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miércoles, 11 de septiembre de 2019

Rafael Revert: «¿Qué cómo me llevo con Abellán? No tengo edad para perder el tiempo odiando a nadie»



20 PREGUNTAS CANALLAS Y UNA CANCIÓN

 DESESPERADA CON RAFAEL REVERT


Entrevista a Rafael Revert
por Susana Cañil



Me abre las puertas de su casa como si nos conociéramos de toda la vida pero, en realidad, es la primera vez que nos vemos. Y justo ahí, en un espacio tan privativo como es su hogar, es donde me cita para conversar. Me gusta porque significa arpegio de cercanía.
Es un hombre que no concede entrevistas (ya me lo han advertido media docena de personas) y él mismo me lo confirma a los cinco minutos de charla. Pero solo entenderé los motivos al final de nuestro encuentro. 



He buceado a fondo por San Google y llama poderosamente la atención la escasa información, por no decir nula, que existe de un hombre que ha ostentado el poder absoluto durante años dentro del panorama musical. Por no encontrar, no he encontrado ni su edad, dato que tendré que preguntarle. Hay una parte que me explico para esa desinformación y es la que preserva el propio Revert, muy reacio a hablar de su vida profesional. Lo que no me cabe en la cabeza es que una trayectoria tan brillante como la suya, interese a tan poca gente.

Su imagen me sorprende para bien. Ya me habían dicho que era un tipo accesible, sencillo, discreto y alejado de cualquier manifestación de vanidad, pero cuando esos comentarios vienen del círculo de amigos, siempre procuro poner la información en cuarentena hasta comprobarlo por mí misma. No me habían engañado y lo celebro; por ellos, por él y por mí.

Rafael Revert, fue el creador y director del formato radiofónico más brillante jamás creado: Los 40 principales. Dirigió ese programa de 1966 a 1992. Un comienzo modesto tanto técnica como humanamente, y con unos limitados recursos económicos, pero que nace con un objetivo muy claro: que los jóvenes tuvieran una radio para los jóvenes. Una radio para escuchar y disfrutar. Una radio de ellos, por ellos y para ellos. Una radio que fuera su referente. Pero añadiendo un novedoso concepto, el de confeccionar las listas con los temas musicales más escuchados.



1.-  Para usted la música es...

«Felicidad».

2.-  Siempre procuro indagar sobre los personajes a los que voy a entrevistar. De usted, todos sin excepción, me han dicho lo mismo: un tipo discreto, sencillo, al que no le gusta alardear ni presumir de nada y que no concede entrevistas. ¿Es usted una rara avis dentro de esta profesión?

(Risas)

«Pues no lo sé. Soy como soy. La verdad es que nunca me ha gustado montar numeritos. Soy más bien seriecito, no me meto en líos y procuro no llamar la atención».

3.- ¿Soñó alguna vez que pasaría a la historia como el inventor del formato musical más brillante jamás creado? Hablamos de Los 40 principales, claro.

«Pues yo te diría que sí. Cuando yo empezaba en la radio con Tomás Martín Blanco, un día me vino con un papel así muy grande titulado “Maltranilla musical” y era una especie de periódico musical y en él había escrita una entrevista imaginaria conmigo en la que Tomás me decía que terminaría siendo el amo de la música en España. Y desde ese momento yo me lo creí. Y trabajé en base a esas palabras. Y me afané  mucho con el objetivo de ser un tío importante en la música».

Le pregunto por ese periódico, si era de uso interno para la emisora o se vendía y me responde:

«No, no, nada de eso. Era como un mural que Tomás hizo expresamente para mí, un regalo con un vaticinio dentro».




4.- La radio ha perdido corazón, pasión y frescura. Y eso yo lo traslado a casi todo. Parece que solo prima la inmediatez, el dichoso dinero y los éxitos perecederos. Ya no hay una factoría de canciones que vayan a convertirse en himnos generacionales. Es una opinión  personal, pero me gustaría saber si usted la comparte.

