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lunes, 28 de marzo de 2016

UN RECORRIDO POR LA LATINA. LUGARES IMPRESCINDIBLES EN MADRID.

UN RECORRIDO POR LA LATINA


EL COSACO -  PLAZA DE LA PAJA, 2 - MADRID
TELÉFONO: 913 65 35 48


Fue el primer restaurante ruso abierto en Madrid, allá por el año 1969, invitándonos a todos a descubrir  la entonces, desconocida gastronomía rusa.

Su ubicación, en plena Plaza de la Paja, ya es todo un privilegio. Pero dentro, todavía más. Es como trasladarte en el tiempo a la Rusia de los zares y estar comiendo en el salón de un antiguo palacete ruso. Chimeneas, espejos, cortinas de terciopelo, papel adamascado en las paredes… Por no hablar de la vajilla en la que te sirven los platos. Música rusa de fondo con el volumen adecuado para poder charlar y ambiente íntimo que se multiplica con esa luz tenue que mantiene el local.

La sensación es de haber detenido el tiempo  en una época determinada que choca con la realidad cuando sales del local. Escogimos la mesa al lado del gran ventanal con vistas a la plaza. ¡Espectacular!

Hacía tiempo que no lo visitaba, y desde entonces han incorporado novedades, como el servicio de terraza exterior o música en directo los jueves por la noche. Toda una delicia.

En cuanto a la comida, nosotros nos decantamos por compartir una degustación de entremeses calientes típicos del Volga, una degustación de blínchiquis ( tres unidades pensadas para compartir, de salmón, de queso y de ternera) y de postre el crep Sherezade, de plátano con frambuesa natural en salsa de vainilla.

Pero no podéis dejar de probar su plato más conocido y que aquí preparan de forma deliciosa, su Strogonoff, tiras de solomillo con crema y champiñón.

El servicio es muy profesional y correcto. Te explican cada plato y están pendientes de que no te falte de nada.

De hecho, me sirvieron el postre con una velita encendida porque ese día era mi cumpleaños. Fuimos los últimos en salir del local, más de la cinco de la tarde, y nadie, en ningún momento, nos metió prisa ni nos sugirió que iban a cerrar.Detalle amable que dice mucho a su favor. En el local ya no había ningún cliente, todos los camareros habían "desaparecido", tal vez intuyendo que deseábamos cinco minutos solos en ese magnífico ambiente. El restaurante parecía desierto y desprendía pura magia. 


Curiosidad: En vez de ir al servicio a retocarme los labios, lo hice en uno de sus fabulosos espejos encima de una chimenea. La imagen era espectacular. Sólo me faltaba ir vestida como Lara en Doctor Zhivago y que sonara de fondo su banda sonora. Entonces sí que ya no salgo de allí.
Un lugar para volver una y otra vez.





TABERNA LAMIAK – CALLE CAVA BAJA, 42 - MADRID

TELÉFONO: 91 365 52 12


Un local con tanta historia en sus muros, que al entrar ya te habla por sí mismo.



Nos sentamos en la barra. Era como la una y media de la tarde y apenas media docena de personas dentro. Ambiente tranquilo de gente charlando. Una pareja en una mesa haciéndose confidencias, un hombre de mediana edad en la barra, charlando con el camarero y un antiguo cura a mi lado contándole batallitas al parroquiano habitual que le escuchaba con paciencia.

Curro se pidió un vino y yo un zumo de tomate que el camarero, un chico joven y muy amable, me sirvió como debe ser: con sal, pimienta y Tabasco. No en todos los sitios te lo sirven así y se agradece no tener que recordarlo.

Este local fue antiguamente La Mandrágora. Un lugar emblemático en la capital, donde tres tipos como Joaquín Sabina, Javier Krahe y Alberto Pérez grabaron el famoso disco en directo con el mismo nombre y cientos de anécdotas que ya se han convertido en leyenda.

