SIEMPRE
TUVIMOS HÉROES de Javier Santamarta del
Pozo
Hay libros que quedan
bonitos a la vista expuestos en cualquier estantería de tu casa. Hay libros
para leer e inmediatamente expatriarlos al último rincón oscuro de esa misma
estantería. Hay libros que necesitas tener siempre a mano y hay libros que deseas
olvidar, pero no puedes. Hay libros… Hay libros para todo y para todos. Luego
existe ese pequeño puñado de joyas que yo reservo para que descansen a mi lado
en la mesilla de noche; los especiales. Aquellos que por motivos que nadie más
que yo entendería, se han ganado esa posición privilegiada. Siempre tuvimos héroes. La impagable
aportación de España al humanitarismo, es uno de ellos.
Este ensayo, escrito por
Javier Santamarta, llega en un momento ideal. Y me atrevería a decir que para todos. En esta época convulsa que
sufrimos en nuestro país, en la que el patriotismo brilla por su ausencia y
todos, en mayor o menor medida, nos hemos vueltos unos descreídos, este libro
logra que nos sintamos orgullosos de ser españoles, de nuestras raíces y de
todos esos héroes casi desconocidos que Santamarta rescata a través de su
experta pluma y gracias a su vasto conocimiento en el tema que nos ocupa. No en
vano lleva años trabajando en ayuda humanitaria en todas sus vertientes; tanto
en trabajo de campo, estando presente en varios conflictos internacionales, y
como experto dando conferencias y formación a civiles y militares.
El libro aporta otra visión,
al mundo y al propio lector, de la
valiosa contribución de España en gestas humanas, dejando a un lado, por una vez, las
hazañas bélicas. No ha debido ser nada fácil para el escritor escoger las
que finalmente aparecen; hay muchas, bastantes más de las que nos imaginamos.
Santamarta selecciona 13 (ese número que a mí me encanta y me da buena suerte)
y nos lleva de paseo por casi mil años de historia. En concreto, desde 1.085
hasta 1.971. Ahí es nada.
¿A quiénes nos vamos a
encontrar? Personajes como el cirujano
Fidel Pagés, un genio de la medicina española descubridor de la anestesia
metamérica, mundialmente conocida después
como anestesia epidural que tantas alegrías nos ha dado. Su prematura muerte a
los 36 años en un accidente de tráfico, deja el descubrimiento en el olvido, lo
que aprovecha un avispado médico italiano para “apropiarse” de él. Por fortuna,
con el tiempo se le ha reconocido el descubrimiento, aunque su nombre nunca ha
ocupado el lugar que merecía.
Carmen de Angoloti, Duquesa
de la Victoria. Reconozco sin pudor que la primera vez que escuché este nombre
fue hace unos meses en una serie de televisión en la que, con el desastre de
Annual de fondo, nos contaban la historia de las que fueron las primeras damas
enfermeras de la Cruz Roja. Una aristócrata que no dudó en salir de su cómoda
zona de confort para acudir al frente y jugarse la vida atendiendo a los
soldados y protegiendo a todas las enfermeras que le acompañaban y estaban a su
cargo. Una mujer fuerte, decidida, de principios sólidos y espíritu de entrega,
digna de admiración. La serie me la descubrió (aunque almibarada, no le resto la parte del mérito que tiene) y con el libro he ahondado en la vida de esta gran dama que sin duda alguna hoy, sería una emprendedora de éxito.
No solo aparecen personajes en el
libro, también instituciones como la Oficina Pro Cautivos, un innovador proyecto humanitario cuyo fin
era obtener información, en muchos casos removiendo cielo y tierra, sobre la
situación en la que se encontraban militares o civiles en zonas de guerra y de
este modo poder transmitir los resultados a todos los familiares, desesperados
por saber si estaban vivos, muertos, presos o desaparecidos durante la Primera Guerra Mundial.
El organismo
fue fundado y puesto en marcha por el Rey Alfonso XIII y costeado íntegramente
a través de su patrimonio personal y se convirtió para el monarca en una
causa propia desde el principio.
Y así hasta
trece.
Santamarta
me cuenta algunas anécdotas vividas con este libro. Por ejemplo que mientras
investigaba sobre la Oficina Pro Cautivos se topó con otro escritor, Jorge
Díaz, que acababa de publicar Cartas a
Palacio su novela más conocida, en la que justo nos descubría un hecho histórico tan fascinante como desconocido para la mayoría. De ahí nace una
amistad entre los dos (después me añadiría yo) que sigue vigente.
Javier Santamarta, Jorge Díaz y Susana Cañil. |
Igualmente
ha tenido el privilegio de poder charlar e intercambiar información con los
descendientes de algunos de sus personajes. Aunque Javier ha dedicado muchos
meses a investigar y contrastar información al objeto de poder plasmarla de la forma
más rigurosa posible, el hecho de recabar
datos de primera mano, además de un deleite para él a nivel personal, añade
al libro un plus de exquisitez difícilmente superable.
Politólogo,
experto en Historia y en protocolo, Santamarta podría haber escrito un libro
denso y pesado, de esos que escriben algunos escritores por y para ellos en
donde queda reflejada la sabiduría infinita que les separa del resto de los
mortales, pero que suele resultar, en casi todos los casos, infumable para el
lector. No ha sido así. Dejando a un lado la cuota de vanidad que todos
los que juntamos palabras poseemos, él ha tenido la visión y la inteligencia de
permitir leer el libro, antes de su publicación, a personas con el conocimiento
justo de Historia con el fin de que, una vez en manos del lector final, pudiera ser leído con ganas, facilidad e interés y sin
tener que recurrir a una enciclopedia o a "San Google" para desentrañar su significado. De
esta manera, en mi opinión, lo convierte en ágil, ameno y fresco, sin perder ni
un ápice de su misión didáctica. Un libro destinado a un público amplio y heterogéneo; cien por cien recomendable para personas de entre
12 y 100 años.
El broche de oro queda a cargo de esas maravillosas fotografías alusivas que acompañan a cada uno de los capítulos y que establecen la frontera entre lo que podría haber sido un libro más y lo que es en realidad; una verdadera alhaja.
Hay que
agradecer al autor el rescatar de un injusto olvido a todos estos maravillosos
personajes, héroes anónimos, que al terminar de leer el libro, nos harán recordar, o reforzar, lo orgullosos que tenemos que estar de ser españoles.
- ¿Habrá una
segunda parte? – le pregunto a Javier.
- Sería una
buena idea –me dice.
Y con esa
respuesta flotando en el aire, me voy corriendo a escribir la reseña que hoy
estáis leyendo.