"LA RADIO HA PERDIDO HUMANIDAD Y

 CORAZÓN"



« ¡Absolutamente! La radio ha perdido corazón, ha perdido humanidad, ha perdido amor a la profesión. Cuando trabajábamos nosotros, nos reuníamos todos los martes 20 o 30 personas, escuchábamos los temas y entre todos decidíamos, siempre a golpe de corazón, si era bueno, si era malo, si había que apoyarlo o no. Y al final toda esta gente volvía a sus emisoras y defendía con entusiasmo esas canciones. Los DJs tenían alma y vocación y eso el oyente lo percibía. Eso se ha perdido completamente. Hoy lo deciden unos señores suecos que hacen unas encuestas y te imponen lo que debe sonar. Y entonces los DJs actuales ponen lo que se les ordena. Son voces vacías, que no transmiten nada, ni pintan nada. Antes era TU disco, TU decisión, TU intuición…Te sentías responsable del éxito, porque formabas parte de él ».

Le interrumpo para preguntarle si esos pálpitos funcionaban a menudo y en qué porcentaje y me responde con impulsividad, para luego dar un pequeño paso atrás.

« ¡Funcionan siempre, al cien por cien! Bueno…vamos a decir que había un pequeño margen de error »  Risas.

«Te voy a contar un caso. Mecano y el tema Hoy no me puedo levantar. Lo ponemos y está una semana, dos, y a la tercera lo quitamos porque  no estaba ocurriendo nada, estaba pasando inadvertido. A la cuarta semana viene Luis Merino de Valencia y nos dice que ese tema está pegando muy fuerte en las discotecas, que lo baila todo el mundo. Y decidimos incluirlo de nuevo y fue un éxito. También pasaba al revés. Apostabas por un tema que te fascinaba y no funcionaba. Te pongo un ejemplo maravilloso con Adriano Celentano que me encanta. Recibo una llamada de su director de promoción y me dice que viene a Madrid a grabar en español El árbol de 30 pisos y me invitó a la grabación. Allí me fui como loco. Toda la tarde grabando durante horas, yo incluso le cambié alguna palabra, involucrado al mil por mil. Cuando llego al estudio se lo enseño a mi equipo y todos me miraban raro. Yo lo había escuchado 400 veces y estaba enamorado del tema, pero a mi gente no le gustó. Bueno, pues me empeñé; una semana, dos, tres, cuatro, cinco…disco rojo y no se vendió ni uno. Es el ejemplo más significativo de fracaso que he vivido. Debo decir que con esa canción en concreto me empeñé, sacando a relucir mi condición de jefe, pero es un suceso aislado. Siempre hacía caso a mi equipo. Si éramos 30 y 28 opinaban lo mismo, yo pensaba: 28 tíos no pueden estar equivocados.


5. - Dígame un momento absolutamente feliz que destacaría dentro de toda su trayectoria profesional y otro que le gustaría borrar de la memoria.

«Uy, feliz, feliz tengo varios. Te diré uno: el festival de la isla de Wight, en el Reino Unido, año 1969. Disfruté tanto…Fui solo y me situé ahí en primera línea junto a todos los fotógrafos. Fueron tres días de música casi las 24 del día, de compañerismo con la gente, fue un disfrute increíble. Cuando se terminaba a las cuatro de la mañana, me metía en mi coche con la calefacción porque hacía un frío tremendo. ¿Y algún suceso para borrar? Pues he sido muy afortunado, porque en la radio no me han hecho putadas. Pero te diré el día de mayor tristeza para mí. Fue con Los Bravos. Ese grupo lo hicimos nosotros; el nombre, el lanzamiento, el apoyo…todo. Fue penoso porque me los encontré un día en un restaurante y me negaron el saludo por una pequeña crítica que había hecho en el programa. Me fui del restaurante sin cenar y con una tristeza enorme ».

6.- ¿Cuáles son las tres piedras angulares por las que se rige en su vida?

«Lo más bonito en la vida es tratar de hacer feliz a esa media docena de personas importantes que rodean tu vida, eso lo primero. Lo segundo no hacer daño a nadie, al menos de forma consciente y lo tercero trabajar para que el oyente sea feliz».

"¿QUÉ CÓMO ME LLEVO CON ABELLÁN?