Le pedimos al camarero que nos dejara hacer fotos del escenario y amablemente accedió. Abajo que nos fuimos de cabeza. ¡Cómo desaprovechar algo así ! Encendieron las luces para nosotros y allí estábamos de repente en un escenario único. Después se nos unió más gente y otra persona del local nos empezó a contar anécdotas, a enseñarnos publicaciones… Curro se puso nostálgico y aportó sus notables conocimientos de música y de años en la radio. Si le dejo cinco minutos más, se queda a vivir allí.






Cientos de personajes de la Movida Madrileña se dieron cita aquí y sin duda esa magia se percibe por todo el local.

Ahora es una especie de tasca/taberna/bar donde puedes tomarte una caña muy bien tirada con unos pinchos de inspiración vasca de lujo, ensaladas o tablas de quesos y patés.

De noche, copas, mojitos, vinos…
Los fines de semana se llena hasta la bandera y no hay quien entre, así que yo propongo acudir en horas más tranquilas para poder empaparte a gusto de la magia de la que os hablo y conversar a solas con esos muros que tienen tanto que decir.




EL VIAJERO -  PLAZA DE LA CEBADA, 11 - MADRID

TELÉFONO: 913 66 90 64


Este restaurante abrió sus puertas en el año 1995, convirtiéndose muy rápidamente en un local de obligada visita y punto de encuentro de gente tan bohemia como vanguardista.

El edificio es un antiguo palacete de tres plantas del siglo XIX, con diferentes espacios según el momento del día.

En la calle, una deliciosa terraza en la que disfrutar ahora que llegan los días de sol. En la primera planta, las mañanas y las tardes están enfocadas a tartas y cafés en los desayunos y meriendas,  cócteles a cualquier hora o al mediodía para comer, su pollo con salsa de miel, huevos rotos con chistorra o sus famosas mini hamburguesas entre otras delicias.

Pero también es un espacio para reuniones informales y talleres.

Por la noche el ambiente cambia de forma radical, convirtiéndose en un sitio único para cenar con vistas espectaculares a la iglesia de San Francisco El Grande.

La planta intermedia se transforma por obra y gracia del sol, en un espacio abierto. Se cambian la posición de algunos muebles, ser abren los balcones y…milagro! Te encuentras de repente en un lugar maravilloso, con vistas excepcionales y con el sol acariciando tu cara. Decoración ecléctica pero sumamente acogedora.

Aunque sin duda alguna la joya de la corona está en su ático. Una de las terrazas de Madrid más impresionantes. No por su altura, que las hay mucho más altas, pero las vistas cuando la capital va anocheciendo son de cuento. Imprescindible.

Los fines de semana lleno hasta el aburrimiento. Mejor, si es posible, ir entre semana o en fiestas cuando Madrid queda vacío. Sin duda, ahí es cuando más lo vais a disfrutar.



CHARLIE CHAMPAGNE – CALLE SEGOVIA, 17 - MADRID

TELÉFONO: 913 65 18 45

En La Latina también hay refugio para los románticos con estilo y ahí es donde entra Charlie Champagne. Si es que ya con el nombre, tienes ganas de conocerlo.

Localizado en una de esas deliciosas cavas madrileñas de la calle Segovia, combina un cierto toque canalla en su condición de tasca, con el encanto y la delicadeza de un bistró. O neotaberna, como ellos se hacen llamar. La calle no es de las más transitadas, lo que probablemente le reste clientela pero le añada tranquilidad y para mí, eso suma muchos puntos. Y todo ello bajo la vigilante mirada del Viaducto como testigo excepcional.

Ofrece una cocina internacional de fusión, interesante y divertida en un ambiente cálido de cuevas de piedra y poca luz que llena de encanto e intimidad el local.

Tapas, raciones, guisos o su especialidad, los arroces. Probad el de avellana y trufa.  Propuestas como el Tataki de atún, el ceviche de pulpo, su taco de vaca vainillado con calabaza merecen la pena, y mucho.

La idea es que comas con champán, de ahí su nombre. Y poseen una amplia propuesta de marcas según lo que quieras gastar.

