Mi madre solía decir que el
verano era hortera. Por entonces yo era
muy joven y muchas de sus frases, que
más que frases eran auténticas sentencias, no las comprendía. O mejor dicho, no
alcanzaba a desentrañar el significado, de cosecha propia, que en realidad ella quería transmitir. Con los años y la experiencia aprendí a leer
entre sus líneas, miradas y gestos.
Y llegué a la conclusión de que
siempre tenía razón.
En efecto, en invierno los densos
ropajes que abrigan nuestro continente, esconden no solo nuestro contenido, piel
y estructura, sino misterios que con la
aparición de los calores quedan expuestos
de la forma más desalmada. A la
vista de cualquiera y sin posibilidad de esconderse debajo de ninguna prenda
mágicamente protectora.
Que salgas a la calle y te
asalten 40 grados mientras caminas bajo un sol abrasador, no te concede
licencia sin límites. Hay unas normas mínimas que, por respeto a ti y a los
demás, todos deberíamos cumplir.
¿Quién no ve cada verano axilas
sin depilar, esos pies que reclaman a gritos el paso por un podólogo, piernas
femeninas que más que cera caliente necesitan una cortadora de césped o esos
bikinis imposibles que algunas se empeñan en ponerse sin mirarse antes en el
espejo?
Por no hablar de la ropa y sus
complementos. Aquí el mal gusto suele
alcanzar su punto álgido. ¡ Barra libre ! Con el calor muchas y muchos dejan al
descubierto más centímetros de piel de
lo que la elegancia, la mesura y el buen gusto dictan, dejándose arrastrar por
modas que en nada les favorecen o, simplemente, por sus dudosos gustos
personales. Así puedes encontrarte con combinaciones de colores extravagantes,
camisetas que dejan a la vista los tirantes del sujetador, transparencias poco
recomendables, maravillosas sandalias calzadas por unos pies con callos y
rozaduras, tangas a la vista, chancletas para ir a trabajar… y todo ello en
ocasiones, rociado con la exquisita fragancia del que no sabe para qué sirve
una ducha.
En resumen, una auténtica bacanal
de monstruosidades.
Dejémonos aconsejar por el
sentido común. No se trata de esconder, sino de resaltar nuestras mejores
partes ofreciéndoles el protagonismo que se merecen. Si no tienes unas piernas
bonitas, no te empeñes en ponerte minifaldas. Y como siempre digo y no me canso
de repetir, menos es más.
Ahora cuando llegan los calores
me acuerdo de mi madre. Una mujer tan elegante como bella, de la que aprendí
que la elegancia y el estilo ni se compran ni se aprenden. Vienen de serie en tu código genético. O no.
¡ Viva el verano !
El verano es la estación del año más esquizofrénica: combina el topless más inolvidable con las chanclas con calcetines más pestilentes.
ResponderEliminarY luego está la Cañil, arrebatadora siempre con su conjunto de bikini y pamela...
Que no se pierda el glamour. Nunca !
ResponderEliminarPara gustos los colores, y si no gusta lo que se ve, se cierra los ojos, no es tan difícil, en invierno también pasa y nadie dice nada.... es como con los libros, no a todos nos gustan los mismos libros, tampoco tenemos que ir marcando estilo.
ResponderEliminarUn saludo