Las mujeres que merecen la pena,
nunca son fáciles de entender ni sencillas en su proceder.
Ese tipo de mujeres tienen
aristas, esquinas, recovecos y meandros.
Soles y lunas. Tinieblas, negruras y albores.
Atesoran un pasado preñado
de ilusiones traspapeladas, de
catástrofes emocionales, de batallas libradas y de guerras perdidas. De sueños
profanados y anhelos logrados.
Sobradas de imaginación y
delirios, exportadoras de pasiones y expertas en cultivar la esperanza, aunque
las tormentas y las heladas jueguen en contra y casi siempre germinen derrotas.
Ellas te llevarán de paseo por
las calderas del abismo un día y al siguiente, te transportarán al Edén en un
delicioso seísmo de lujuria y placer.
Hoy tsunami y mañana quietud. Hoy
agua brava y mañana mansa.
Colonizadoras de un infierno que convierten en Olimpo por pura
supervivencia. Vendedoras de almas y almacenistas de desaciertos.
Aliadas de Lucifer o del Señor,
según requieran las circunstancias. Amigas leales, soberbias amantes,
sacrificadas madres, siempre en la cuerda floja entre lo que se debe y lo que
se quiere. Lanzarse con red o sin ella. Lo prohibido o lo aceptado. Siempre
políticamente incorrectas.
Ese tipo de mujer es colosal,
asombrosa y extraordinaria. Si es así, el camino no será fácil. Y si
es fácil, ella no será
fascinante.
Vale la pena. No te rindas.
Y si te rindes, el que no merece
la pena eres tú.
https://www.youtube.com/watch?v=FXDjUhtWc48
ResponderEliminar¿Rendirse? ¡Qué palabra tan rara!
ResponderEliminarYo nunca. Y tú?
EliminarJamás, jamás, jamás!
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