Si te decantas por la cerveza, también las burbujas estarán presentes. Tienen una, la Cerveza 100% Charlie, achampañada que realizan en exclusiva para este restaurante.

Romántico, canalla, moderno y elegante. Y todo en un mismo local que no debes dejar de visitar. 








jueves, 17 de marzo de 2016

MALDITO FEBRERO


MALDITO FEBRERO por Mercedes Alonso


Febrero nunca fue un aliado. Al evocar su nombre siempre se dibujan en mi mente paisajes nevados, árboles desnudos y campos yermos. Un mes corto pero intenso que pasaría sin pena ni gloria en el calendario si no fuera porque es uno de los meses del año con mayor tasa de abandono de perros procedentes de la caza.
No voy a entrar en el terreno pantanoso de lo que supone la caza. Para alguien como yo, que ha eliminado el consumo de seres vivos de su dieta, que piensa que la naturaleza es capaz de regularse por sí sola (siempre que los cazadores no acaben, también, con los predadores) y que cree que un deporte en el que hay víctimas no es tal, la postura al respecto no puede ser otra que la de estar en contra. Pero sí hablaré de uno de los problemas que supone la caza, de todas esas víctimas que deja en la cuneta y de las que nadie parece querer hacerse responsable.
Decía Gandhi que “un país, una civilización,  puede juzgarse por la forma en que trata a sus animales”. Estoy de acuerdo con la afirmación, no me sonroja decir abiertamente que siempre he considerado que se puede confiar en las personas que respetan a los animales no humanos. Y si llevamos esta afirmación a un terreno más amplio, enlazándola con las palabras de Gandhi,  no confío en un país donde la tasa anual de abandono de animales está en torno a los 150.000. Es decir, cada día se abandonan una media de 400 animales, o lo que es lo mismo, 17 cada hora.
Febrero, para todos aquellos que se dedican a la protección animal, es uno de los meses más cruentos. Acabada la temporada de caza miles de perros son apaleados, tiroteados, ahorcados o abandonados a su suerte. Los motivos: los perros son instrumentos desechables para la caza y cuando dejan de ser “útiles” (no corren lo suficiente, no tiene instinto de caza, están lesionados…), los cazadores no dudan en deshacerse de ellos, la mayoría de las veces de la peor forma posible. Muertos o abandonados. ¿Susto o muerte?
Solo una pequeña parte, los más afortunados, terminan en una perrera o albergue donde se les busca una familia y se les da una nueva oportunidad. Pero no todo es tan sencillo como parece, porque estos animales hasta ser rescatados, han vivido encerrados, a veces en zulos llenos de suciedad, otras a la intemperie, expuestos a las condiciones climatológicas más extremas, privados de alimentación y agua, del contacto humano, y también sometidos a maltrato físico. Las heridas físicas y psicológicas pueden llegar a ser graves, muchos de ellos tienen miedo a los humanos y necesitan tiempo y paciencia para recuperarse.
La solución pasa por la educación, la concienciación y por hacer leyes que los protejan. Es fundamental educar a las personas desde la infancia en el respeto a otras especies, hacer campañas de concienciación y, mientras todo eso llega, hacer unas leyes más justas que castiguen este tipo de comportamientos crueles y que ayuden a prevenirlos, como un mayor control por parte de las administraciones públicas y mayor agilidad en la tramitación de las denuncias.
No nos engañemos, las leyes por sí solas solo tienen carácter disuasorio y no impiden que este tipo de comportamientos se repitan día tras día. Lo verdaderamente importante es una sociedad concienciada que criminalice estos comportamientos, tal y como sucede en otros muchos países de Europa donde la tasa de abandono es residual. Pero en un país como España hay todavía muchas costumbres arraigadas que son difíciles de erradicar. Aún nos queda un largo recorrido, pero cada vez son más las voces que se unen para pedir que este tipo de comportamientos dejen de salir “gratis”.
Podría contar muchas historias, podría rellenar las páginas de un libro con cientos de casos. Pero no voy a hacerlo. Creo que una mirada lo dice todo. Una mirada es capaz de transmitir el dolor y el miedo que ellos sienten. Desearía llenar de miradas el mundo. Esas miradas que no necesitan de palabras porque por sí solas cuentan historias. Historias de un doloroso pasado que ellos siempre consiguen dejar atrás.
Desde estas líneas os animo, además, a adoptar en lugar de comprar. Porque comprar, la mayoría de las veces, significa seguir financiando a muchos criaderos ilegales que tienen a los animales en pésimas condiciones higiénico sanitarias .Os puedo asegurar que en las perreras y albergues hay también muchos animales que proceden de esos criaderos. Así que si estáis pensando en ampliar vuestra familia, si queréis saber lo que es la lealtad y el amor sin condiciones, adoptad. Son muchos los animales que esperan una segunda oportunidad. Ellos se la merecen y os puedo garantizar que jamás os arrepentiréis de habérsela dado.
Os dejo ahora con la mirada de Buti, desecho de la caza a quien su dueño bautizó como Butifarra… Mirad sus ojos y contadme lo que veis en ellos.
Si queréis seguir nuestro proyecto os animo a seguirnos en Facebook https://www.facebook.com/fotografiatumascota/?ref=hl o en la web www.fotopets.es.





