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miércoles, 25 de julio de 2018

MUERTE A LA TALLA 36




Ya estamos inmersos en el verano y como cada año por esta época, volvemos a ser bombardeados con mensajes a través de los medios de comunicación sobre cómo conseguir un supuesto cuerpo 10 de cara al estío. Da igual el esfuerzo que emplees en querer obviarlos; te atosigan desde la televisión en forma de cremas milagrosas, dietas infalibles y potingues variados. Te asaltan en cada esquina con carteles de dimensiones gigantescas mostrando chicas anoréxicas en bikini como estereotipo de belleza ideal, en la parada del autobús, en las páginas de cualquier revista, seria o menos seria, que hojeas mientras esperas en la consulta del médico. La radio no se queda atrás. También insisten con sus machacones anuncios de gimnasios, clínicas o soluciones estéticas invasivas, en las que el bisturí es el arma menos letal; todo para conseguir el trasero perfecto o el pecho ideal.


Y yo me pregunto, ¿Ideal para quién? ¿Quién marca los cánones de belleza? ¿Por qué si no utilizas una talla 36 te quedas fuera del circuito de “las elegidas”?

100%  Ideal = 100%  Irreal 

@susanacañil


Estar delgada se ha convertido en una obsesión para muchas niñas, adolescentes o, incluso, mujeres hechas y derechas. A base de hacerlas creer, erróneamente, que convertir el cuerpo de una mujer en un amorfo saco de huesos les hará ser la reina del baile, han conseguido transformar sus prioridades e inocular en su cerebro ese enfermizo mensaje que tiene gravísimas consecuencias en muchos casos.




Y lo peor es que, en más ocasiones de las que creemos, la coerción parte del entorno más cercano; la familia y el círculo de amistades, de forma intencionada o no, se encargan subrepticiamente de intoxicar la relación que uno mantiene con su cuerpo conviviendo, de ese modo, con el enemigo en casa. Incluso para las que siempre hemos sido de carácter sólido, con ideas claras e impermeables a las influencias, ha habido momentos en los que hemos flaqueado ante esa presión. En mi caso cuando tenía unos diecisiete años. Tan solo fue un período corto y puntual, hasta que interioricé y asumí que yo era una chica con curvas y que esas curvas volvían locos a la mayoría de los hombres. En el mismo momento en que dejé de hostilizar con ellas, queriendo transformar  mis ondulaciones en aburridas líneas rectas, se acabó el conflicto; las incorporé a mi vida como aliadas y no como enemigas.

Quiérete, cuídate, valórate. Eres la persona que más se va a necesitar.

@susanacañil


Pero no todo el mundo posee, por desgracia, esa fortaleza. Si hablamos de adolescentes o jóvenes cuyo débil carácter se rige por la permeabilidad y la inmadurez y, además, da pábulo a toda información externa que aterriza en su cerebro, nos encontramos de frente con toda esa parte de la población femenina susceptible de caer en las peligrosas redes de la bulimia, la anorexia y todo tipo de desórdenes alimenticios que las llevarán a arrastrar secuelas irreversibles el resto de su vida.

Suspendes si necesitas el aprobado ajeno.

@susanacañil


Son muchas las razones que pueden llevar a una persona a sentir verdadera obsesión por mantenerse delgadas o prestar una desmedida atención por su aspecto exterior. Algunas de carácter físico y/o emocional y otras como producto de etapas complejas en su vida que no saben asimilar y reconducir: carencias afectivas, pérdidas de seres queridos, sucesos traumáticos, fracasos escolares, decepciones amorosas, la propia genética de la persona o el hecho de necesitar la aprobación a toda costa de una sociedad cada vez más mórbida que ensalza y premia el continente por encima del contenido.


Todos deberíamos colaborar para exterminar esa presión que nos imponen para sentirnos desdichados con nuestro cuerpo. Nuestra autoestima NO depende de los estándares establecidos por un colectivo al que le mueve más los números y la fama que la salud. Atentos a toda la gente de nuestro entorno que nos importa y que dan señales de alarma con cambios sustanciales en su comportamiento. Siempre es mejor prevenir que curar, por lo que el primer ejercicio que propongo para todos nosotros es el de no juzgar, no insultar, no suponer, ni coaccionar y, mucho menos, ridiculizar. Cada uno de nosotros somos únicos con nuestras taras y nuestras virtudes. No tenemos ninguna obligación de gustar a todo el mundo ni de encajar en ningún perfil. Nadie nos va a querer más por ser más altas, más guapas o más delgadas. Y si ese es el criterio que un hombre utiliza como medida del amor…¡sal huyendo de inmediato!


Mujeres del mundo, dejemos de preocuparnos tanto por el número de la talla que usamos o el que marca la dichosa báscula y centrémonos en otras cifras mucho más importantes: la de kilómetros recorridos disfrutando de paisajes, la del número de “te quieros” con que obsequias a tu gente, el número de libros que lees cada año, la puntuación de tu examen, los metros que te separan de tu tienda de chocolate favorita o el número de amigos que pondrían siempre la mano en el fuego por ti. Hay muchas más cifras. Pensad en ellas. Son las que de verdad importan.

La única persona que va a pasar el resto de mi vida conmigo soy yo misma.
Por lo tanto, voy a empezar a llevarme bien con ella.

@susanacañil

jueves, 12 de julio de 2018

VIVAN LOS HOMBRES

¡Vivan los hombres!

Porque sin ellos, también se paraliza el mundo.
Porque sin ellos, no podríamos ser madres.
Porque no imagino una existencia sin padres, hermanos, hijos, amigos, maridos, amantes, jefes, maestros, compañeros, colegas y canallas.
Porque sin ellos la vida solo sería un paraje yermo y hostil en el que sobrevivir, pero no vivir.
Porque todos los que han pasado por nuestras vidas, tienen su razón de ser. Todos nos han enseñado algo.
Porque ellos merecen las mismas cosas que nosotras demandamos; detalles, cariño, atención, admiración, sorpresas, pasión, magia, flores y bombones.
Porque por un puñado de indeseables (que los hay), no podemos, ni debemos, incluir a todos en el mismo saco. No es justo ni inteligente, pero sí extremadamente peligroso.
Porque me encantan los hombres y la mayoría son estupendos.
Porque alguien tenía que decirlo.
Porque sin ellos...¿qué?