RESTAURANTE EL GATO CANALLA
Calle Silva, 6
Madrid
Teléfono: 91 200 85 85
“Canalla define a
todos aquellos irreverentes y provocadores que no siguen el camino
preestablecido”.
Es lo primero que te encuentras cuando accedes a la página web de lugar. Y sólo con eso, ya
me encandila.
Mi último descubrimiento en
Madrid no podía llamarse de un modo más apropiado para formar parte de la ruta
de mi callejón y no exclusivamente por el nombre, sino por esa palabra que
encaja tan acertadamente con mi idiosincrasia.
Ubicado en la primera planta
del Hotel Índigo, enseguida entiendes la razón de llamarse así. Gato, en referencia
a los madrileños y canalla, me explica una de las amabilísimas camareras, por
la calle en la que está situado. Pero hay detalles que hablan de otras razones,
tal vez más poderosas. La presencia del gato, en esta ocasión me refiero al
animal, está presente por todo el local. Desde un enorme cuadro en la entrada
hasta deliciosos detalles desperdigados, que podéis ver en las fotos, que agradan pero
sin agobiar.
La parte canalla se refleja en la
comida, pero de ella os hablo un poco más adelante.
Un local pequeño con tan
sólo 20 mesas, extremadamente elegante, de
estilo vanguardista pero conservando ese aire minimalista que yo aprecio
especialmente. Tan sólo cinco mesas están situadas al lado del enorme ventanal
que da a la calle y nosotros ocupamos una de ellas. El día es frío y lluvioso y
estamos en plena Gran Vía con el tráfico denso y endiablado propio de esta zona
madrileña, sin embargo ni la humedad, ni el frío, ni el ruido se cuelan por una
sola rendija. El aislamiento es perfecto y se agradece muchísimo.
Música de fondo suave y al
volumen adecuado para charlar teniéndola de compañera agradable pero silente y mobiliario
cómodo, con sillas en dorado y negro.
Al fondo un detalle que me
llama la atención; un office abierto con copas, un cubo con cervezas, cubertería,
vajilla y un gato rojo presidiendo el espacio. Un conjunto delicioso de
principio a fin, que aporta calidez y un cierto aire doméstico que relaja aun más el ambiente, haciéndote sentir como en casa.
La propuesta gastronómica
que ofrecen parte de una carta tradicional pero con un giro canalla que os va a
enloquecer.
Nosotros comemos un menú
compuesto por unos entrantes, un segundo a elegir entre 4 platos y postre.
En los entrantes nos deleitan
con un surtido de croquetas; de jamón ibérico, crema de boletus y carabinero
que están para quitar el sentido. Una cazuelita con lo que ellos denominan “El
huevo de oro” que es un delicia compuesta
de crema de boletus y trufa con un huevo de corral que tú mismo mezclas y
puedes saborear bien como una crema caliente o acompañado de foccacia.
Y para
terminar con los entrantes “De Burgos a Madrid”, termina por convencerme de que
no será la última vez que pase por aquí. Un exquisito rulo de morcilla de
Burgos sobre una base de pimientos y queso de cabra fundido.
De segundo plato mi
acompañante de decanta por el “Toro borracho de chocolate”, unas albóndigas de
rabo de toro en jugo de chocolate acompañadas de gnocchi fritos y yo, como no
podía ser de otra manera, me inclino sin ninguna duda por la Pizza Canalla.
Todo exquisito, delicioso y
servido por un personal amable y competente, pendiente del comensal en todo
momento.
A estas alturas a mí no me
cabe nada más en el cuerpo, pero ¡como resistirse a la estrella de la casa!
“La torrija de la abuela
Paca”, una absoluta exquisitez elaborada con panettone caliente y acompañada de
helado mascarpone con higos. ¡Aluflipante! Sólo por la torrija ya merece la
pena la visita.
¿Creíais que ya había
terminado? No, ni hablar. Porque me queda hablaros de la joya del lugar. En la
planta 12 del edificio nos espera un refugio paradisiaco para esos días en los
que Madrid empieza a renacer de nuevo con días largos y sol que calienta tras
un invierno demoledor. Un espacio con vistas espectaculares de la capital, tumbonas, cojines, mesas altas y
taburetes donde poder disfrutar de un
batido, un cóctel o un mojito.
Unas escaleras conducen a
una diminuta pero preciosa piscina que abren en la época estival. Y si lo
preferís, en la planta 11 tenéis el bar para los meses invernales, decorado con
el mismo gusto que el resto, donde poder relajarse, conversar y dejarse llevar por un
lugar que a mí me ha enamorado.
Recomendable al cien por
cien.
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