 SENCILLAMENTE, NO ME LLEVO"



7.- Los 40 principales no era solo un programa discográfico, sino una escuela de talento radiofónico de la que han surgido multitud de comunicadores. ¿De cuántos se siente satisfecho y de cuántos lamenta haberles dado una oportunidad?

«Me siento satisfecho de todos… ».

Al escuchar eso, salto como un resorte y le digo que si va a mantener la línea editorial de lo políticamente correcto durante toda la entrevista, no me interesa. Quiero nombres.

« El mejor para mí, José Antonio Abellán»

Le miro con cierta incredulidad y yo misma repito: ¿el mejor, Abellán? Ahí me matiza.

«El mejor comunicador para gente joven. Luego será lo que sea, pero… ».

Le vuelvo a interrumpir: ¿Cómo se lleva con él?, le pregunto.

«Uff, no me llevo. Date cuenta que yo me marché de la Cope por su culpa. Hombre, que si me lo encuentro no le niego el saludo, porque no está uno para perder el tiempo odiando a la gente, pero sería cortesía mal disimulada. Te diré una cosa: yo el día que me jubilé me dije a mí mismo que a partir de ese momento, todos eran amigos. A mi edad, ya me da igual todo ».


¿Por cierto, qué años tiene usted?, le pregunto y me dice que 67. Yo le respondo que no me cuente cuentos, porque eso no es verdad. No es que conozca el dato, pero echar cuentas sabemos todos y la cifra no me sale ni haciendo trampas. Nos reímos a carcajadas.

«Claro que no es verdad, pero no te lo voy a decir. No se lo digo ni a mi hijo. Hace más de 20 años que no confieso mi edad».

No sé si la no confesión se corresponde con un asunto de coquetería masculina o por seguir manteniendo casi en secreto todos los datos que rodean su vida profesional. Pienso que esta entrevista está siendo distendida, amable y enriquecedora, pero sumamente agotadora para mí. Él no me lo pone fácil a la hora de dispensar información novedosa. No puedo tacharlo de inabordable, porque sin conocerme de nada, ha accedido con amabilidad a esta entrevista sin pedirme antes las preguntas que iba a formularle, y yo eso lo agradezco con rotundidad, pero sí es cierto que desgrana la información con cuentagotas, midiendo cada palabra que pronuncia con la precisión quirúrgica de un bisturí. Hace rato que sé que no me va a contar nada de lo que quiero saber, pero no pienso relajarme. Mi obligación es convertir esta entrevista es especial, única y muy leída. Y si puede ser  en objeto de culto, tanto mejor.


8.- Cuando uno llega a lo más alto en la cota de popularidad y de poder, como es su caso, ¿cuál es la fórmula para domesticar el ego y no terminar siendo engullido por la vanidad?

«La fórmula es pensar que estás ahí porque te ha tocado, porque le podía haber tocado a otro. Siempre he procurado no ser un chulito. No es fácil, porque todo lo que te rodea es justo lo contrario. Hay gente de aquella época a la que me encuentro y me saludan con un “Hola, jefe”, treinta años después. Eso es lo que me llena de orgullo. Cada uno es como es. Igual son cosas de los de Chamberí, Cantón independiente de Chamberí».

Risas.

9.-  ¿A quién conoce usted que debería entrevistar yo?

«Uff, hombre hay mucha gente que te recomendaría. Pero yo te diría Miguel Ríos».


"TENGO UNA CUENTA SECRETA EN TWITTER EN

 LA QUE ME DESAHOGO A GUSTO"



10.-  Un día normal en la vida de Rafael Revert es…

«Pues ahora, en mi momento actual de persona retirada, me levanto, pronto no, porque me acuesto tarde, desayuno y me subo al despacho para contestar correos y mensajes, me meto en Internet y consulto mis páginas favoritas: el tiempo, el Real Madrid, mi cuenta en Twitter…».

¡Cómo! ¿Qué tiene una cuenta en Twitter?, le pregunto extrañada. Pero si he consultado todas las redes sociales en busca de su nombre y la única que he encontrado es en Facebook y muy poco utilizada. Se ríe, con una sonrisa traviesa y nerviosa que yo interpreto como preludio de alguna revelación “canallescamente” encantadora. Mi olfato no falla.

