En mi entrada de hoy os voy a contar una anécdota personal que ilustra
la foto que acompaño al texto. Mi amigo del alma, Miguel Ángel Sánchez, me
acompañaba ese día y puede dar fe de que lo que cuento es real.
Octubre del año pasado. Ciudad: Barcelona.
Liber, feria de las editoriales.
Para todo aquel que lo desconozca, allí solo
acceden las editoriales. Los autores no podemos entrar, teóricamente, claro.
A mi amigo si le invitan y yo me cuelo en la
fiesta, igual que en la canción de Mecano. ¡¡Qué sabe nadie si soy editora,
autora o domadora de fieras!!! Lo importante de todo esto es que ya me estoy
saltando las normas. Y disfruto con ello. Y mi amigo, ni os cuento.
Llevo unas diez carpetas, perfectamente
encuadernadas y que me han costado un pastón. Pero yo soy así, si hago algo, lo
hago bien. Las carpetas son voluminosas. Contienen las primeras páginas de mi
nueva novela (debidamente registrada), mi Cv, fotos de la autora realizadas en
estudio y una recopilación de todas mis apariciones en prensa y radio, además
de las reseñas de Espérame en París más relevantes. Todo ello, por supuesto, en
color. Nada de “cutreces” en blanco y negro.
Mi amigo y yo llevamos una selección hecha de las
editoriales que nos interesan y que voy entregando en cada caseta. Esto no es
llegar y besar el santo. Hay que saber a quién entregas ese material, para
posteriormente contactar con él/ella, y en ocasiones, la persona adecuada está
reunida o no está. Resumiendo, dos días sin parar.
Hay una editorial, y no voy a decir su nombre, a la
que ya entregué el año anterior Espérame en París, y de la cual no obtuve ni
siquiera un mensaje escrito, ni para bien ni para mal. Si me parece importante
que un correo o un mensaje sean contestados, os podéis hacer una idea de lo que
me puede parecer que dejes en manos de un desconocido un material tan delicado
y que no tengan ni la decencia ni la educación de contestar. Por no hablar de profesionalidad, que esa
brillaba por su ausencia.
Como soy persona de dar segundas oportunidades,
vuelvo a insistir al año siguiente con esa misma editorial, con cierto
resquemor por mi parte, pero animada por mi amigo, cuyos consejos suelo seguir,
más que nada porque él es más pragmático que yo y menos temperamental.
Tras dos días persiguiendo al tipo que tenía que
atenderme (y os puedo asegurar que no iba a marcharme de Barcelona sin
conseguir una cita con él), al fin nos recibe con cara de perro (no sé qué me
infunde más pavor, si la gente que sonríe siempre o la que no lo hace nunca).Le
cuento la razón de mi visita y su respuesta es que yo como autora no tendría que
estar allí, que estoy utilizando conductos inapropiados y que me estoy saltando
las normas. ¡¡¡Juas!!! Me da la risa, claro.
¡Por supuesto que me estoy saltando las reglas! -
le digo. Siempre que lo considero oportuno, lo hago.
Se enfada, primero porque soy mujer y le estoy
contestando, y luego me quiere dar una lección de comportamiento, como el papá
que regaña a su hija y le reprocha una conducta supuestamente inadecuada. Mi
amigo Miguel Ángel, me mira con preocupación. Por mi expresión sabe que en
cualquier momento se va a desencadenar la Tercera Guerra Mundial. Y llegados a
este punto, estoy dispuesta a ello. No tengo nada que perder.
El sujeto (no tiene otro nombre y además es casposo
y da grima) insiste en que no va a quedarse con el manuscrito. Y yo le desafío
a él a y a su escasa paciencia indicándole que no me levanto de allí hasta que
se lo guarde en su maletín y se lo entregue a Fulanita de Tal. En este punto
cambia la expresión. ¿Cómo conozco yo ese nombre?, me pregunta el mamarracho. Pues lo conozco porque, como no podía ser de
otra manera, me he vuelto a saltar las normas para obtener esa información.
Al final, y demostrando la inteligencia justa para
pasar el día, el tipejo accede a regañadientes a quedárselo.
Nos damos la mano cordialmente, como si no hubiera
pasado nada y cuando me marcho le digo: " Si no te saltas las normas,
nunca llegas a nada". Y salgo de su diminuto territorio, mientras, de
espaldas, le digo adiós con la mano.
Nos marchamos de allí, mi amigo y yo, muy dignos,
sabiendo que jamás me contestarán, como de hecho así ha sido. Pero también con
la certidumbre de que yo no querría publicar con esa editorial ni loca. Si ese es el tipo de gente y de comportamiento que
ofrecen de cara al público, no quiero ni imaginar cómo será en privado.
Por eso siempre persigo lo que me interesa,
pregunto cuando no sé (el NO lo tengo de antemano) y procuro saltarme las
normas y buscar caminos alternativos siempre que puedo. Los demás, que hagan lo que
quieran.