Hay olores a los que
siempre quisiera regresar. Que dejan una huella indeleble, a pesar del tiempo,
del dolor o de los avatares de la vida.
Algunos han viajado
con billete sólo de ida y jamás volverán. Otros van y vienen, según el momento
y las circunstancias. Otros cambian de color, o tal vez yo los percibo de otra
forma a medida que paso hojas en mi calendario. También llegan algunos olores nuevos que
invaden tu vida de forma tan arrolladora que eres incapaz de oler nada más.
El
olor a mis hijos recién nacidos, a la comida casera que me esperaba al llegar a casa después
del colegio, al mar cuando lo vi por primera vez, el olor a los abrazos de mi
madre, genuinos, perfectos, tan acogedores que te abarcaban el alma y sanaban cualquier herida, a los
veranos de la infancia, a naftalina en los armarios, al primer beso, a ropa
planchada y pan recién horneado, a esa fragancia masculina que me vuelve loca y que
despierta mis peores ( ¿ o mejores? ) instintos, el olor a amor compartido, ese
que no se va ni con treinta duchas, el olor a él...
Todos esos aromas que desearía encerrar en un frasco, con candado y clave secreta, y de esa manera poderme perfumar con ellos cada vez que la nostalgia, la alegría, la duda, la
desilusión o el amor me asaltaran sin permiso.
Como no es posible,
los evoco. Los devuelvo a mi mente cada vez que los necesito y me transportan a
épocas vividas y a todas las épocas maravillosas que aún me quedan por vivir.
Todos los caminos conducen aroma.
ResponderEliminarO a París, mejor.
ResponderEliminarPues espérame en París ;-)
EliminarLos aromas que te recuerdan a momentos inolvidables se quedan para siempre dentro del alma. Celia.
ResponderEliminarQué cierto, Celia !! Y da igual el tiempo que pase. Los recuerdas como si fuera ayer.
ResponderEliminarPrecioso... A veces evocar esos olores nos transporta al pasado y nos dibuja una sonrisa
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