lunes, 14 de marzo de 2016

FAST GOOD. CUATROS SITIOS EN MADRID PARA COMER SANO, RICO Y A BUEN PRECIO.

FAST GOOD

El concepto Fast Good nace en 2004, como respuesta a una pregunta.  ¿Era posible ofrecer una comida rápida, sana y a un precio razonable?
Es decir, una alternativa al Fast Food, comida rápida pero habitualmente grasienta y de poca calidad.
Al calor de este término han ido apareciendo multitud de locales que ofrecen esta alternativa para personas sin tiempo, con horarios imposibles, sin ganas de cocinar o sin interés alguno por hacerlo.
Aquí va mi propuesta de esta semana. Cuatro sitios en Madrid, con comida rápida, pero armoniosa y saludable y sin que tu bolsillo tiemble de miedo.

BOQUEAT – CALLE VÍCTOR HUGO, 5 - MADRID

Metro Chueca o Banco de España

¿A quién no le gustan las croquetas? Pero… ¿Quién las hace caseras hoy en día? Yo me atrevería a decir que pocas personas.

Boqueat es un nuevo establecimiento en Madrid que apuesta por la innovación y la calidad, pero atreviéndose como un producto tradicional como la croqueta.

Artesanales y realizadas con materia prima de primera calidad. Aquí caben desde los sabores clásicos como jamón ibérico, pollo, cabrales o setas que conviven con otros más arriesgados como croquetas de café, gin tonic o bacalao con pasas.

Además tienen una selección de salsas con las que puedes mojar las croquetas:
Salsa de mayonesa de algas, tomate y vainilla, mango y curry, ali oli con mostaza o manzana, entre otras.

Para cada croqueta realizan un tipo de rebozado distinto. Bien con el pan rallado tradicional, el panko, galletas tipo María o incluso Oreo para sus croquetas de chocolate que acompañan  de una especie de mermelada de frutos rojos.  Y prometen seguir innovando con más sabores dulces.

En el  local, moderno y con un toque gourmet, no sólo puedes degustarlas allí, sino que además te las puedes llevar a casa desde 2 hasta 24 croquetas. Y atención al embalaje porque es de nota.






TOY PANDA – CALLE ESPÍRITU SANTO, 7 - MADRID


Teléfono: 91 7728028

Metro Tribunal

En mi selección de hoy no podían faltar los  Dim Sum, la típica empanada china realizada con pasta de arroz, de trigo o de maíz con todos los rellenos que os podáis imaginar.

Esto, y mucho más,  es lo que nos vamos a poder degustar en el primer local que sirve comida para llevar con esta especialidad.

Un local decorado en blanco y negro, en clara alusión a su nombre y al color del pelaje de los osos panda.

