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miércoles, 8 de febrero de 2017

RESEÑA DEL RESTAURANTE "EL GATO CANALLA"


RESTAURANTE EL GATO CANALLA
Calle Silva, 6
Madrid
Teléfono: 91 200 85 85


“Canalla define a todos aquellos irreverentes y provocadores que no siguen el camino preestablecido”.






Es lo primero que te encuentras cuando accedes  a la página web de lugar. Y sólo con eso, ya me encandila.

Mi último descubrimiento en Madrid no podía llamarse de un modo más apropiado para formar parte de la ruta de mi callejón y no exclusivamente por el nombre, sino por esa palabra que encaja tan acertadamente con mi idiosincrasia.





Ubicado en la primera planta del Hotel Índigo, enseguida entiendes la razón de llamarse así. Gato, en referencia a los madrileños y canalla, me explica una de las amabilísimas camareras, por la calle en la que está situado. Pero hay detalles que hablan de otras razones, tal vez más poderosas. La presencia del gato, en esta ocasión me refiero al animal, está presente por todo el local. Desde un enorme cuadro en la entrada hasta deliciosos detalles desperdigados, que podéis ver en las fotos, que agradan pero sin agobiar.




La parte canalla se refleja en la comida, pero de ella os hablo un poco más adelante.

Un local pequeño con tan sólo 20 mesas,  extremadamente elegante, de estilo vanguardista pero conservando ese aire minimalista que yo aprecio especialmente. Tan sólo cinco mesas están situadas al lado del enorme ventanal que da a la calle y nosotros ocupamos una de ellas. El día es frío y lluvioso y estamos en plena Gran Vía con el tráfico denso y endiablado propio de esta zona madrileña, sin embargo ni la humedad, ni el frío, ni el ruido se cuelan por una sola rendija. El aislamiento es perfecto y se agradece muchísimo.


Música de fondo suave y al volumen adecuado para charlar teniéndola de compañera agradable pero silente y mobiliario cómodo, con sillas en dorado y negro.


Al fondo un detalle que me llama la atención; un office abierto con copas, un cubo con cervezas, cubertería, vajilla y un gato rojo presidiendo el espacio. Un conjunto delicioso de principio a fin, que aporta calidez y un cierto aire doméstico que relaja aun más el ambiente, haciéndote sentir como en casa.








La propuesta gastronómica que ofrecen parte de una carta tradicional pero con un giro canalla que os va a enloquecer.

Nosotros comemos un menú compuesto por unos entrantes, un segundo a elegir entre 4 platos y postre.

En los entrantes nos deleitan con un surtido de croquetas; de jamón ibérico, crema de boletus y carabinero que están para quitar el sentido. Una cazuelita con lo que ellos denominan “El huevo de oro” que  es un delicia compuesta de crema de boletus y trufa con un huevo de corral que tú mismo mezclas y puedes saborear bien como una crema caliente o acompañado de foccacia. 

Y para terminar con los entrantes “De Burgos a Madrid”, termina por convencerme de que no será la última vez que pase por aquí. Un exquisito rulo de morcilla de Burgos sobre una base de pimientos y queso de cabra fundido.

De segundo plato mi acompañante de decanta por el “Toro borracho de chocolate”, unas albóndigas de rabo de toro en jugo de chocolate acompañadas de gnocchi fritos y yo, como no podía ser de otra manera, me inclino sin ninguna duda por la Pizza Canalla.










Todo exquisito, delicioso y servido por un personal amable y competente, pendiente del comensal en todo momento.

A estas alturas a mí no me cabe nada más en el cuerpo, pero ¡como resistirse a la estrella de la casa!

“La torrija de la abuela Paca”, una absoluta exquisitez elaborada con panettone caliente y acompañada de helado mascarpone con higos. ¡Aluflipante! Sólo por la torrija ya merece la pena la visita.




¿Creíais que ya había terminado? No, ni hablar. Porque me queda hablaros de la joya del lugar. En la planta 12 del edificio nos espera un refugio paradisiaco para esos días en los que Madrid empieza a renacer de nuevo con días largos y sol que calienta tras un invierno demoledor. Un espacio con vistas espectaculares de la  capital, tumbonas, cojines, mesas altas y taburetes donde poder disfrutar de  un batido, un cóctel o un mojito.















Unas escaleras conducen a una diminuta pero preciosa piscina que abren en la época estival. Y si lo preferís, en la planta 11 tenéis el bar para los meses invernales, decorado con el mismo gusto que el resto, donde poder relajarse, conversar y dejarse llevar por un lugar que a mí me ha enamorado.

Recomendable al cien por cien.












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