TIENES
QUE SALTAR
En la nueva novela de
Francisco Rullán los protagonistas son
dos personas muy especiales a la vez que entrañables. Un abuelo que responde al
nombre de César Martínez, con ochenta y siete años y más de cien kilos de peso
y su nieta Carla Fernández, una adolescente de dieciséis años amante apasionada
de la lectura. Entre ellos una relación de amor incondicional, de entrega y cariño,
de admiración y respeto mutuos.
Visto así podría parecer que
nos encontramos ante un argumento de corte inocente con una historia
sentimental destinada a un público juvenil. Ni por un segundo os dejéis llevar
por las apariencias porque esta historia encierra muchas sorpresas y os puedo
asegurar que ni son cándidas ni os dejarán indiferentes.
La acción transcurre entre
las ciudades de Madrid y Barcelona con algunos saltos fuera de España por
exigencias de la trama.
¿Qué nos vamos a encontrar
al leer el libro de Francisco Rullán? Una realidad, por desgracia, muy acorde
con los tiempos en los que nos ha tocado vivir: corrupción al más alto nivel
político, empresarial y policial. Sobornos, blanqueo de capitales, tráfico y
distribución de drogas, ansias de poder a costa de lo que haga falta e incluso
asesinatos.
Mercedes, madre de Carla,
una mujer que lucha por salvar lo que queda de su maltrecho matrimonio con
Raúl. Miquel Estruch, el abogado más prestigioso de toda la ciudad de
Barcelona, un personaje carente de principios y escrúpulos capaz de cualquier
atrocidad si eso le proporciona poder, dinero y placer. Elisabeth Ferrán, la
caprichosa, arrogante y amoral hija del principal empresario farmacéutico
catalán y, a la vez, casada con el hermano de Mercedes. Y por último, la
inspectora Miranda, una mujer combativa, preparada y con carácter que deberá
luchar con todas las armas legales de las que dispone con el objetivo de hacer caer a uno de los grupos delictivos más
poderosos y elitistas de la sociedad catalana. Y no lo va a tener nada fácil.
Éstos son algunos, que no
todos, de los otros personajes que conforman la novela, que no por secundarios
merecen menos atención. Más bien, todo lo contrario. Porque en esta historia
nos vamos a topar de lleno con toda la maldad de la que un ser humano es capaz
de desarrollar. Aquí solo hay malos o
buenos sin apenas espacio para el término medio.
Los personajes,
perfectamente dibujados, te harán pasar del odio al amor y de la alegría al
llanto con tan solo avanzar de capítulo. Una historia bien hilvanada, creíble y
que te mantiene en tensión a medida que avanzas. Lenguaje sencillo,
descripciones precisas sin adornos innecesarios, sentimientos a flor de piel
con los que más de una vez todos se van a sentir identificados y una
conmovedora relación abuelo/nieta que se verán inmersos, sin pretenderlo, en
una vorágine de odio, malicia y ambición de la que tratarán de salir indemnes
moral y físicamente.
Se nota la evolución de
Rullán en esta novela, aunque él escribe siempre con el corazón y eso vuelve a
quedar patente en estas páginas.
Hay frases preciosas en el
libro para reflexionar. Yo he escogido tres que me han gustado especialmente.
- He
descubierto que un libro que vuelves a leer pasados los años, equivale a un
libro nuevo.
-
Cuando se ama de verdad, sobran excusas y faltan motivos.
-
Si fallas, perdónate cuanto antes. No pierdas el tiempo culpándote.
En resumen, una historia
bonita y actual, pero no por ello menos desgarradora en su trasfondo, que nos
habla del valor de la familia, de los lazos de amistad, del trabajo bien hecho,
de recuperar valores y mantener nuestros principios, del amor, del poder
increíble de los libros en las personas y de luchar siempre por lo que uno
desea de verdad. Eso sí, sin olvidarnos nunca de que en este mundo estamos
permanentemente rodeados de envidia, de codicia, de falsas apariencias, de
injusticia y de maldad. Y que muchas veces nos tocará sacar de paseo a nuestra
peor versión para sobrevivir a ciertos pasajes de nuestra vida.
No quiero terminar sin hacer
mención al título, que de por sí tiene su propia anécdota. Tal vez porque me ha
pillado en un momento muy especial y decisivo de mi vida, esa frase ha calado
muy hondo en mí, más de lo que yo podría imaginar. Porque es muy cierto que hay
momentos en tu existencia en los que tienes que saltar, en sentido real o
figurado. Que te lo digan los demás o que te lo recuerdes a ti mismo. Saltar
para salvar o salvarte. Saltar para arriesgar por algo. Saltar para cambiar el
rumbo. Saltar porque, tal vez, es la única opción. El final del libro me ha
hecho replantearme muchas cosas y también llorar. De emoción, de pena, de
alegría, pero especialmente, de esperanza.
Y con ese mensaje me quedo.
Os recomiendo que la leáis y
que cada uno saque sus propias conclusiones.
¡Feliz lectura, canallas!
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