TE
DI MI PALABRA de Conchi Revuelta
Si hay una autora a la que
me apetecía volver a leer y a reseñar es, sin duda, Conchi Revuelta.
Nos ha hecho esperar mucho
con esta nueva publicación a todos los que la descubrimos hace unos años firmando
la excepcional novela Aromas de tabaco y
mar. Me suele ocurrir que cuando termino de leer un libro como ese,
prácticamente perfecto (cinco ediciones avalan mis palabras), me asalta, por un
lado, la impaciencia de volver a leer a su autor cuanto antes y por otro, el recelo,
legítimo, de que su próxima obra pueda igualar o superar a la anterior. En el
caso que nos ocupa no os voy a dejar con la intriga hasta el final; ya os
desvelo que con Te di mi palabra, la
autora lo consigue con creces.
La historia se sitúa en el
precioso Valle del Pas, un lugar que como buena cántabra, Conchi conoce muy
bien. Pero ella es escrupulosa y perfeccionista
y me cuenta que, a pesar de haber nacido y vivir allí, se ha documentado
exhaustivamente en relación con el tema principal sobre el que versa su libro:
las nodrizas o más conocidas como amas
de cría. Hasta allí se ha desplazado varias veces, ha hablado con gente de la
comarca y buceado entre toneladas de documentación para reflejar de la forma
más veraz posible la historia de estas mujeres, que eran las preferidas por los
reyes y la alta burguesía para amamantar a sus hijos a cambio de un
considerable estipendio.
El origen de las amas de
cría se remonta al siglo XVII. Para
tener el honor de ser nodriza, no bastaba con ser cántabra; los requisitos
siempre muy estrictos, multiplicaban su grado de exigencia si el puesto era
para amamantar a un miembro de la familia real; tener entre 19 y 26 años, no
haber padecido enfermedades, estar vacunada, estar criando a su segundo o
tercer hijo, pechos bien formados, carácter amable o poseer una trayectoria
moral intachable, eran algunas de las condiciones para acceder al puesto y
todas ellas avaladas por el galeno de la corte, en el caso de los requisitos
físicos y por el cura, en el territorio de la integridad.
Como curiosidad hay que
mencionar que esa leche no solo sirvió para criar a bebés recién nacidos, sino
que personajes históricos como El Gran Duque de Alba o el rey Enrique IV de
Francia, ante la imposibilidad de alimentarse de otra forma, acabaron sus días
sustentándose de esta manera.
El renombre de las nodrizas
del Valle del Pas surge, y ya permanecerá
para la historia, cuando el rey Fernando VII mediante un decreto real,
manda buscar en Santander un ama de cría para su hija, la que con el tiempo se
convertiría, nada más y nada menos, que en la reina Isabel II. A partir de ese
momento la fama se dispara y multiplica y ya no solo son requeridas ante los
casos de incapacidad física de la madre para alimentar a sus hijos, sino
como signo de posición social que
remarcaba más si cabe, las diferencias entre las clases sociales.
Vega es la protagonista de
esta maravillosa historia. Una mujer con una infancia complicada y una
existencia dura con exiguos recursos económicos, pero feliz al lado de su marido.
Un desgraciado accidente da un giro copernicano a su vida y la obliga a tener
que salir adelante para mantener a sus dos pequeños hijos. Con el telón de
fondo de la Segunda República, Vega abandona su amado valle para trasladarse a
Madrid con su niña recién nacida para criar a la hija del matrimonio formado
por Pablo y Brigitte. Nada será fácil. Tendrá que lidiar con el resto del
personal que trabaja en la casa, un entorno familiar que se sostiene en un
precario equilibrio, un cabeza de familia que, aunque es un buen hombre, dedica
demasiado tiempo a su trabajo y peca de indulgente y una ciudad convulsa y
ajena, que la llevará a vivir experiencias tan crudas como inolvidables. El
estallido de la Guerra Civil la devuelve a su tierra, pero allí ya nada será
como lo dejó.
El personaje de Vega, una
mujer trabajadora, bondadosa, fuerte, leal y preñada de arrojo, te enamora
desde el primer momento. Perfectamente dibujado, la autora no solo la retrata a
ella, sino a todo ese colectivo universal de mujeres vanguardistas, tenaces,
porfiadas, dispuestas a salir adelante y nadar contracorriente, sin perder su
femineidad ni sus valores, en pos de mantener el bienestar de los que aman;
incluso si eso les impone renunciar a su propia felicidad. Esas mujeres que, nazcan en la época que
nazcan, siempre marcarán tendencia y serán referentes para generaciones
posteriores.
Revuelta es única con la
pluma cuando se trata de dibujar con palabras el ambiente costumbrista de esa
época y esa zona. Es como ella dice “pasión por su tierra”. Y esa pasión la
lleva a descubrir al lector, a través de la mirada de la protagonista, los
bellos paisajes, el duro trabajo de la trashumancia, la rutina diaria que
latía en esos años tras cada muro, los
usos y costumbres, las diferencias de clases y el papel de la mujer en la
sociedad, tan importante pero a la vez, tan invisible.
No debemos olvidar el sacrificio de estas mujeres, que dejaban sus hogares y sus hijos, para atender a otros
ajenos durante años. Cuando regresaban a sus casas, corrían el riesgo de que
sus hijos no las reconocieran o que alguno hubiera fallecido durante ese
tiempo. Si bien es cierto que la compensación económica les permitía vivir
holgadamente el resto de sus vidas, comprar tierras o iniciar algún negocio, el peaje a pagar era cruel.
En resumen, una novela
conmovedora, bella y didáctica. Con el lenguaje sencillo pero preciso al que
nos tiene acostumbrados la autora que apunta derecho al corazón. La portada,
acertadísima y preciosa, es una obra del pintor José Higuera llamada “La
Pasiega”. No se puede pedir más.
No os oculto que vais a
llorar con la historia y que a mí, personalmente, me hubiera gustado otro final
para ser un libro absolutamente redondo. Pero en eso ya influyen mis gustos
personales que ni puedo ni quiero obviar.
Os la recomiendo sin duda
alguna y espero, ya con ansia, otra nueva de esta gran escritora que es Conchi Revuelta.
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