En Toy Panda nos vamos a encontrar con ingredientes típicos de la comida china, como las gambas, el cerdo o las setas que conviven en perfecta armonía con otros de nuestra gastronomía. Así podemos comernos un Dim Sum relleno de calamares, rabo de toro o de pisto.

Además, existen otros platos, como el pan chino relleno de setas, los rollitos o langostino tempurizado, entre otras muchas cosas. Y todo ello con productos frescos, de calidad y cocinados al vapor, al horno o fritos.

Por apenas 10 euros te puedes comer un menú de cinco piezas y bebida incluida. Y lo puedes hacer o bien dentro del local o puedes pedirlo para llevar. 

Si eliges esta última opción, te lo ponen en unas cómodas y deliciosas bandejitas de bambú.
¡Ah! Y también dispones de una página web dónde poder hacer un pedido que te llevan a tu domicilio.

Un local divertido, comida rica y de calidad, estupenda atención y precios asequibles. Una perfecta propuesta que no debes dejar de probar.





GAURANGA – CALLE ANGOSTA DE LOS MANCEBOS, 6 – Casi esquina con la calle Bailén - MADRID


Metro La Latina

No me olvido de los vegetarianos e incluye éste que es bastante especial.

Un local ubicado en una estrecha y  breve callejuela perpendicular a Bailén, con apenas media docena de mesas dentro y música hindú de fondo, muebles rústicos y flores.

Por 7,50 euros tienen un completo y sanísimo menú diario que elabora el cocinero cubano al frente de la cocina y que mezcla, según el día, influencias caribeñas, mediterráneas e indias con notable acierto.

La leche con la que hacen queso artesanal proviene de una granja en Guadalajara y para comer te dan té. Nunca el mismo tipo porque lo hacen ellos el mismo día y van cambiando. Los postres, también caseros. No podéis dejar de probar su tarta de ciruela o la Napoleón.

Ofrecen comida para llevar. O bien te la llevas tú en persona o tiene un servicio de reparto y organizan charlas temáticas en su sótano.

Como curiosidad os diré que no hay carta. Ellos cocinan y deciden cuál es el menú cada día.

En resumen, un sitio acogedor, con comida sana y a buen precio y un trato exquisito.



MAGASAND – CALLE COLUMELA, 4 / TRAVESÍA DE SAN MATEO, 16 - MADRID

TELÉFONO: 91 319 68 25

Ubicado en lo que fue una antigua cochera del siglo XIX, en este negocio la especialidad son los sándwiches servidos en todo tipo de panes: cereales, cebolla, bagels…. Y con todos los rellenos dentro que puedas imaginarte. En la barra puedes mirar toda su oferta, toda comida muy sana,  y combinar a tu gusto. Una cocina, pequeña y a la vista, donde puedes ver como preparan tu pedido en el momento.

En la carta hay ensaladas, zumos y yogures naturales, crepes y dulces caseros y cremas de verduras.

El local es bonito y ofrece diferentes espacios según el tiempo del que dispongas. Te puedes llevar la comida preparada en el momento o bien comer allí.  

En la planta de arriba, todo con un rollo muy neoyorquino,  disponen de una mesa de madera corrida donde puedes trabajar con tu ordenador o leer en uno de los sofás una de muchas revistas de moda, decoración y arquitectura que tienen y que también puedes comprar, si te apetece.

Por unos 10 euros puedes comer sanísimo y rico.











jueves, 10 de marzo de 2016

PERDIDA por Conchi Revuelta

PERDIDA

Autora: Conchi Revuelta

Nunca es fácil invadir espacios, y mucho menos agradar a los seguidores ajenos por eso, quiero agradecer a mi querida Susana Cañil, la oportunidad que me da, al dejarme entrar en su pequeño y risueño mundo, este lugar “canalla” creado con, y desde el corazón, por una mujer valiente.

Espero que tus lectores no se sientan defraudados con mi pequeña aportación.




Los dos iban caminando tranquilamente.

Ella percibía el viento en su cara a la vez que su largo pelo negro se revolvía con ganas.

