje a pagar era cruel.

En resumen, una novela conmovedora, bella y didáctica. Con el lenguaje sencillo pero preciso al que nos tiene acostumbrados la autora que apunta derecho al corazón. La portada, acertadísima y preciosa, es una obra del pintor José Higuera llamada “La Pasiega”. No se puede pedir más.

No os oculto que vais a llorar con la historia y que a mí, personalmente, me hubiera gustado otro final para ser un libro absolutamente redondo. Pero en eso ya influyen mis gustos personales que ni puedo ni quiero obviar.

Os la recomiendo sin duda alguna y espero, ya con ansia, otra nueva de esta gran escritora que es Conchi Revuelta.







miércoles, 25 de julio de 2018

MUERTE A LA TALLA 36




Ya estamos inmersos en el verano y como cada año por esta época, volvemos a ser bombardeados con mensajes a través de los medios de comunicación sobre cómo conseguir un supuesto cuerpo 10 de cara al estío. Da igual el esfuerzo que emplees en querer obviarlos; te atosigan desde la televisión en forma de cremas milagrosas, dietas infalibles y potingues variados. Te asaltan en cada esquina con carteles de dimensiones gigantescas mostrando chicas anoréxicas en bikini como estereotipo de belleza ideal, en la parada del autobús, en las páginas de cualquier revista, seria o menos seria, que hojeas mientras esperas en la consulta del médico. La radio no se queda atrás. También insisten con sus machacones anuncios de gimnasios, clínicas o soluciones estéticas invasivas, en las que el bisturí es el arma menos letal; todo para conseguir el trasero perfecto o el pecho ideal.


Y yo me pregunto, ¿Ideal para quién? ¿Quién marca los cánones de belleza? ¿Por qué si no utilizas una talla 36 te quedas fuera del circuito de “las elegidas”?

100%  Ideal = 100%  Irreal 

@susanacañil


Estar delgada se ha convertido en una obsesión para muchas niñas, adolescentes o, incluso, mujeres hechas y derechas. A base de hacerlas creer, erróneamente, que convertir el cuerpo de una mujer en un amorfo saco de huesos les hará ser la reina del baile, han conseguido transformar sus prioridades e inocular en su cerebro ese enfermizo mensaje que tiene gravísimas consecuencias en muchos casos.




Y lo peor es que, en más ocasiones de las que creemos, la coerción parte del entorno más cercano; la familia y el círculo de amistades, de forma intencionada o no, se encargan subrepticiamente de intoxicar la relación que uno mantiene con su cuerpo conviviendo, de ese modo, con el enemigo en casa. Incluso para las que siempre hemos sido de carácter sólido, con ideas claras e impermeables a las influencias, ha habido momentos en los que hemos flaqueado ante esa presión. En mi caso cuando tenía unos diecisiete años. Tan solo fue un período corto y puntual, hasta que interioricé y asumí que yo era una chica con curvas y que esas curvas volvían locos a la mayoría de los hombres. En el mismo momento en que dejé de hostilizar con ellas, queriendo transformar  mis ondulaciones en aburridas líneas rectas, se acabó el conflicto; las incorporé a mi vida como aliadas y no como enemigas.

Quiérete, cuídate, valórate. Eres la persona que más se va a necesitar.

@susanacañil


Pero no todo el mundo posee, por desgracia, esa fortaleza. Si hablamos de adolescentes o jóvenes cuyo débil carácter se rige por la permeabilidad y la inmadurez y, además, da pábulo a toda información externa que aterriza en su cerebro, nos encontramos de frente con toda esa parte de la población femenina susceptible de caer en las peligrosas redes de la bulimia, la anorexia y todo tipo de desórdenes alimenticios que las llevarán a arrastrar secuelas irreversibles el resto de su vida.

Suspendes si necesitas el aprobado ajeno.

@susanacañil


Son muchas las razones que pueden llevar a una persona a sentir verdadera obsesión por mantenerse delgadas o prestar una desmedida atención por su aspecto exterior. Algunas de carácter físico y/o emocional y otras como producto de etapas complejas en su vida que no saben asimilar y reconducir: carencias afectivas, pérdidas de seres queridos, sucesos traumáticos, fracasos escolares, decepciones amorosas, la propia genética de la persona o el hecho de necesitar la aprobación a toda costa de una sociedad cada vez más mórbida que ensalza y premia el continente por encima del contenido.