 «Sí, sí, tengo una cuenta en Twitter. Pero no te voy a decir el seudónimo con el que tuiteo ».

¿Tampoco me va a desvelar ese dato? Ni la edad, ni sus redes sociales… ¿qué será lo próximo? Entonces… ¿para qué he venido hasta aquí?, le digo entre risas, pero la verdad es que comienza a brotarme la frustración y un cierto enojo. A estas alturas, entre el misterio de su fecha de nacimiento y su cuenta apócrifa en Twitter, empiezo a dudar de mis capacidades periodísticas y lo que es peor, de mi propio encanto femenino.

«No te la puedo decir, porque si te digo el nombre, ya la hemos liado. Ahí me desahogo con todo el que quiero y lo pongo a parir. Cosas de fútbol, de política…Me cago en todo ».

Visto que no voy a poder sonsacarle nada más, volvemos a navegar por las apacibles aguas de lo que supone su día a día actual. Le pregunto por el golf, porque me han soplado que iba a jugar varias veces a la semana.

«He jugado mucho, sí. Pero desde que me atacó una ciática tremenda, ya no voy prácticamente. Me afectó a una vértebra y el médico me advirtió que podía ir a peor y perjudicar a la columna vertebral. Me acojonó y lo dejé. Y luego tengo manías mías. Por ejemplo todos los días a las 15,00 y a las 22,00 me veo una película, así por sistema ».


11.- Con la experiencia que tiene ahora y desde la perspectiva que solo es capaz de otorgar el tiempo, ¿qué cosas no volvería a hacer?

«Volvería a hacer lo mismo. No tengo cosas que lamentar ».

12.- Muchos de los artistas que hoy triunfan apoteósicamente, no estarían ahí si no fuera por usted. Algunos jamás hubieran llegado y otros, de llegar, lo hubiesen hecho con mucha más dificultad o nunca. Una vez encumbrados, ¿la gente tiene memoria o por el contrario prima la ingratitud y el olvido?

« Pues yo debo decirte que la gente tiene memoria para bien. Siempre que me encuentro a alguno, nos saludamos con alegría y cariño. Hace poco vino un amigo de mi hijo al que le encanta Carlos Segarra, de Los Rebeldes. Le dije que si quería podía ponerle en comunicación con él. Llamé a Carlos, hacía veinte años que no hablaba con él. Le dije: “Carlos, soy Rafa Revert” y él me respondió con un: “Coño, Rafa, qué alegría tu llamada”. Estuvo cariñoso, encantador… Igual que si hubiéramos hablado anteayer. Y eso tiene  mucho mérito, porque yo ahora no soy nadie. Al final resultó que tocaba esa misma semana en las fiestas de Pozuelo, al lado de mi casa, y nos invitó a que fuéramos a verle.».

"FUI EL ÚNICO PERIODISTA ESPAÑOL QUE 

ESTUVO CUBRIENDO EL ENTIERRO DE ELVIS"


13.- Cuénteme los motivos y detalles que hicieron que usted estuviera en Memphis asistiendo al entierro de Elvis. Por cierto, el único periodista español que asistió.


«Yo estaba de vacaciones en EE.UU. Todos los años iba en verano un mes. Esa mañana puse la radio y escuché que se había muerto Elvis. Pero como mi inglés es una pena, pensé que había entendido mal. Me informé bien y efectivamente, así era. Así que, me fui rápidamente al aeropuerto a coger un avión camino de Memphis. Llego a la puerta de su casa, me identifico y me dicen que puedo pasar, pero solo hasta el jardín. De ver a Elvis, nada de nada. Y allí estuvimos pues unos 60 o 70 periodistas viendo como entraban y salían cientos y cientos de coches y personas durante horas. Al llegar la noche, uno de los periodistas, que era oriundo de allí, me dijo que si quería ir a su casa a dormir un rato, detalle que agradecí muchísimo. Dormimos 5 o 6 horas y al día siguiente vuelta a lo mismo. Ya ese día tenían preparados unos autobuses para todos nosotros y nos llevaron al cementerio. Nos colocaron muy lejos, veíamos todo, pero como a quinientos metros. Aun así, era un privilegio. Yo llamaba a la SER tres o cuatro veces al día para dar el parte de todo lo que ocurría. Mi pena con todo esto es que hasta tres veces había sido invitado para verle actuar en directo. Nunca pude porque me coincidió con otras cosas y después lo lamenté mucho. ¡Quién iba a pensar que moriría tan joven! ».

