EL SECRETO DE GRETA
Todo se remontaba a diez años atrás. Entonces Greta
llevaba poco tiempo casada. Ella y Daniel se habían conocido a través del grupo
de amigos que frecuentaban. Aunque inicialmente hubo un cruce de miradas intensas que dejaron
claro que físicamente se atraían, ni tan
siquiera se cayeron bien. Tuvieron que volver a coincidir muchas más veces
debido a las amistades comunes que compartían. De ese modo, y poco a poco, fueron descubriendo, casi
por obligación, no solo el continente,
sino el contenido. Ambos se mostraron sinceros en su manera de ser pues,
inicialmente, ninguno de los dos estaba interesado en seducir al otro. Así que
dejaron a un lado ese tono disfrazado con el que los humanos de todo el planeta
solemos actuar cuando queremos impresionar o conquistar a alguien, tratando de
disimular defectos y magnificar las supuestas virtudes. A pesar de ello, o tal
vez por ello, entre los dos se fue fraguando una relación basada sobre todo en
la complicidad, las afinidades y las ganas, cada vez mayores, de estar juntos.
La relación derivó por los canales naturales y
habituales por los que se suele navegar cuando dos personas se conocen, se
tratan y se gustan, y tras un breve noviazgo, y sin ningún obstáculo económico
o familiar que lo impidiera, se casaron
una soleada mañana de mayo. Aproximadamente un año y medio después de la boda, la relación seguía siendo buena.
Apenas discutían, el humor y las risas siempre
estaban presentes, ambos gozaban
de un alto nivel de vida debido a sus profesiones (ella enfermera y él piloto)
y seguían saliendo con el grupo común de amigos, un vínculo que les unía aún
más. Es cierto que las expectativas de Greta con respecto a las relaciones
íntimas nunca se cumplieron en la medida esperada. Menos habituales y
apasionadas de lo que habría deseado y de lo que cabría esperar de una pareja en
los albores de su relación. Pero estaba tan enamorada y su experiencia en esos
temas era tan limitada, que no le otorgó mayor importancia. Para ella lo que
importaba era el cómputo general de la relación, en bloque, no por parcelas. Y
el resultado le satisfacía.
Pero toda su idílica existencia hasta ese momento iba
a dar un giro copernicano. Un día en el que Greta se sintió indispuesta en el
trabajo, llegó antes de lo previsto a casa. Teóricamente Daniel estaba trabajando,
pero como bien pudo comprobar ese día al llegar a su domicilio, no era así. La estampa que contempló al
abrir la puerta del dormitorio de su casa, quedaría grababa a fuego en su
memoria, en su retina y en su alma hasta la eternidad. Daniel la engañaba. Pero
es que además su traición era doble. Su marido le era infiel…con otro hombre.
El mazazo fue brutal, inesperado y violento. La escena,
escabrosa, inmoral, chocante. No es que Greta tuviera nada en contra de la
homosexualidad, ni mucho menos. Su mente era abierta, moderna y exenta de cualquier prejuicio estúpido y
detestaba cualquier manifestación de conductas coercitivas. Pero haber vivido con
un hombre que era un fraude, era algo muy distinto. La había hecho creer que era el centro de su universo, para
luego darse cuenta de que había vivido en una mentira continua. ¿Cuánto tiempo
hubieran durado así si ella no lo hubiera descubierto? ¿Acaso Daniel pretendía mantener esa doble vida de
forma permanente? ¿Y sus amigos comunes?
¿Sabrían ellos algo de sus tendencias y se lo habían ocultado deliberadamente? Greta pensó que ya nada de eso importaba,
puesto que además ni tan siquiera tenía una sola posibilidad de ganar.
Enfrentarse a otra mujer hubiera resultado doloroso, pero al menos podría haber desplegado toda su artillería pesada,
pelear con las mismas armas, jugar en un campo conocido, pero siempre con el
acicate de una posible victoria sobre el rival. ¿De qué encantos podría echar
mano cuando el adversario era otro hombre? Lógicamente se batió en retirada
inmediata. Abandonó el piso alquilado donde vivían y no solo solicitó el
divorcio, si no también la nulidad de su matrimonio por causas más que
justificadas.
Después de eso se compró un pequeño piso en el barrio
de Argüelles,en el que residía en la actualidad.
Greta, cuál desertora, dejó atrás su vida pasada, y por ende, todo lo
relacionado con ella, abandonando voluntariamente a toda su pandilla de amigos. Éstos nunca le confesaron nada acerca de Daniel, pero la sombra de la duda era demasiado
pesada y la desconfianza siempre estaría flotando en el ambiente, cual enemigo perverso y al acecho. Se volcó en su trabajo y desde entonces, no
había tenido ninguna otra relación, o al menos eso decía ella. Aún así, nunca perdió la sonrisa ni su buen humor.
Habría jurado que había escrito aquí unas palabras y le había dado a publicar. Escribí algo del tipo de que el amor es como un clavo conectado a una pila de petaca: en ocasiones, pierde su efecto magnético; en otras, directamente, la pila ya estaba gastada o, directamente, ni sabemos lo que es una pila de petaca. Yo ya me entiendo ;P
ResponderEliminarMi querido Javier, tus palabras siempre tienen un efecto mágico en mí.
EliminarGracias ! Muak.
Lo siento pero me parece frío, predecible y sin corazón
ResponderEliminarMuchas gracias por leer el relato y por tu opinión.
EliminarEspero que el próximo te guste más.
Gracias, Rafael. Un beso.
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