Todos deberíamos colaborar para exterminar esa presión que nos imponen para sentirnos desdichados con nuestro cuerpo. Nuestra autoestima NO depende de los estándares establecidos por un colectivo al que le mueve más los números y la fama que la salud. Atentos a toda la gente de nuestro entorno que nos importa y que dan señales de alarma con cambios sustanciales en su comportamiento. Siempre es mejor prevenir que curar, por lo que el primer ejercicio que propongo para todos nosotros es el de no juzgar, no insultar, no suponer, ni coaccionar y, mucho menos, ridiculizar. Cada uno de nosotros somos únicos con nuestras taras y nuestras virtudes. No tenemos ninguna obligación de gustar a todo el mundo ni de encajar en ningún perfil. Nadie nos va a querer más por ser más altas, más guapas o más delgadas. Y si ese es el criterio que un hombre utiliza como medida del amor…¡sal huyendo de inmediato!


Mujeres del mundo, dejemos de preocuparnos tanto por el número de la talla que usamos o el que marca la dichosa báscula y centrémonos en otras cifras mucho más importantes: la de kilómetros recorridos disfrutando de paisajes, la del número de “te quieros” con que obsequias a tu gente, el número de libros que lees cada año, la puntuación de tu examen, los metros que te separan de tu tienda de chocolate favorita o el número de amigos que pondrían siempre la mano en el fuego por ti. Hay muchas más cifras. Pensad en ellas. Son las que de verdad importan.

La única persona que va a pasar el resto de mi vida conmigo soy yo misma.
Por lo tanto, voy a empezar a llevarme bien con ella.

@susanacañil

jueves, 12 de julio de 2018

VIVAN LOS HOMBRES

¡Vivan los hombres!

Porque sin ellos, también se paraliza el mundo.
Porque sin ellos, no podríamos ser madres.
Porque no imagino una existencia sin padres, hermanos, hijos, amigos, maridos, amantes, jefes, maestros, compañeros, colegas y canallas.
Porque sin ellos la vida solo sería un paraje yermo y hostil en el que sobrevivir, pero no vivir.
Porque todos los que han pasado por nuestras vidas, tienen su razón de ser. Todos nos han enseñado algo.
Porque ellos merecen las mismas cosas que nosotras demandamos; detalles, cariño, atención, admiración, sorpresas, pasión, magia, flores y bombones.
Porque por un puñado de indeseables (que los hay), no podemos, ni debemos, incluir a todos en el mismo saco. No es justo ni inteligente, pero sí extremadamente peligroso.
Porque me encantan los hombres y la mayoría son estupendos.
Porque alguien tenía que decirlo.
Porque sin ellos...¿qué?


viernes, 15 de junio de 2018

LOS VERANOS DE MI VIDA


El verano siempre ha sido mi estación favorita del año. Le profeso tanto amor como odio le consagro al invierno o al otoño.  Y, lógicamente, ellos, el verano y el invierno, sabedores ambos de la posición que ocupan en mi particular repertorio de afectos, me responden cada uno en los mismos términos. Igual que si gozaran de vida propia, intuición o alma, deben percibir con nitidez mi animadversión hacia el uno y mi querencia natural hacia el otro. Fiscalizan mi carácter, influyen en mis ganas, en mi pereza o mi predisposición, en mi regocijo o mi disgusto. Barajan mi talante y mi apetito a su antojo y me reparten las pasiones y las voluntades igual que los naipes marcados de antemano. Quedo desnuda y a su merced, rendida ante sus trampas.





El frío, la lluvia y la nieve, voltean mi carácter. Una mirada de soslayo al jardín recién duchado, un súbito escalofrío o el fleco de una bufanda asomando indebidamente, me transmutan en plomiza y  apática unos días,  tormentosa y colérica, otros. Destemplada y desapacible, siempre.

Por no hablar de la pereza que me produce el ropaje invernal. Botas, guantes, gorros, jerseys de cuello alto, abrigos...Un aterrador prontuario de accesorios que calcinaría uno por uno en una hoguera si pudiera y desterraría de mi  armario por siempre jamás.  Aunque hay dos que, a mi juicio, se llevan la palma. El insufrible, y siempre molesto, paraguas y las medias. ¡Quién inventaría las medias! Antiestéticas, disformes, opresoras y en las antípodas de poder provocar cualquier deseo sicalíptico en un hombre. Y ni siquiera abrigan. Que alguien me explique su supuesta utilidad, porque yo, al hecho de no llevarlas, sólo le veo ventajas de todo tipo. Sí, la que estáis pensando también.