14.- Ponga en orden de importancia a su llegada a la radio estos tres nombres y el motivo para colocarlos así: Tomás Martín Blanco, Raúl Matas y Ángel Álvarez.

« Te los voy a colocar por orden de aparición en escena… ».

Vuelvo a saltar y no le dejo terminar. ¡No! El orden de aparición ya lo sé yo, no hace falta que me lo diga. La pregunta es otra y quiero una respuesta.
Porque soy peleona e inconformista, pero cualquier otra habría sucumbido ya a ese intento subrepticio de querer ser entrevistador y entrevistado a la vez para conseguir moldear la entrevista a su gusto, pero no al mío. En cualquier caso me es imposible enfadarme con él; es afectuoso, cercano, se ríe mucho conmigo cuando le “riño” y cuenta con un aspecto campechano y encantador. Todo ello me conduce más a empatizar con él que a salir corriendo de allí. Como me ve un poco enfadada, destensa la cuerda y me regala una pequeña victoria.

«Está bien... El primero, Tomás Martín Blanco. Mi primer jefe importante y un hombre con el que aprendí muchísimo. Un comunicador extraordinario. Segundo, Ángel Álvarez, también fue mi jefe y con él empecé en la música. Con él hice el programa Caravana Musical del que acabé siendo el tesorero y estuve con él 4 años. Y el tercero,  Raúl Matas. Nunca trabajé con él, pero yo cuando me reunía con Ángel, le escribía a Raúl todas las semanas para que le mandara las diez canciones favoritas y yo le enviaba todo discos americanos. Y un día me manda a la emisora y me presento a Raúl: “Hola, soy Rafael Revert”. Y Raúl me mira y me dice: “Tú eres el Revert ese que me manda esa carta todas las semanas que nos jode toda la programación” Ellos hacían una lista con los votos y claro tenían que poner diez títulos que no votaba nadie más que yo. Era un tío trabajador, encantador, muy útil. Siempre me lo encontraba en el Festival de Viña del Mar  ».

15.- Se lanza a la creación de Cadena 100 tras su marcha de Los 40 principales. ¿Fue esta marcha traumática o deseada? ¿Cuáles fueron los motivos para tomar una decisión tan importante como aquella?

«Pues mira, te diré el motivo. En la SER siempre había hecho lo que me daba la gana. Yo tomaba las decisiones en lo que a música se refería. Un día tomé una en concreto y fue revocada por el nuevo director y eso me sentó fatal. Hubo una persona que hizo un trabajo y yo me comprometí a pagarle una cantidad. Y me dicen que les parece mucho. Hablé con el tipo al que se le debía el dinero y le conté lo que había. Él decidió  ir a hablar en persona con el director y, con toda elegancia le dijo: “Quedaos con todo lo que me debéis. Os lo regalo”. Y se marchó. Aquello a mí me dejo muy tocado. En ese momento se habían ido Galdón y Planas a la Cope, y ellos me insistían en que me fuera para allá. De todas formas yo ya no estaba cómodo. Y entre la incomodidad y las tentaciones para que me marchara, tomé la decisión. ».

¿Es cierto que Joaquín Luqui estuvo a punto de marcharse con usted y le convencieron de que se quedara con una subida de sueldo?

