Seguidores

domingo, 11 de diciembre de 2016

RESEÑA DE LA NOVELA "TIENES QUE SALTAR" de Francisco Rullán


TIENES QUE SALTAR



En la nueva novela de Francisco Rullán  los protagonistas son dos personas muy especiales a la vez que entrañables. Un abuelo que responde al nombre de César Martínez, con ochenta y siete años y más de cien kilos de peso y su nieta Carla Fernández, una adolescente de dieciséis años amante apasionada de la lectura. Entre ellos una relación de amor incondicional, de entrega y cariño, de admiración y respeto mutuos.

Visto así podría parecer que nos encontramos ante un argumento de corte inocente con una historia sentimental destinada a un público juvenil. Ni por un segundo os dejéis llevar por las apariencias porque esta historia encierra muchas sorpresas y os puedo asegurar que ni son cándidas ni os dejarán indiferentes.




La acción transcurre entre las ciudades de Madrid y Barcelona con algunos saltos fuera de España por exigencias de la trama.

¿Qué nos vamos a encontrar al leer el libro de Francisco Rullán? Una realidad, por desgracia, muy acorde con los tiempos en los que nos ha tocado vivir: corrupción al más alto nivel político, empresarial y policial. Sobornos, blanqueo de capitales, tráfico y distribución de drogas, ansias de poder a costa de lo que haga falta e incluso asesinatos.

Mercedes, madre de Carla, una mujer que lucha por salvar lo que queda de su maltrecho matrimonio con Raúl. Miquel Estruch, el abogado más prestigioso de toda la ciudad de Barcelona, un personaje carente de principios y escrúpulos capaz de cualquier atrocidad si eso le proporciona poder, dinero y placer. Elisabeth Ferrán, la caprichosa, arrogante y amoral hija del principal empresario farmacéutico catalán y, a la vez, casada con el hermano de Mercedes. Y por último, la inspectora Miranda, una mujer combativa, preparada y con carácter que deberá luchar con todas las armas legales de las que dispone con el objetivo de hacer caer a uno de los grupos delictivos más poderosos y elitistas de la sociedad catalana. Y no lo va a tener nada fácil.

Éstos son algunos, que no todos, de los otros personajes que conforman la novela, que no por secundarios merecen menos atención. Más bien, todo lo contrario. Porque en esta historia nos vamos a topar de lleno con toda la maldad de la que un ser humano es capaz de desarrollar.  Aquí solo hay malos o buenos sin apenas espacio para el término medio.

Los personajes, perfectamente dibujados, te harán pasar del odio al amor y de la alegría al llanto con tan solo avanzar de capítulo. Una historia bien hilvanada, creíble y que te mantiene en tensión a medida que avanzas. Lenguaje sencillo, descripciones precisas sin adornos innecesarios, sentimientos a flor de piel con los que más de una vez todos se van a sentir identificados y una conmovedora relación abuelo/nieta que se verán inmersos, sin pretenderlo, en una vorágine de odio, malicia y ambición de la que tratarán de salir indemnes moral y físicamente.

Se nota la evolución de Rullán en esta novela, aunque él escribe siempre con el corazón y eso vuelve a quedar patente en estas páginas.

Hay frases preciosas en el libro para reflexionar. Yo he escogido tres que me han gustado especialmente.

 - He descubierto que un libro que vuelves a leer pasados los años, equivale a un libro nuevo.

- Cuando se ama de verdad, sobran excusas y faltan motivos.

- Si fallas, perdónate cuanto antes. No pierdas el tiempo culpándote.

En resumen, una historia bonita y actual, pero no por ello menos desgarradora en su trasfondo, que nos habla del valor de la familia, de los lazos de amistad, del trabajo bien hecho, de recuperar valores y mantener nuestros principios, del amor, del poder increíble de los libros en las personas y de luchar siempre por lo que uno desea de verdad. Eso sí, sin olvidarnos nunca de que en este mundo estamos permanentemente rodeados de envidia, de codicia, de falsas apariencias, de injusticia y de maldad. Y que muchas veces nos tocará sacar de paseo a nuestra peor versión para sobrevivir a ciertos pasajes de nuestra vida.

No quiero terminar sin hacer mención al título, que de por sí tiene su propia anécdota. Tal vez porque me ha pillado en un momento muy especial y decisivo de mi vida, esa frase ha calado muy hondo en mí, más de lo que yo podría imaginar. Porque es muy cierto que hay momentos en tu existencia en los que tienes que saltar, en sentido real o figurado. Que te lo digan los demás o que te lo recuerdes a ti mismo. Saltar para salvar o salvarte. Saltar para arriesgar por algo. Saltar para cambiar el rumbo. Saltar porque, tal vez, es la única opción. El final del libro me ha hecho replantearme muchas cosas y también llorar. De emoción, de pena, de alegría, pero especialmente, de esperanza.
Y con ese mensaje me quedo.

Os recomiendo que la leáis y que cada uno saque sus propias conclusiones.

¡Feliz lectura, canallas!



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes dejar aquí tu comentario