No hacia tanto calor como  por la mañana cuando salió, había amainado un poco;  la temperatura era más placentera.

Aquel paseo era nuevo para ella, nunca había caminado por allí, bajaron una pequeña cuesta. Al fondo se veía una gran puerta.
Un poco más atrás, pudo ver un  pequeño tren lleno de niños que se acercaba despacio hacia ellos. Sin pensarlo dos veces, miró al chico y se desplazó de su rumbo, dejando así  paso al tren que paró muy cerca ellos.

Al entrar, vio un prado grande y verde y notó el olor del mar. Conocía esa esencia y aunque no podía verla sabía que la playa estaba cerca.
Días atrás había estado jugando en ella. Además el murmullo de las olas penetraba en sus oídos, primero distante y luego cercano, ese sonido iba y venía aunque ella no se moviera del sitio. Originaba en su cabeza un vaivén  hechicero y suave  que la llenaba de sosiego.

Después de caminar por ese bonito parque un buen rato,  el chico se encontró con unos amigos. Los muchachos la saludaron efusivamente, todos la conocían y sabían de su simpatía y encanto. Se quedó allí parada escuchando la conversación de los jóvenes, que se habían sentado plácidamente en un banco.

A lo lejos pudo ver  la zona de juegos de los niños, se levantó y poco a poco se acercó a ella.

Aunque no le gustaban demasiado los críos, disfrutaba viéndolos jugar, subir y bajar del tobogán y de todos esos aparatos que había allí situados. Además el piso era blandito y sus pasos en él  la producía una sensación agradable, como si flotara, como  si sus pies no  percibieran el  suelo.
Mientras daba pequeñas pisadas iba pensando, -  Cuando no haya niños podré moverme a mis anchas por este suelo almohadillado.
No se sentía bien con ellos cerca, solo los miraba y si notaba que alguno se acercaba a ella, enseguida se daba la vuelta y se alejaba.

A su derecha escuchó ladrar  dos perros pequeñitos y muy chulos que jugaban juntos, mientras sus amos hablaban animosamente.

Se acercó a ellos y estuvo jugando un buen rato a la vez que escuchaba a los amos hablar.
La plática entre las personas que se encontraban por la calle con sus perros siempre era la misma, hablaban de lo que comían, de lo que hacían, de si les gustaba o no el agua, de dónde dormían… de esas cosas de perros, pero claro, bien pensado, de qué pueden hablar dos personas que no se conocen de nada, aunque ciertamente y aún sin conocerse, lo que si saben es que tienen algo en común. Sus perros.

Cuando se aburrió de jugar con ellos, se dio la vuelta para regresar al lugar donde el chico se había quedado.

A medida que se acercaba, intentaba distinguir la cara del chico pero, debido al viento que la daba de espalda como empujándola y los pelos, que por el mismo motivo  se la metían en los ojos, la costaba reconocerle.

Ya, muy cerca del banco, pudo apreciar para su asombro que él no estaba allí. Ni él, ni los otros chicos con los que le había dejado. Echó un vistazo hacia la derecha, en ese otro banco no había nadie. Con el rabillo del ojo  miró  hacia la izquierda, y pudo ver  un chico reposando tranquilamente.

Volvió a sonreír y se dirigió con sus andares airosos y refinados hacia allí. - ¡Qué tonta!- pensó, como me he podido despistar de ese modo.

Y tanto que se había despistado, aquel muchacho tampoco era él.

En el parque apenas quedaba gente.  Los niños se habían ido con sus padres y salvo dos ancianos que continuaban caminando muy despacio, no había nadie.

Rotó  tres veces sobre si misma buscando al chico,  no se atrevía a moverse de allí, seguramente él estaría buscándola también, ¿Pero dónde? Se sentó y decidió esperar, era lo más prudente.

Al cabo de un buen rato ya estaba desesperada, veía como poco a poco, el sol iba dispersándose y las farolas del parque comenzaban a iluminarse. Ahora ya no había nadie. Estaba sola.