«Peor fue lo de Merino. Le ofrezco venirse conmigo, crear una sociedad y el 30 por ciento para él. Vamos una cena de despedida de Rafael de Benito y esa misma noche le digo a Merino: "Mañana a las 10 en el notario para firmar las escrituras". Me llama al día siguiente a las 9,30 de la mañana y me dice que se queda en la SER. Ya me lo había advertido Galdón que tenía mucha vista para esas cosas: “Cuidado con él, ese tío te va a traicionar”. Y así fue. Y  en cuanto a Luqui se venía conmigo seguro porque ya lo habíamos pactado, pero le engañaron como a un tonto. Le ofrecieron hacer varios programas más, subida de sueldo… y finalmente nada de nada. Tiempo después me llamó y me dijo que estaba muy descontento. Yo le dije que conmigo siempre tendría un micro para lo que quisiera, cuando quisiera. Eso sí, yo no podía pagarle al mismo nivel. Así quedamos, pasó el tiempo y no me dijo nada. Yo le llamé dos días antes de mi boda y le dije que quedábamos emplazados para hablar a mi vuelta del viaje de novios. Estando yo en Sonora de luna de miel, me llaman y me dicen que había fallecido. A Joaquín yo le tenía un cariño especial, un gran amigo, una gran persona. Carismático como pocos y con una voz inconfundible. Una pérdida irreparable».





16.-  Dígame, ¿es verdad que la Movida madrileña tuvo su oportunidad de oro cuando en 1983 las grandes compañías discográficas se negaron a entregar discos de promoción a la SER y usted tomó la decisión de abrir la programación a los independientes?

«No es así. O yo no lo recuerdo de esa manera. A los independientes nunca se les negó la entrada».

Pero hubo un momento en que las grandes compañías se negaron a entregar discos…

«Pero es otra la verdad. Era una putada. Porque es cierto que se negaban a entregar los discos, pero me los enviaban a mi casa. Y yo tenía que coger las putas cajas y cargarlas hasta la radio. No los entregaban en la emisora, sino que se los enviaban a Rafael Revert a su domicilio particular. Tengo una anécdota muy graciosa. Un día me llega un disco de Aviador Dro con una hoja de promoción que decía no sé qué de la mierda de Los 40 principales…Llamo a la compañía a ver qué es esto. Hablo con el director Servando Carballar y me dice que es una equivocación, que ya lo ha quitado de todos los sitios, en fin, un poco avergonzado me pide perdón. Me llevo el disco, que me gustaba un huevo, y lo empiezo a poner y claro, fue un éxito. Es decir, la puerta a los independientes siempre estuvo abierta, es más, me caen mejor, pero la mayoría de las veces,  ni te enviaban los discos».

17.-  Ya no hay prescriptores, no hay directores que vean un futuro éxito en una grabación recién editada. Por no haber, ya no hay ni discos en las tiendas, pero tampoco audiencia porque han emigrado a las playlists on line. ¿Cree que los call-outs ( las encuestas telefónicas) han matado el espíritu de la programación musical de la radio?

«Absolutamente. Han acabado con la decisión de los posibles prescriptores. Los Djs hacen todo sin ningún amor, sin entusiasmo, sin ganas. Les dan una lista con lo que deben poner y listo; eso es todo lo que hacen ».


18.- Dígame los nombres de los artistas de los que se siente orgulloso de haber sido parte esencial para su éxito y uno que considere un patinazo.

«Parte esencial, de todos. Destacaría Mecano, Mari Trini, Los Bravos, Los Brincos, Miguel Ríos, Hombres G, Radio Futura. Y patinazo, pues no caigo en ninguno ».

A estas alturas de la entrevista ya sé que no se va comprometer en ciertas respuestas, por lo tanto, no insisto. Pienso para mí que habrá habido más de un patinazo, que por otra parte es lo lógico en una carrera tan dilatada como la suya, pero Revert es, ante todo, frugal en sus declaraciones y políticamente correcto. A mi modo de ver, en exceso. Pero, por supuesto, es una opinión subjetiva. Yo creo que con elegancia, todo se puede decir. 

19.- Soy una advenediza en esta profesión, una recién llegada por esos caprichos del destino. Dígame tres consejos básicos que me daría para transitar por ella con inteligencia, pero sin perder por el camino la honestidad ni la honradez.

«Que utilices el corazón más que la cabeza. Que cuando llegues a ser una tía importante, que lo serás, no te lo creas».

Yo le digo que es imposible que yo llegue a ser alguien importante. Mis ambiciones se sitúan en la orilla de lo humano y en el crecimiento profesional y personal,  no me interesa medrar a costa del "todo vale" con el único objetivo de un interés crematístico.