Pero aterriza el verano y de la misma manera que cambia el perfume en el ambiente, la luz por la mañana y el esmalte del cielo al atardecer, yo comienzo a reverdecer. Una plétora de sensaciones tan placenteras e indescriptibles, imposible de dibujar aquí, en tan solo unas líneas.

Terrazas en las que sentarme a leer  mientras el sol, descocado, se entretiene en mis mejillas, flores por doquier, chiquillos en los parques, bullicio por las calles, jornadas que se alargan, cenas en el jardín, baños en el mar… El mercurio escalando con la misma celeridad que yo cuando me apasiono con algo o con alguien.

La vida, esa que habíamos confinado junto con la ropa impregnada en naftalina,  se escapa de los armarios en forma de sexys y vaporosos vestidos, de jornadas interminables, de pamelas y bikinis, de libros que apetece devorar, de planes aplazados, de confidencias bajo la luna,  de musas que retornan con brío y exigencias, de atrevimiento en las miradas y deseos urgentes e inaplazables. Y de canciones, claro. Porque cada verano está ligado forzosamente a una canción.

Hay un día en el que abro la ventana y el paisaje que me devuelve la vida es el verano de mi infancia y adolescencia, como una película a cámara lenta y subtítulos expresados en emociones. Esos días sin colegio, sin prisas, sin obligaciones, jugando en la calle o en la playa con mis amigos. El bocata, las dos horas de digestión antes de poder volver a bañarte, el primer beso, el octavo o noveno amor, que en realidad siempre era como el primero, las diez como hora límite para llegar a casa, el cine de verano, tu vecino el buenorro o la bronca de tu padre si sospechaba que tonteabas con algún chico.  No podría afirmar con rotundidad si fueron los mejores veranos de mi vida, ha habido muchos especialmente felices y maravillosos, pero sin duda estaban preñados de ilusión, de sueños, de despreocupación, de euforia, de godeo y hasta de cierta desvergüenza, en algunos momentos.

Aunque si tuviera que quedarme con alguno, siempre apostaré por el que está por llegar.

El espíritu del estío se aproxima. Inexorablemente. Y llega para quedarse una temporada. Con él, otro año más, podré seguir llenando mi baúl de intentos, presencias, tanteos, imágenes, besos y vivencias. 

Con el tiempo los recuerdos se deforman, se alteran y, en cierto modo, se falsean. Prescindimos de lo feo y, en defensa propia, nuestra memoria, avispada y selectiva, nos incita a subirnos al tren de los momentos amables y dichosos. Mejor. El trayecto se hará corto y el paisaje, inmejorable.

Lo anticipo, lo presiento y lo deseo.

¡Ven pronto! Te estoy esperando.





Texto escrito por Susana Cañil
Derechos Reservados







viernes, 16 de marzo de 2018

RESEÑA: SIEMPRE TUVIMOS HÉROES - LA IMPAGABLE APORTACIÓN DE ESPAÑA AL HUMANITARISMO




SIEMPRE TUVIMOS HÉROES  de Javier Santamarta del Pozo


Hay libros que quedan bonitos a la vista expuestos en cualquier estantería de tu casa. Hay libros para leer e inmediatamente expatriarlos al último rincón oscuro de esa misma estantería. Hay libros que necesitas tener siempre a mano y hay libros que deseas olvidar, pero no puedes. Hay libros… Hay libros para todo y para todos. Luego existe ese pequeño puñado de joyas que yo reservo para que descansen a mi lado en la mesilla de noche; los especiales. Aquellos que por motivos que nadie más que yo entendería, se han ganado esa posición privilegiada. Siempre tuvimos héroes. La impagable aportación de España al humanitarismo, es uno de ellos.




Este ensayo, escrito por Javier Santamarta, llega en un momento ideal.  Y me atrevería a decir que para todos. En esta época convulsa que sufrimos en nuestro país, en la que el patriotismo brilla por su ausencia y todos, en mayor o menor medida, nos hemos vueltos unos descreídos, este libro logra que nos sintamos orgullosos de ser españoles, de nuestras raíces y de todos esos héroes casi desconocidos que Santamarta rescata a través de su experta pluma y gracias a su vasto conocimiento en el tema que nos ocupa. No en vano lleva años trabajando en ayuda humanitaria en todas sus vertientes; tanto en trabajo de campo, estando presente en varios conflictos internacionales, y como experto dando conferencias y formación a civiles y militares.