¿Qué podía hacer? Después de pensarlo un momento, consideró que lo mejor era volver a casa, no sería muy difícil, aunque  ese camino no lo había hecho nunca, podía recordar por donde habían venido. Claro que tenía otros problemas, debería de cruzar las calles, pero bueno, eso tampoco era  mayor inconveniente, esperaría que el semáforo cambiara y cuando viera que los coches paraban cruzaría, lo mismo que hacia cuando paseaba  con ellos.

Sin más, se levantó y se dirigió hacia la gran puerta por donde había entrado.
¡Qué desastre! no lo podía creer. Estaba cerrada. ¿Y ahora, que iba hacer, por dónde iba a salir?

Revisó todos los rincones posibles e intentó colarse por las verjas de la puerta, pero estuvo a punto de perder la cabeza, porque se quedó atrapada durante un rato, y a fuerza de respirar muy despacio y sosegarse, consiguió  desatorarse.

Siguió pensando en la manera de salir.  Se le ocurrió  que igual al fondo, guiándose por el sonido del mar, llegase a la playa que debiese estar cerca y marchar por allí.

Cuando consiguió ver la playa, era  noche cerrada, apenas había luz.  Sólo  en el mar se veía pequeñas y lejanas luces de algunos de los enormes barcos que parecían varados en el  inmenso mar.

Su desesperación fue en aumento al observar que la altura entre el lugar donde estaba y la playa era enorme. Ella era muy pequeña y no podría tirarse desde allí.

Desesperada, se sentó en el suelo  y cabizbaja,  comenzó a llorar desconsoladamente.
No se explicaba como él,  la podía a ver dejado allí sola, ¿Por qué no la había buscado?, no podía ser que ella se hubiera alejado tanto como para no verla. ¿Por qué se había ido? tal vez… ¿la había abandonado?, por eso la había traído hasta aquel gran parque que ella no conocía, ¿sabía él, que cerraban la puerta?, ¿Por qué?, ¿Por qué se había ido sin ella?

Un gran estruendo la sobresaltó. Súbitamente comenzó  a resplandecer sobre el mar luces que descendían como puñales sobre él, y al momento el cielo emitía sonidos bruscos y  violentos que impregnaban  sus oídos haciéndola ensordecer. Eran truenos.

El miedo se apoderó de ella. Se sentía sola, no recordaba un momento tan cruel en su vida, ella que desde pequeña había estado rodeada de gente, ahora, estaba completamente sola, y además con aquella tormenta acechando.

Corrió, corrió sin control, estaba como poseída, con  una sensación terrible de pena.  Consiguió llegar hasta el trenecito que había visto cuando entró en el parque. De un salto se encajó en él buscando cobijo. El agua entraba por todos los sitios, se arrebujó debajo de los asientos y comenzó a llorar otra vez  exasperadamente.

Lloraba por haber sido tan descuidada, cuántas veces la advirtieron de que no debía irse sola.  Lloraba, porque tenía sed, su boca estaba seca, sentía como su lengua se volvía un trapo.  Lloraba, porque tenía hambre, y frío y pena, mucha pena.
¿La habían dejado sola o se había perdido ella?  Después de un rato de llanto desolado, abatida por la tristeza se quedó dormida.  Estaba perdida.

Por la mañana, levantó la cabeza y se golpeó con el asiento, no sabía muy bien donde estaba, pero en un momento, de repente recordó. Estaba sola, perdida.

¡kora! ¡kora!.

Era él, era su voz, salió corriendo de su escondite y comenzó a ladrar como nunca lo había hecho, no muy lejos estaban ellos. ¡Si eran ellos! Estaban todos, habían venido a buscarla, no la habían abandonado.

Ladrando y moviendo su rabito tanto que parecía que se le iba a desencajar, se subió de un salto a sus brazos. Le lamía la cara sin parar, era a la única manera de darle las gracias, de decirle lo mucho que le había echado en falta y lo mucho que le necesitaba.

Metió su cabeza entre la del chico y su hombro, cerró los ojos y pensó,
-Uh soy una perrina con suerte. Con mucha suerte.