20.- Y finalmente ¿en cuál de estas aventuras al amor por la música considera que ha conseguido el mejor hándicap del recorrido?

«Con los 40 está claro. Mis mayores éxitos y mi mayor disfrute han estado vinculados a esa época»

1.- Una canción a la que vuelve una y otra vez, por el motivo que sea. Esa que podría ser su epitafio, la banda sonora de su vida o su plan B.

« Good morning, Captain del grupo Fendermen, porque fue la  primera canción que me entusiasmó en mi vida. Es un tema que escucho desde que tenía 12 o 13 años y a día de hoy sigo haciéndolo».


Nos hacemos fotos y me despido de él dándole las gracias por este rato tan agradable. Un tipo muy interesante, tímido y con un afán sano por ver siempre el vaso medio lleno y resaltar la parte positiva de cada situación; espero poder coincidir en otra ocasión. Me hizo una medio promesa que le pienso reclamar. Esa ya os la contaré otro día. Decía al principio que hay muy poca información sobre él en las redes, entre otras razones porque no es amigo de las entrevistas. Entiendo ahora el porqué. Creo que vosotros también llegaréis a la misma conclusión que yo, si habéis sido capaces de leer hasta aquí. O no...


Autora de la entrevista: Susana Cañil
Todos los derechos reservados








miércoles, 4 de septiembre de 2019

LA DESPEDIDA





Me la encontré en el metro hace unos años. Fue ella la que al reconocerme elevó mi nombre por encima de la contaminación acústica que suele imperar durante la hora punta del metro madrileño, mientras yo recorría con premura uno de esos interminables pasillos subterráneos plagados de almas anónimas con mucha prisa y escasa paciencia. Volvía a casa tras una larga jornada de trabajo. Al escuchar mi nombre la miré, y pensé que se había equivocado, pero ante su insistencia, me paré. La escruté de arriba abajo, rebuscando en los compartimentos de mi memoria para tratar de ubicarla, pero no daba con la pista. Estaba a punto de irme, cuando aterricé en sus ojos. Enormes, de un verde sin inventar y larguísimas pestañas; algo en ella me resultaba familiar… Soy Ana, ¿te acuerdas?, me dijo sonriendo con cara de felicidad.



¡Claro! En ese momento caí en la cuenta. Ella sí me identificó. Yo a ella no la hubiese reconocido jamás. Debió notar mi cara de perplejidad, porque enseguida justificó su terrible cambio físico.

Ana fue de esas amigas con las que forjas una sólida amistad de adolescencia. Nos conocimos a través de un primo suyo, compañero mío de colegio. Yo tenía 16 y ella me sacaba unos 5 años. Pero eso nunca supuso una brecha en nuestra relación, más bien todo lo contrario. Al ser mayor que yo, su grupo de amigos también se movía en la misma frecuencia, lo que para mí resultaba divertido y enriquecedor. Fueron años felices de compartir tardes de patinaje sobre hielo, excursiones, conciertos, días estivales en la piscina, confidencias, enfados y decepciones. Éramos casi inseparables. Nos repetíamos como un mantra  que seríamos amigas para siempre. De ahí pasamos a nuestros primeros novietes, situación que trajo enhebrados los  primeros indicios de cisma perfumados de desencanto. Ana era una chica lista, con ansias de superación, leal, honesta y con un físico de modelo que quitaba el hipo. A su lado, yo era un patito feo. 

Pero adolecía de autoestima, carencia por la que tuvo que pagar un peaje carísimo. Provenía de una familia honrada, pero bastante humilde, que vivía en un barrio periférico y conflictivo de Madrid. En contra de su voluntad, tuvo que abandonar los estudios muy temprano y ponerse a trabajar como asistenta en casa de un conocido político de la época. Primaba alimentar al estómago antes que al intelecto, por pura supervivencia familiar.  Le tocó la lotería, porque el señor era honrado, íntegro y un caballero. Inteligente como era, percibió rápidamente las posibilidades de mi amiga y se ofreció a sufragarle los estudios, con la condición de que siguiera atendiendo su casa. Yo, por supuesto, no solo me alegré, sino que la alenté a seguir por ese camino.

