Texto escrito por Ángel Beneyto.
La prueba del móvil no engaña.
Si os dijera que en estos tiempos que nos ha tocado vivir, existe una
prueba inequívoca del amor que profesa una persona a otra, se llama
“smartphone”, quizás alguien daría una sonora carcajada.
Pero pensad, ¿cuántos de vosotros, queridos canallas podríais resistir la
prueba del algodón y sin dudarlo, mostraría el contenido íntegro de su móvil a
su pareja, para por ejemplo, salvar su relación amorosa? Estamos de acuerdo,
que debe haber una confianza mutua dentro de las parejas y nadie nunca va
siquiera a mirar de reojo los chats del otro. ¿O sí?
¿Os imagináis la escena? Una pareja que vive muy lejos el uno del otro,
tras un largo chat, deciden que es hora de irse a dormir. No obstante, y cada
uno por su lado, mantienen relaciones “virtuales” a distancia y lo que fue hace
tan solo un momento un “adiós mi amor, estoy cansadísimo, no sabes
cuánto te quiero”, de repente, se transforma en un “hola” a un tercero, para
Dios sabe qué. Pero a buen seguro que ese "hola" no fue fruto de haberse tomado
una bebida energética, ese segundo “hola”, es fruto de un impulso tal, que es
capaz de vencer cualquier cansancio.
Las redes sociales han aumentado exponencialmente las separaciones y
divorcios, diría un estadístico del INE, seguramente por el uso, abuso y sobre
todo porque, querámoslo o no, a pesar de vivir tan bien comunicados, estamos
cada vez más aislados. Atontados ante las pantallas de nuestros ordenadores y
“móviles inteligentes”, perdiéndonos muchos besos y abrazos de esa persona que
un día hizo que en nuestras entrañas saltara una chispa de felicidad, para
posteriormente apagarla, teniendo las santas narices de confesarnos, sin tener en
cuenta si nos hacía daño o no, que tenía comunicación con una persona que
constantemente le doraba la píldora y le decía “me gustas y me gustaría
abrazarte y acostarme contigo”. ¿Quién no ha mirado continuamente los estados
de los whatsapp u otras redes sociales para saber si su pareja en la distancia,
a quien no ve, y hace apenas 3 minutos, no le ha vuelto a escribir otro
mensaje?, ¿estará flirteando con otro? ¿Seré yo el segundo?
Estamos funcionando en la vida a golpe de bit. Ya apenas descolgamos un
teléfono de aquellos de pared, o góndola (esos vinieron luego) para llamar agenda
de papel en mano. Todo aquello se ha perdido, también ese protocolo para
ponernos en contacto con nuestros seres queridos, a quienes a veces, llamamos
menos que a nuestros amigos virtuales, que por otra parte son unos perfectos desconocidos. Es
como se terminan ahora algunas relaciones amorosas, porque el pastel contiene
ingredientes tan distintos a los que hacían nuestras madres y abuelas, que ya
ni siquiera tenemos tiempo para hacerlo en casa, y añadir ese elemento que le
da ese sabor tan característico, el amor y el tiempo dedicado a su elaboración.
Por eso, y no sé de quién es la frase, pero dice: “No pases tu tiempo, con quien no
esté dispuesto a pasarlo contigo”.
Texto escrito por Susana Cañil
Y aquí es donde yo me pregunto,
si no es igual de infiel el que tiene una pareja estable pero piensa en otras
alternativas, al menos mentalmente. Eso no quiere decir que lo lleve a cabo.
Las razones pueden ser muchas: falta de ocasión, cobardía, miedo a perder lo
que ya se tiene (aunque eso no le satisfaga) o tantas otras.
Para mí, la frontera es
inexistente. El o la que piensa en otra persona de forma erótica es tan infiel
como el que culmina físicamente esa fantasía. Y conste que no es una crítica.
No me posiciono ni a favor ni en contra. La vida es demasiado corta y cada uno
es libre de beberla al ritmo que su corazón, sus impulsos o su ética personal
le marquen.
Lo cierto es que cuando una
pareja lleva unos cuantos años juntos, pongamos una media de 10, la pasión se
ha esfumado por la puerta y la rutina ha ocupado su lugar con intención de
quedarse a vivir por siempre jamás.
Hombres y mujeres necesitamos esa
dosis de sorpresa, extraviada en la penumbra de nuestra memoria, de miradas furtivas y pecaminosas, ciegas entre los mil quehaceres diarios, de
tiempo para volver a descubrirte, aunque ya no haya ningún tesoro que
desenterrar, de atención, de admiración, de ternura, de deseo renovado….