El libro aporta otra visión, al mundo y al propio lector, de la  valiosa contribución de España en gestas humanas, dejando a un lado, por una vez, las hazañas bélicas. No ha debido ser nada fácil para el escritor escoger las que finalmente aparecen; hay muchas, bastantes más de las que nos imaginamos. Santamarta selecciona 13 (ese número que a mí me encanta y me da buena suerte) y nos lleva de paseo por casi mil años de historia. En concreto, desde 1.085 hasta 1.971. Ahí es nada.

¿A quiénes nos vamos a encontrar?  Personajes como el cirujano Fidel Pagés, un genio de la medicina española descubridor de la anestesia metamérica,  mundialmente conocida después como anestesia epidural que tantas alegrías nos ha dado. Su prematura muerte a los 36 años en un accidente de tráfico, deja el descubrimiento en el olvido, lo que aprovecha un avispado médico italiano para “apropiarse” de él. Por fortuna, con el tiempo se le ha reconocido el descubrimiento, aunque su nombre nunca ha ocupado el lugar que merecía. 

Carmen de Angoloti, Duquesa de la Victoria. Reconozco sin pudor que la primera vez que escuché este nombre fue hace unos meses en una serie de televisión en la que, con el desastre de Annual de fondo, nos contaban la historia de las que fueron las primeras damas enfermeras de la Cruz Roja. Una aristócrata que no dudó en salir de su cómoda zona de confort para acudir al frente y jugarse la vida atendiendo a los soldados y protegiendo a todas las enfermeras que le acompañaban y estaban a su cargo. Una mujer fuerte, decidida, de principios sólidos y espíritu de entrega, digna de admiración. La serie me la descubrió (aunque almibarada, no le resto la parte del mérito que tiene) y con el libro he ahondado en la vida de esta gran dama que sin duda alguna hoy, sería una emprendedora de éxito.

No solo aparecen personajes en el libro, también instituciones como la Oficina Pro Cautivos, un innovador proyecto humanitario cuyo fin era obtener información, en muchos casos removiendo cielo y tierra, sobre la situación en la que se encontraban militares o civiles en zonas de guerra y de este modo poder transmitir los resultados a todos los familiares, desesperados por saber si estaban vivos, muertos, presos o desaparecidos durante la Primera Guerra Mundial.

El organismo fue fundado y puesto en marcha por el Rey Alfonso XIII y costeado íntegramente a través de su patrimonio personal  y se convirtió para el monarca en una causa propia desde el principio.

Y así hasta trece.

Santamarta me cuenta algunas anécdotas vividas con este libro. Por ejemplo que mientras investigaba sobre la Oficina Pro Cautivos se topó con otro escritor, Jorge Díaz, que acababa de publicar Cartas a Palacio su novela más conocida, en la que justo nos descubría un hecho histórico tan fascinante como desconocido para la mayoría. De ahí nace una amistad entre los dos (después me añadiría yo) que sigue vigente.



Javier Santamarta, Jorge Díaz y Susana Cañil.


Igualmente ha tenido el privilegio de poder charlar e intercambiar información con los descendientes de algunos de sus personajes. Aunque Javier ha dedicado muchos meses a investigar y contrastar información al objeto de poder plasmarla de la forma  más rigurosa posible, el hecho de recabar datos de primera mano, además de un deleite para él a nivel personal, añade al libro un plus de exquisitez difícilmente superable.

Politólogo, experto en Historia y en protocolo, Santamarta podría haber escrito un libro denso y pesado, de esos que escriben algunos escritores por y para ellos en donde queda reflejada la sabiduría infinita que les separa del resto de los mortales, pero que suele resultar, en casi todos los casos, infumable para el lector. No ha sido así. Dejando a un lado la cuota de vanidad que todos los que juntamos palabras poseemos, él ha tenido la visión y la inteligencia de permitir leer el libro, antes de su publicación, a personas con el conocimiento justo de Historia con el fin de que, una vez en manos del lector final,  pudiera ser leído con ganas, facilidad e interés y sin tener que recurrir a una enciclopedia o a "San Google" para desentrañar su significado. De esta manera, en mi opinión, lo convierte en ágil, ameno y fresco, sin perder ni un ápice de su misión didáctica. Un libro destinado a un público amplio y heterogéneo;  cien por cien recomendable para personas de entre 12 y 100 años.

El broche de oro queda a cargo de esas maravillosas fotografías alusivas que acompañan a cada uno de los capítulos y que establecen la frontera entre lo que podría haber sido un libro más y lo que es en realidad; una verdadera alhaja.

Hay que agradecer al autor el rescatar de un injusto olvido a todos estos maravillosos personajes, héroes anónimos, que al terminar de leer el libro, nos harán recordar, o reforzar, lo orgullosos que tenemos que estar de ser españoles.

