Seguidores

viernes, 17 de julio de 2015

COSAS NORMALES EN UN MUNDO ANORMAL

Me gusta dar los buenos días al vecino, cuando me lo encuentro en el garaje a las ocho de la mañana, aunque sea un antipático. Siempre saludo por sus nombres de pila al carnicero y al charcutero de mi barrio, cuando voy a hacer la compra los fines de semana. También cuando subo al autobús saludo al conductor, aunque no le conozca de nada. Doy las gracias cuando me hacen un favor, cuando me atienden en un comercio o cuando un camarero me sirve en un restaurante. 

Contesto siempre los mensajes y los correos electrónicos, lo más rápido que puedo. Pero nunca dejo nada sin responder de forma deliberada ni por dejadez. Si prometo algo, lo cumplo. Si sospecho que no voy a poder cumplirlo o que voy a tener dificultades para hacerlo, lo advierto de antemano para que nadie se llame a engaño. Lo que me cuentan en privado, se queda en el ámbito de lo privado. Si algo o alguien no me gusta, lo digo en el momento. ¿Por qué esperar? 
Procuro respetar las ideas de los demás, pero defiendo las mías con fiereza porque son mías y creo en ellas. Digo "te quiero" a diario a toda la gente que me inspira el ánimo para pronunciar esas palabras. Escribo felicitaciones de Navidad de mi puño y letra y las envío por correo postal. 

Prefiero una charla cara a cara frente a un café, con gestos, miradas y complicidad más que hablar por teléfono o escribir parcos y anodinos mensajes por whatsapp. Practico la lealtad y la fidelidad con quien se las gana. Me entrego en cuerpo y alma cuando la persona o la causa merecen la pena, aunque tenga que sufrir o morir en el intento. Detesto la mentira, la hipocresía y la impostura. Procuro no estar en deuda con nadie y por supuesto, no creo en aquello de “el fin justifica los medios”. Mi traje favorito es la pasión y de ella me visto cada día. 

¡Y claro que vendería mi alma al diablo! Pero solo por una razón. Y esa no la voy a desvelar.



Me gusta hacer cosas normales en un mundo cada vez más defectuoso, adulterado y tóxico.

9 comentarios:

  1. Suscribo todo menos el primer párrafo porque me protejo de los desconocidos con mi traje de malencarado....Ante los desconocidos siempre he preferido pasar por ser un cabrón a ser un gilipollas. ... así soy y así me muestro son modestia, jactancia ni hipocresía....gracias por ser tan sincera Susana y todos mis respetos...Fco Tomás M

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti, por leerme y buscar el tiempo para contestarme en este blog. Eso te honra.

      Eliminar
  2. Tu temperamento y tu estilo, Susana, son las de una leona... Nacida libre. Mi reconocimiento. Un gran post

    ResponderEliminar
  3. Ser capaz de hacer lo que haces tú no es algo que pueda tener encaje en la mayoría de nosotros, quizá porque nuestros sentimientos sean más retorcidos, natural o artificialmente. Eso de saludar a los vecinos... ¿En mi caso? Más bien con un gruñido y si llega, pues nada me une a ellos salvo esta penosa necesidad de convivir en colmenas de hormigón, pero quizá mi "mala educación" deviene del simple hecho de que cuando nos mudamos aquí, por tener nuestro coche la matricula que comenzaba por BI y el camión una ikurriña, se nos presentó, previa llamada telefónico-histérica, un agente de movilidad del CNP, no fuera a ser que cargáramos explosivos de ETA. Si hubiéramos sido de esos, quizá algunos habrían hecho vuelos tan baratos que ni los de Ryanair, no te jo... Como si yo pensara que todos los gallegos son narcos o algo así...

    Lo de saludar al funcionario, conductor, camarero... etc., creo que es un mínimo, aunque puede que nuestro tono de voz, afectado por el cansancio y mil cosas más que se nos pega a la piel y a los pulmones, lo desnuden de significado pleno y se mute en una fórmula hueca. Incluso le abro la puerta a la gente cuando estoy en el lado correspondiente protocolariamente habalndo, aunque alguna que otra fémina, sobre todo en épocas universitarias, me dedicó una fría mirada y, por supuesto, una sonrisa fantasma por inexistente, no despegando los labios, no fuera a ser yo el violador de la puerta. Quizá lo de abrir la puerta sea lo único que aprendí de cierto profesor de aquella.

    En fin. De todos modos, estoy convencido de que estamos en un mundo desnudo de valores, asilvestrado en el peor sentido de la palabra. Muestra clara de nuestro deterioro como especie.

    Un saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como siempre, querido Javier, acertadísimo en tus comentarios. Un beso !

      Eliminar
  4. Todo un compendio de reglas de educación y de ética social. Lo debiéramos apuntar y tener a la vista en algún sitio bien visible, para no olvidarnos de ir actuando así en la vida cotidiana. Algo tan elemental y tan sencillo como los "buenos días", "hola", "buenas tardes", acompañados, además, de una amable sonrisa, cuesta bien poco y vale mucho. Y lo triste es que se prodiga más bien poco. Y no digamos conduciendo: al volante parece como si ya no tuvieran que existir las normas de educación y cortesía.
    Y ese lema tan clarificador como es el de que "el fin no justifica los medios" debiera ser un referente, no solo para las grandes decisiones, sino también para las cuestiones más comunes de la vida. ¡Otro gallo cantaría si fuésemos capaces de aplicarlo siempre, obrando con arreglo a él hasta en las cosas más nimias!
    TSS

    ResponderEliminar

Puedes dejar aquí tu comentario