Comer buñuelos de viento es
una tradición española ligada al Día de Todos los Santos.
Se desconoce el origen de
este delicioso postre, pero la leyenda dice que con cada buñuelo que uno se
come, se salva un alma del Purgatorio.
Sea verdad o no, lo cierto
es que están deliciosos y cualquier excusa es bienvenida para comer este dulce
que a nadie deja indiferente.
Eso sí, no todos están
ricos. La elaboración, la materia prima, la calidad y cantidad de sus rellenos
y la técnica para rellenarlos, diferencia claramente su sabor y su precio.
Cuatro emblemáticas pastelerías de Madrid se llevan la palma en este dulce.
PASTELERÍA DEL POZO – CALLE POZO, 8 – METRO SOL
Empiezo con esta pastelería
porque con solo nombrarla, me transporta de inmediato a mi infancia.
Todos los
domingos mi padre me llevaba allí y casi siempre comprábamos los mismo: un
pastel de hojaldre relleno de crema.
Fundada en 1830 es la
pastelería más antigua de Madrid (en realidad abrió sus puertas en 1810 como
panadería) y tanto su fachada exterior como el interior, mantienen intacto su
aspecto original.
Y casi me atrevería a decir
que es la mejor pastelería de la capital.
Son famosos sus roscones, elaborados
sin fruta escarchada y sin relleno, o sus torrijas de bizcocho rellenas de
crema que podemos encontrar durante todo el año. Presumen de ser una pastelería
rústica, no fina.
En cuanto a sus buñuelos
mantienen los rellenos tradicionales que tanto les funcionan: crema, nata,
chocolate, cabello de ángel o café.
No es barata, pero la
calidad tiene un precio que la gente debe saber entender.
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