- ¿Habrá una segunda parte? – le pregunto a Javier.

- Sería una buena idea –me dice.

Y con esa respuesta flotando en el aire, me voy corriendo a escribir la reseña que hoy estáis leyendo.









sábado, 10 de febrero de 2018

LAS PEORES VESTIDAS EN LOS GOYA 2018



DULCEIDA


En el primer lugar de la lista (y de verdad os digo que había muchas candidatas) me decanto por esta, dicen, influencer; ese término que utilizado en inglés parece que otorga más credibilidad que si dices lo mismo en nuestro maravilloso idioma. En este caso, nuestra influenciadora, no es otra cuyo único mérito es tener cientos de miles de seguidores en sus redes sociales. Ojalá añadiera a sus méritos poseer cultura y elegancia. Tendré que escribir una entrada sobre esta mediocridad que nos invade, pero hoy no. Hoy hablo del diseño que eligió para los premios Goya. Y como una imagen vale más que mil palabras, no voy a comentar nada. Habla por sí sola. La quintaesencia de la vulgaridad. Te reto a que vengas a alguna de mis clases sobre moda y aprendas un poquito. Te iba a venir de perlas.




MARÍA BOTTO


Todos tenemos enemigos y en el caso de María Botto ha debido ser alguno de ellos quien se encargara de la elección del estilismo para esta ocasión. Un diseño de Elisabetta Franchi cuya ordinariez la marca, de forma definitiva, la abertura de la falda. Imagino que al más mínimo movimiento en falso, dejaría expuestas esas partes que al final del muslo pierden su casto nombre. La primera regla de la elegancia es que si muestras por arriba no lo hagas por abajo y viceversa. A esto le añadimos que el vestido es de satén y ella lo recarga todavía más con bolso y sandalias brillantes, dos anillos grandes, pendientes largos y una pulsera. ¡Viva la sencillez! Otra candidata a la que invito a mis talleres.





CRISTINA BRONDO


Los encajes y las transparencias hay que dosificarlos  con cuentagotas. Hay que tener clase para llevarlos y los complementos marcan la frontera para que prevalezca el buen gusto o la chabacanería. Si a esto le sumas que estás "muy" embarazada, no recurras a ellos como ha hecho Cristina Brondo con este diseño imposible de José María Peiró. Ni siquiera acierta con las sandalias. Una pena que siendo tan mona, no haya sabido echar mano del sentido común y de la sencillez.




PEPA CHARRO



Sobre esto, ¿qué queréis que os diga? Entra por la puerta grande en mi personal lista de los horrores. Os dejo a vosotros el comentario porque a mí, me ha dejado sin palabras.







MÓNICA CRUZ

Transparencias, pedrería, brillos, lentejuelas...y porque no había más. Este diseño de Rubén Hernández Costura, al margen de ser vulgar y excesivo, es que no le favorece. Mónica nunca ha destacado por ser una mujer con clase. Dicho esto, debería huir de lo recargado y apostar por líneas sencillas y minimalistas que, al menos, le otorgarían una pátina de finura.




NAJWA NIMRI


La elegancia se base, sobre todo, en potenciar tus puntos fuertes y "esconder" los que no lo son. Parece sencillo, pero es todo un arte que muy pocas llegan a dominar. Najwa, una mujer con clase y delicada que se podría permitir casi cualquier cosa, patina con este diseño de Dior, que podría haber sido maravilloso. El escote demasiado pronunciado junto con un pecho que no es lo mejor de sus atributos, arruinan por completo el resultado final. Reconozco que me da rabia haberla incluido.






BELÉN LÓPEZ


Según la veo me da la impresión de recién salida de la ducha y con el tiempo justo para llegar a la gala. ¿Qué me pongo?  Camisetilla de andar por casa, moño realizado con un tutorial visto en YouTube, pendientes de gitanilla y esa faldita que me compré en aquel mercadillo playero. Horrorosa hasta el aburrimiento.






MACARENA GÓMEZ


Como cada edición, Macarena Gómez es una de las fijas en mi lista. Con un espantoso diseño de Teresa Helbig con plumas y excesiva raja lateral en el vestido, vuelve a destacar por su no elegancia. 






ROSY DE PALMA

Poco que añadir. De lo peor entre lo peor, ella.





ANTONIA SAN JUAN


El "menos es más" es un concepto que esta mujer no entiende. Le sobra todo de la cabeza a los pies. Alguien debería haberla dicho que se fuera a casa para cambiarse. ¿Y esos zapatos de drag queen?