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martes, 23 de junio de 2015

MUJERES DE VERDAD

Las mujeres que merecen la pena, nunca son fáciles de entender ni sencillas en su proceder.
Ese tipo de mujeres tienen aristas, esquinas, recovecos y  meandros. Soles y lunas.  Tinieblas, negruras  y albores.

Atesoran un pasado preñado de  ilusiones traspapeladas, de catástrofes emocionales, de batallas libradas y de guerras perdidas. De sueños profanados y  anhelos logrados.

Sobradas de imaginación y delirios, exportadoras de pasiones y expertas en cultivar la esperanza, aunque las tormentas y las heladas jueguen en contra y casi siempre germinen derrotas.
Ellas te llevarán de paseo por las calderas del abismo un día y al siguiente, te transportarán al Edén en un delicioso seísmo de lujuria y placer.

Hoy tsunami y mañana quietud. Hoy agua brava y mañana mansa.

Colonizadoras de  un infierno que convierten en Olimpo por pura supervivencia. Vendedoras de almas y almacenistas de desaciertos.
Aliadas de Lucifer o del Señor, según requieran las circunstancias. Amigas leales, soberbias amantes, sacrificadas madres, siempre en la cuerda floja entre lo que se debe y lo que se quiere. Lanzarse con red o sin ella. Lo prohibido o lo aceptado. Siempre políticamente incorrectas.
Ese tipo de mujer es colosal, asombrosa y extraordinaria. Si es así, el camino  no será fácil.  Y si  es fácil,  ella no será fascinante.

Vale la pena. No te rindas.

Y si te rindes, el que no merece la pena eres tú.

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