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jueves, 2 de julio de 2015

INCOMPETENTES

Que el mundo está plagado de incompetentes es algo que a nadie le debería sorprender. Yo llevo media vida bregando con este tipo de individuos y sufriendo en propia carne las consecuencias de  gente que no hace nada o lo hace estrepitosamente mal. 

Gente gris, en su mayoría, carente de ilusiones y rodeada de mediocridades. Conformistas y desapasionados, cuyo horizonte no va  más allá de cruzar la minúscula frontera  del jardín de su casa hasta ahogarse a diario en el océano inmenso que un despachito supone para ellos.  Personas que no arriesgan, que no apuestan, que no luchan, que no se desvían, que no quieren conocer otras cosas, que no se rebelan ante nada y ante nadie. ¿Para qué?

Dentro de esa categoría, están los inofensivos. Esos que no dan para más,  de los que tienen la inteligencia justa para pasar el día, pero que incomprensiblemente están ocupando un puesto de trabajo que ni se han ganado ni les corresponde.  Dejar en sus manos la toma de decisiones de cierta importancia,  es una tarea harto  arriesgada que siempre, inexorablemente, acarrea consecuencias negativas. Todo ello con el aditivo de que toda esta panda suele estar dirigida por un mandamás, un jefazo, un director, llámalo X, que suele ser aún más inútil e ineficaz que todos sus subalternos y que tolera, fomenta,  aplaude y rubrica todos los desatinos que se producen.

Luego están los otros, los peligrosos. Que  suman a  su ya contrastada inhabilidad, otras perlas como la vagancia, la despreocupación,  la incuria, la apatía, la indiferencia  y la pereza. Pero sobre todo, la falta de pasión por su trabajo, que es lo peor de lo que un ser humano puede adolecer.  Esa incompetencia que alcanza  su grado máximo,  se puede confundir con maldad, si es que acaso no lo es ya.

Mi máxima siempre ha sido dar lo mejor de mí. Tal vez muchas veces no lo he conseguido a ojos de los demás, pero no a los míos. En la mayoría de las ocasiones porque me ha tocado estar frenada a causa de alguno de estos  ineptos y negados jefecillos. Me daba rabia, y peleaba como una loba por lo que creía que era justo y necesario,  incluso sin ser mi empresa, pero al final me rendía a la evidencia y las consecuencias negativas recaían en ellos.

Distinto, muy distinto es, cuando ese tipo de individuos se cruzan en mi camino desluciendo, obstaculizando o intentando dinamitar  un proyecto personal. Eso ya me toca el amor propio y mi réplica no suele ser muy agradable.





2 comentarios:

  1. No sabría decirte, en este momento, a que grupo desterraría de mi trayectoria; me parece que a todos.

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  2. Digamos que los incompetentes son las piedras del camino

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