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jueves, 17 de marzo de 2016

MALDITO FEBRERO


MALDITO FEBRERO por Mercedes Alonso


Febrero nunca fue un aliado. Al evocar su nombre siempre se dibujan en mi mente paisajes nevados, árboles desnudos y campos yermos. Un mes corto pero intenso que pasaría sin pena ni gloria en el calendario si no fuera porque es uno de los meses del año con mayor tasa de abandono de perros procedentes de la caza.
No voy a entrar en el terreno pantanoso de lo que supone la caza. Para alguien como yo, que ha eliminado el consumo de seres vivos de su dieta, que piensa que la naturaleza es capaz de regularse por sí sola (siempre que los cazadores no acaben, también, con los predadores) y que cree que un deporte en el que hay víctimas no es tal, la postura al respecto no puede ser otra que la de estar en contra. Pero sí hablaré de uno de los problemas que supone la caza, de todas esas víctimas que deja en la cuneta y de las que nadie parece querer hacerse responsable.
Decía Gandhi que “un país, una civilización,  puede juzgarse por la forma en que trata a sus animales”. Estoy de acuerdo con la afirmación, no me sonroja decir abiertamente que siempre he considerado que se puede confiar en las personas que respetan a los animales no humanos. Y si llevamos esta afirmación a un terreno más amplio, enlazándola con las palabras de Gandhi,  no confío en un país donde la tasa anual de abandono de animales está en torno a los 150.000. Es decir, cada día se abandonan una media de 400 animales, o lo que es lo mismo, 17 cada hora.
Febrero, para todos aquellos que se dedican a la protección animal, es uno de los meses más cruentos. Acabada la temporada de caza miles de perros son apaleados, tiroteados, ahorcados o abandonados a su suerte. Los motivos: los perros son instrumentos desechables para la caza y cuando dejan de ser “útiles” (no corren lo suficiente, no tiene instinto de caza, están lesionados…), los cazadores no dudan en deshacerse de ellos, la mayoría de las veces de la peor forma posible. Muertos o abandonados. ¿Susto o muerte?
Solo una pequeña parte, los más afortunados, terminan en una perrera o albergue donde se les busca una familia y se les da una nueva oportunidad. Pero no todo es tan sencillo como parece, porque estos animales hasta ser rescatados, han vivido encerrados, a veces en zulos llenos de suciedad, otras a la intemperie, expuestos a las condiciones climatológicas más extremas, privados de alimentación y agua, del contacto humano, y también sometidos a maltrato físico. Las heridas físicas y psicológicas pueden llegar a ser graves, muchos de ellos tienen miedo a los humanos y necesitan tiempo y paciencia para recuperarse.
La solución pasa por la educación, la concienciación y por hacer leyes que los protejan. Es fundamental educar a las personas desde la infancia en el respeto a otras especies, hacer campañas de concienciación y, mientras todo eso llega, hacer unas leyes más justas que castiguen este tipo de comportamientos crueles y que ayuden a prevenirlos, como un mayor control por parte de las administraciones públicas y mayor agilidad en la tramitación de las denuncias.
No nos engañemos, las leyes por sí solas solo tienen carácter disuasorio y no impiden que este tipo de comportamientos se repitan día tras día. Lo verdaderamente importante es una sociedad concienciada que criminalice estos comportamientos, tal y como sucede en otros muchos países de Europa donde la tasa de abandono es residual. Pero en un país como España hay todavía muchas costumbres arraigadas que son difíciles de erradicar. Aún nos queda un largo recorrido, pero cada vez son más las voces que se unen para pedir que este tipo de comportamientos dejen de salir “gratis”.
Podría contar muchas historias, podría rellenar las páginas de un libro con cientos de casos. Pero no voy a hacerlo. Creo que una mirada lo dice todo. Una mirada es capaz de transmitir el dolor y el miedo que ellos sienten. Desearía llenar de miradas el mundo. Esas miradas que no necesitan de palabras porque por sí solas cuentan historias. Historias de un doloroso pasado que ellos siempre consiguen dejar atrás.
Desde estas líneas os animo, además, a adoptar en lugar de comprar. Porque comprar, la mayoría de las veces, significa seguir financiando a muchos criaderos ilegales que tienen a los animales en pésimas condiciones higiénico sanitarias .Os puedo asegurar que en las perreras y albergues hay también muchos animales que proceden de esos criaderos. Así que si estáis pensando en ampliar vuestra familia, si queréis saber lo que es la lealtad y el amor sin condiciones, adoptad. Son muchos los animales que esperan una segunda oportunidad. Ellos se la merecen y os puedo garantizar que jamás os arrepentiréis de habérsela dado.
Os dejo ahora con la mirada de Buti, desecho de la caza a quien su dueño bautizó como Butifarra… Mirad sus ojos y contadme lo que veis en ellos.
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