Que el mundo está plagado de
incompetentes es algo que a nadie le debería sorprender. Yo llevo media vida
bregando con este tipo de individuos y sufriendo en propia carne las
consecuencias de gente que no hace nada
o lo hace estrepitosamente mal.
Gente gris, en su mayoría,
carente de ilusiones y rodeada de mediocridades. Conformistas y desapasionados,
cuyo horizonte no va más allá de cruzar
la minúscula frontera del jardín de su
casa hasta ahogarse a diario en el océano inmenso que un despachito supone para
ellos. Personas que no arriesgan, que no
apuestan, que no luchan, que no se desvían, que no quieren conocer otras cosas,
que no se rebelan ante nada y ante nadie. ¿Para qué?
Dentro de esa categoría, están
los inofensivos. Esos que no dan para más, de los que tienen la inteligencia justa para
pasar el día, pero que incomprensiblemente están ocupando un puesto de trabajo
que ni se han ganado ni les corresponde. Dejar en sus manos la toma de decisiones de
cierta importancia, es una tarea
harto arriesgada que siempre, inexorablemente,
acarrea consecuencias negativas. Todo ello con el aditivo de que toda esta
panda suele estar dirigida por un mandamás, un jefazo, un director, llámalo X,
que suele ser aún más inútil e ineficaz que todos sus subalternos y que tolera,
fomenta, aplaude y rubrica todos los
desatinos que se producen.
Luego están los otros, los
peligrosos. Que suman a su ya contrastada inhabilidad, otras perlas
como la vagancia, la despreocupación, la
incuria, la apatía, la indiferencia y la
pereza. Pero sobre todo, la falta de pasión por su trabajo, que es lo peor de
lo que un ser humano puede adolecer. Esa
incompetencia que alcanza su grado
máximo, se puede confundir con maldad,
si es que acaso no lo es ya.
Mi máxima siempre ha sido dar lo
mejor de mí. Tal vez muchas veces no lo he conseguido a ojos de los demás, pero
no a los míos. En la mayoría de las ocasiones porque me ha tocado estar frenada
a causa de alguno de estos ineptos y
negados jefecillos. Me daba rabia, y peleaba como una loba por lo que creía que
era justo y necesario, incluso sin ser
mi empresa, pero al final me rendía a la evidencia y las consecuencias
negativas recaían en ellos.
Distinto, muy distinto es, cuando
ese tipo de individuos se cruzan en mi camino desluciendo, obstaculizando o
intentando dinamitar un proyecto
personal. Eso ya me toca el amor propio y mi réplica no suele ser muy
agradable.
No sabría decirte, en este momento, a que grupo desterraría de mi trayectoria; me parece que a todos.
ResponderEliminarDigamos que los incompetentes son las piedras del camino
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