Y en muchos casos en los que en
casa eres invisible, de repente te materializas en forma de carne y hueso para un desconocido/a.
Las redes sociales y/o el teléfono inteligente no creo que sean las causas directas de estas situaciones.
Tendemos siempre a echar la culpa a los demás o a factores externos, para no
mirar en nuestro interior y reconocer que, de existir algún culpable, solo
somos nosotros mismos. Es más fácil mirar hacia otro lado, responsabilizar al destino o a las circunstancias, que aceptar nuestros
errores.
Sacamos tiempo de debajo de las
piedras para asuntos banales, para gente
que no merece tu atención, para actividades estúpidas, para quedarnos en la
oficina hasta la tantas como si nos fueran a dar la medalla al trabajo, y sin
embargo no nos paramos ni medio segundo
a reconquistar a la persona amada, o supuestamente amada.
Algo está fallando en esta sociedad.
Para mí quizás haya algo peor que esa infidelidad. Y es la deslealtad. Para mí, esa deslealtad es mucho más letal que la infidelidad física.
ResponderEliminarEnhorabuena a los dos por el artículo.
Sin duda, estoy de acuerdo contigo. La deslealtad, en cualquier de sus manifestaciones, es mortal. Pierdes la confianza absoluta en esa persona.
ResponderEliminarGracias por leernos y por tu comentario, querida Olga.
Interesantes reflexiones. Pero los smartphone, tablets, redes sociales, etc. lo único que hacen es dar mayor relieve un problema que es bastante más viejo que las nuevas tecnologías y que la la propia globalización. Se trata del sempiterno tema de la felicidad o infelicidad, de la constante estupidez humana que impide valorar adecuadamente lo que se tiene, de la ridícula ignorancia que lleva al desdén hacia lo mucho positivo que nos rodea. Y el estulto desprecio de la oportunidad de disfrutarlo.
ResponderEliminarY ahí es cuando vienen esos aislamientos, esa pérdida de las oportunidades de saborear los besos y abrazos a los que Ángel se refiere, y que podríamos tener con solo levantar un rato los ojos de la pantalla; o, mejor aun, apagando el móvil. Y tendiendo la mano y la sonrisa cariñosa a quienes las esperan sentados a nuestro lado.
Susana nos viene a hablar de pasiones que se esfuman, de necesidad de alimentar las relaciones con dosis de sorpresa, de renovar deseos y ternuras. Estoy muy de acuerdo. Hay bienes que merecen el esfuerzo necesario para conservarlos adecuadamente. Los matrimonios, las parejas, el amor, deben estar en constante cultivo, en permanente construcción. Cierto es que todos necesitamos espacios personales, pero mejor no tratar de tenerlos a costa de arrumbar tesoros que ya poseemos. Esa reconquista a que se refiere nuestra escritora, para quien crea que hay que llevarla a cabo, debiera constituir una importante prioridad. TSS
Bueno, contando que, según un colega, es peor pensarlo y no hacerlo que solo pensarlo... Ahora que repito en estos foros su retórica y filosofía, la entiendo menos que antaño, si es que alguna vez la entendí.
ResponderEliminarPor mi parte, no os podéis imaginar lo feliz que soy consultando el teléfono, en ocasiones dos veces al día, para encenderlo por la mañana y para apagarlo por la tarde: un "prehistórico" NOKIA de concha. Aún así, no hay quien me quite las 8 diarias de carabesugo delante de un ordenador, perpetuamente encadenado a Internet. No podría vivir sin estar conectado, ya no sé ni trabajar sin esa dichosa herramienta que hasta hace unos años era una mierda, pero en ocasiones echo en falta esos primeros días en las que las bases de datos eran en cd y me llevaban los escritos en disquete 3,1/2. Incluso la máquina de escribir. Aquellos tiempos en los que conocías a gente que no sabía cómo se encendía un pc. Ahora serán de los que se les ha olvidado mirar al frente cuando caminan por la calle o en cogen el papel higiénico para limpiarse el trasero.
Creo que el smarphone y esas relaciones virtuales (ya todos nos hemos olvidados de esos odiosos chats) no son más que un grito estúpido, en medio del vacío, por un ideal. Una fantasía de bytes acumulados sin sentido; un enamoramiento ilógico de personas de las que ni siquiera conoces ni la media. ¿Una consecuencia más de nuestra sociedad de consumo? ¿Relaciones personales que son impersonales y que se derivan de un aislamiento individual? Habría que escribir una ecuación de estas jodidas para llegar a explicarlo, ya que las palabras se agotan.
Bueno, como dijo aquella canción, si la persona a la que amas no quiere estar a tu lado, ama a la que sí lo está.