Nuestra amistad seguía en pie, aunque maltrecha. Ya se palpaba un distanciamiento que nada tenía que ver con el cariño y la lealtad que nos profesábamos, pero sí, y mucho, con el contraste de inquietudes, planes de futuro y conductas éticas que nos posicionaban en las antípodas, sin remisión.
Un día conoció a un chico por el que, de la noche a la mañana, se volvió loca. El tipo era guapo a rabiar, pero a mí me produjo un rechazo inmediato. Siempre he tenido un radar al que yo apodo el 3G, genuino, geométrico y garante, que hace saltar todas mis alarmas ante cierto tipo de individuos, sin margen posible de error. Este era uno de esos casos. Tras su espectacular carcasa, yo vislumbré en unos días lo que ella tardó media vida en ver y la otra media en reconocer. Era un chulo de libro: controlador, celoso, ruin, holgazán y con adicciones; lo que viene a ser una joyita. Advertí a mi amiga de lo que se le venía encima y toleró mis injerencias durante un breve espacio de tiempo, solo por respeto a nuestra ya casi extinta amistad. Cuando él logró sus propósitos, que dejara sus estudios y apartarla de la “mala influencia” que era yo, entró por la puerta grande a un infierno de dimensiones espeluznantes. Ya de novios comenzaron las palizas, después la introdujo en el alcohol y las drogas y finalmente, la dejó embarazada. Y todo en tiempo record. Su entorno al completo, familia y amigos, cerramos filas en torno a ella y pusimos el mayor énfasis en ayudarla a salir de allí. Hasta su jefe quiso intervenir, pero todos nuestros empeños resultaron infructuosos.

Cuando se casó con él, yo me alejé para siempre de ella con plena conciencia y mucho dolor. Tiempo después desfiló el resto de sus amigos, consumidos por sus negativas a dejarse ayudar, hasta que se quedó completamente sola.  Hice lo que buenamente pude, pero cada uno es gerente de su propio albedrío y yo no estaba dispuesta a dejarme arrastrar a su peligroso abismo.
Por amigos comunes me enteré después de que fue madre de dos hijas, que él nunca trabajó y siempre vivió a su costa, y que los golpes continuaron. Nunca más supe de ella ni quise.

Me contó todo el drama de lo que había sido su existencia un día de invierno, en una estación cualquiera de metro, en medio de un ir y venir de una muchedumbre ajena, lo que revestía a la escena de algo lúgubre y anacrónico. Seguía siendo muy joven, pero ya no quedaba vestigio alguno de la beldad que fue, a excepción de su mirada esmeralda. Había dejado el alcohol y las drogas y se había divorciado de ese ser indeseable. Parece que, por fin, reunió el valor necesario para dar el paso, pero los daños eran incalculables. Llegaba tarde a casi todo. Ver su deterioro exterior, era solo la punta de iceberg. Me pidió el teléfono y vernos para tomar un café, con ánimo de retomar la amistad. Le dije que no sin pestañear. Hacía tres vidas que Ana había dejado de formar parte de mis amistades. Mi núcleo duro ya estaba formado y no había sitio para ella. Cada una eligió una senda. No digo que la mía haya estado exenta de errores pero, desde luego, nunca hubo, ni habrá, saltos al vacío que pongan en juego mi vida, mis principios ni mi dignidad. Me despedí de aquella desconocida que durante unos minutos, sin aviso ni permiso, había invadido mi  tranquilidad. Hay personas con las que te reencuentras tras mucho tiempo y tiñen de sombras tu recuerdo. Y el suyo.

Hoy, casi diez años después de aquel encuentro fortuito, me entero de que ha fallecido. Puede que haya sido de desabrigo, de tristura, de soledad, de los efectos de las sustancias que durante años formaron parte de su rutina, de las palizas que permitió o de nada de eso. O de todo a la vez. Tal vez estaba exhausta de tanto sobrevivir. Todo lo que hacemos, y lo que dejamos de hacer, imprime su huella y pasa factura. Entre el destino y el desatino solo hay una letra que marca la diferencia. ¡Pero menuda diferencia!

Autora del texto: @susanacanil

Todos los derechos reservados