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viernes, 30 de diciembre de 2016

TIEMPO DE DESCUENTO


TIEMPO DE DESCUENTO



Escribo esta reflexión el día que me entero del fallecimiento del cantante George Michael a los 53 años. Y claro, me da por pensar. Mal asunto el de pensar.

Imaginaos por un momento que os anuncian que os quedan tres, seis o doce meses de vida. Ya, ya. Sé lo que estáis pensando, pero no. Con esta entrada no pretendo desatar ríos de lágrimas ni encharcaros de penas. Nada de dramatismo gratuito ni es mi intención hacer aflorar vuestro lado más sensiblero y menos en mi última entrada del año. Muy al contrario. Lo que deseo es que hoy  escalemos juntos la montaña por el lado más escarpado; el de la realidad y del más puro pragmatismo. Y si me apuráis, además de arneses, mosquetones y piolet, podemos añadir a nuestra mochila de supervivencia un poco de egoísmo camuflado en una tableta de chocolate.

Solo digo que os pongáis en esa tesitura, que por otra parte tampoco es algo imposible aunque, por supuesto, no deseable.

Tras el impacto inicial, estoy segura de que todos nosotros, aparte de focalizar toda nuestra energía en tratar de hacer cambiar de parecer al destino y con suerte esquivar un final previsible, dejaríamos de lado muchas cosas, personas, sentimientos y actividades que no sabemos que nos sobran, pero que así es.  ¿O sí lo sabemos y no obramos en consecuencia? Tiendo a pensar en ésta última opción, por desgracia, como la más probable.

Vivimos rodeados de excedentes, despojos y secundarios. De vacíos envueltos en un hermoso papel brillante. De accesorios innecesarios que vamos acumulando sin ton ni son pero que cada día nos despluman, sin darnos cuenta, de un poquito del oxígeno que necesitamos para respirar. Nos consume la cantidad ingente de tiempo, energía y esfuerzo dedicados a personas que no lo merecen, a ocupaciones que no nos satisfacen, a titánicos esfuerzos labrados sobre tierras que sabemos de antemano infértiles,  a  estúpidas batallas en las que solo ganaremos la medalla al más tonto del barrio. Y los vamos introduciendo en ese cajón, como hacemos con los calcetines, que aun cuando ya está rebosante, nosotros seguimos empujando para hacer sitio como si el cajón fuera infinito o el bolsito mágico de  Tinky Winky.

Propongo confeccionar una lista con cosas, actividades y personas de las que podríamos prescindir tranquilamente y no echaríamos de menos ni medio segundo. Ganaríamos un tiempo precioso para dedicarlo a lo que nos hace feliz de verdad.

Eso sí, hay que ser valiente y hacer esa lista con el corazón, desde las entrañas. No vale engañarse a uno mismo.
Pero yo me pregunto, ¿por qué tenemos que esperar a vivir situaciones límite para darnos cuenta de algo tan sencillo?

Si tan solo nos quedara ese tiempo de vida, pensad:

¿Qué cosas dejaríamos de hacer de forma inmediata?

¿A cuántas personas no volveríamos a  ver sin ningún tipo de arrepentimiento? Y en este apartado incluyo miembros de nuestra familia.

¿Cuántas veces al día diríamos “te quiero” a quien se lo merece?

¿Haríamos recuento de amigos? Y en tal caso, ¿cuántos de verdad quedarían etiquetados en esa noble, escasa y privilegiada categoría? A mí me da miedo hasta pensarlo.

¿A qué nos atreveríamos sabiendo que ya no hay nada más inestimable que perder que la propia vida?

¿Aparcaríamos ese orgullo que a veces nos corroe y nos guía erróneamente para hacer lo que realmente nos grita el corazón?

Estoy segura de que prescindiríamos de estúpidos enfrentamientos que nunca conducen a nada positivo. La mayor parte de lo que hoy nos parece conveniente, valioso, primario, se tornaría en décimas de segundo en un saco de irrelevantes anécdotas para tirar en el contenedor de los residuos tóxicos.

Pensemos, pues, con esa mentalidad, como si estuviéramos en tiempo de descuento. Un tiempo que no puede malgastarse porque nos pisa los talones. El tiempo, ese canalla, un despiadado asesino en serie que ha decidido que tú serás su próxima víctima. Con esa certidumbre entre las manos, nosotros elegimos cómo vamos a vivir. No podemos convertirnos en eternos ni detener su paso, pero sí tenemos la potestad para decidir cómo y a quién le regalamos ese preciado tesoro llamado tiempo.

Si esperamos el momento ideal, las circunstancias propicias y el alineamiento perfecto de todos los planetas para afrontar, emprender, cambiar, romper, modificar o mandar al mismísimo carajo a algo o a alguien, nunca lo encontraremos. Siempre nos devorará esa vorágine en la que vivimos inmersos, preñada de amistades por compromiso, de intercambio de hipocresías, de consejos que no has solicitado, de metas que te son ajenas, de gente anónima que, misteriosamente, pulula por tu vida a diario invadiendo tu intimidad sin ningún escrúpulo.
¿Cuántas veces nos hemos preguntado este año a nosotros mismos "pero qué coño hago aquí"?

Siempre habrá una excusa, un freno, una duda, miedos e incertidumbres que, en el fondo, y todos lo sabemos, son excusas tras las que nos parapetamos. Mentiras y más mentiras, que a fuerza de repetírnoslas, terminamos creyendo y que nos reviste de una aparente y frágil capa de seguridad. Un barniz tan inconsistente y espurio, que con un solo soplido, se desintegra.

Los cambios hay que provocarlos y en esos desafíos, encontraremos, con toda probabilidad, la llave que abre mil puertas que desconocíamos que existieran.

¡Sé valiente, joder! Coge un bloc y redacta esa lista. Pero sobre todo, actúa en consecuencia. Formúlate preguntas, plantéate cambios, muda el color de tu mirada, pulveriza barreras y lánzate al vacío sin paracaídas. Rechaza imitaciones y versiones, que sólo la original sea tu banda sonora.

Piensa en lo que te llena y te hace feliz de verdad. Y lucha por ello.
Nunca es tarde para rectificar porque "ojalá" es mi palabra. La palabra en la que sigo creyendo más que en cualquier dios.

Hay que vivir como si la vida fuera un acreedor acechándote desde cada esquina, dispuesta a todo por devengar su deuda.



¿Te atreves? Yo sí. Desde hace tiempo.

Os deseo un año 2017 con una libreta, un bolígrafo y muchas intenciones.





2 comentarios:

  1. Muy interesantes reflexiones las tuyas, que me han recordado a dos películas. La primera es “Up In The Air”, de George Clooney, con su mochila donde mete de todo (lo prescindible y lo no tanto) y la quema (metafóricamente) y la segunda la italiana “La Gran Belleza”, en concreto, en un diálogo del protagonista: «a mis 65 años no estoy dispuesto a perder el tiempo en cosas que no quiero hacer».

    Supongo que cuando el reloj marca la hora, nos quitamos el velo del rostro y vemos con más claridad.

    Urte Berri On!

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  2. Pues no he visto ninguna de las dos, Javier. Las tendré que ver. Gracias por comentar, comos siempre. Un beso.

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