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martes, 31 de enero de 2017

RESEÑA DE LA OBRA "SÓLO PARA ADULTOS"

RESEÑA DE  LA OBRA “SÓLO PARA ADULTOS”



Sábado 28 de enero, diez de la noche. La sala de los Teatros Luchana donde hoy tres amigas y yo asistimos para ver la obra “Sólo para adultos” está completa. En el cartel de la publicidad el mago/actor/conferenciante y muchas cosas más, el asturiano Karim, aparece escaso de ropa y con cara de pillo. No he querido leer críticas ni reseñas. Nunca lo hago para no acudir intoxicada de opiniones ajenas con las que podría coincidir o no. Prefiero dejarme sorprender.




El público es de lo más variopinto; parejas de todas las edades, grupos de chicos, pandillas de amigas. El escenario, prácticamente desnudo y carente de cualquier adorno que nos pueda desviar la atención de otra cosa que no sea la actuación de Karim durante una hora y cuarto aproximadamente.

La obra, difícilmente clasificable si excluimos que es un monólogo, mezcla con acierto humor, sexo, magia y hasta un corto espectáculo de sombras chinescas al final, que el propio actor realiza con sus manos, realmente bonito.

Si ya de por sí me parece admirable que un actor se enfrente solo al público en un escenario durante 75 minutos sin más apoyo que su valentía, su memoria y sus ganas de agradar y entretener, que además consiga hacerte reír a carcajadas durante todo ese tiempo, se me antoja milagroso. En estos tiempos que nos toca vivir, donde todo lo negativo y triste parece que nos acompaña a diario impregnándonos de desgana, Karim y su obra son pura terapia positiva. Durante hora y cuarto te vas a olvidar de todo. Hay humor y te vas a reír hasta con el de color negro, magia con cartas voladoras, un monólogo desternillante en el que hay cabida para casi todo, chistes de taxistas, de curas y de enanos y el relato de su propia boda, que como bien dice el actor “en vez de enseñar el vídeo, prefiero contarla”.




Pero todo dentro de un delicioso y elegante equilibrio en el que, además, busca en todo momento la participación y complicidad del público. Todo se puede contar con humor y respeto y eso es lo que sucede en este maravilloso espectáculo en el que nada molesta, nada ruboriza y todo divierte.

Karim posee una larga trayectoria como monologuista, además de tener en su haber varios prestigiosos premios de magia e ilusionismo. Se mueve en el escenario con la soltura de quien lleva mucho tiempo en su oficio, improvisando en algún momento y siempre midiendo la temperatura del público cuando cuenta algo más subido de tono o cuando se mete, siempre con gracia, con algún colectivo. Pero también con la profesionalidad y el entusiasmo de alguien que ama su trabajo. A mí me parece que hacer reír es de las cosas más difíciles que hay y él lo consigue con creces.

Tanto a mis amigas como a mí, la obra se nos hizo corta. Sales de ella envuelta en una burbuja en la que aún resuenan las carcajadas del público y las tuyas propias.

Y cuando bajas las escaleras, ahí te encuentras a Karim al final del ellas, esperando paciente y amable, para saludar a su público y fotografiarse con él.

Recomendable al 100%.
La podéis ver en los Teatros Luchana ( Calle Luchana, 38). Consultad la programación en su página web.






martes, 10 de enero de 2017

A PROPÓSITO DE CAÑIL


A PROPÓSITO DE CAÑIL
Epílogo de Curro Castillo


El atractivo irrefrenable de Susana Cañil nace de su condición de apóstata del convencionalismo y las formas. Las externas, claro. Ella, La Cañil, que protege al extremo la expresión pública de las maneras y las mima y protege más que el magnate ruso Roman Abramovich su seguridad. La autora de  “Cañilismos Canallas –La taberna de mi entrepierna-“, se desliza con suavidad, firmeza, agilidad y precisión desconcertantes, como una campeona olímpica de patinaje artístico, en el doble filo de su franqueza kamikaze y su desconcertante apariencia ingenua de princesa perfecta ajena a los vaivenes del mundanal ruido.





Muy dama, muy elegante. Cierto. Propietaria de las escrituras de su identidad. Cierto. Carisma elevado muy por encima de los siempre puntuales doce centímetros de tacón. Cierto. Sin embargo, La Cañil, guarda un póker de ases en la manga. La trastienda ganadora de su inteligencia reserva, en algún lugar, una selva en la que impone su melena de leona libre, voraz, ilimitada e inacabable. El Míster Hyde del Doctor Jeckill  no pasa de aprendiz recién iniciado comparado con la cara oculta de la luna Cañil. En este paraíso tan deseado por instintos de todas las alturas reside la seguridad de sus fortalezas, la legitimidad de su inteligencia, la virtud de su brillantez, la grandeza de su identidad. Valores firmes a prueba de la falsedad mediocre de los que no perdonan el fracaso de su violencia destructiva ante la barrera infranqueable de su autenticidad sencilla y radical. En este espacio de acero aterciopelado Susana dirige con maestría “La taberna de su entrepierna”, con el más puro estilo Rick’s de Casablanca en una mano y un Coctel Cañilov en la otra. Desde este recodo resguardado de su galaxia audaz, La Cañil desafía a su propia alma y abandona sin vigilancia el mapa del tesoro de su memoria. Desde este universo desahoga Susana su dimensión más canalla y espontánea, sin cortafuegos, y acomete hasta la zalamería el origen y el soporte verídico de nuestras evidencias más artificiales...

El epílogo continúa, por supuesto, pero si queréis leer el resto, podéis pedir el libro en:


www.libritienda.com



jueves, 5 de enero de 2017

BYE, BYE NAVIDAD




BYE, BYE NAVIDAD


Llevo desde el día 2 de diciembre escuchando la frase “Feliz Año” y lo que me queda. Porque parece que se abre la veda en el mes noviembre y la gente se cree que puede seguir felicitando el año hasta el mes de abril así, sin ningún pudor.

Feliz año. Dos palabras que encierran una insustancial fórmula de cortesía que repetimos como autómatas a cada persona que nos sale al encuentro. Igual que si nos hubieran programado el cerebro para que en cada época del año soltemos esas expresiones tan trilladas como artificiales, pero tan políticamente correctas. Y luego llegará San Valentín, la Semana Santa, el verano...y en cada una de esas ocasiones nuestra mente se vuelve a reprogramar con nuevas instrucciones para que reemplacemos el “feliz año” por “feliz verano” o lo que toque. Todo tan cumplido, tan urbano, tan disfrazado.




Todas esas personas que no hacen el más mínimo amago por verte o por saber de ti  durante trescientos sesenta y cuatro días y que el 31 de diciembre se descuelgan deseándote paz y amor con un mensaje enlatado y frío,  mil veces repetido y que envían de forma indiscriminada por whatsapp a todos sus contactos…¿a quién creen que engañan? ¿a qué juegan y qué pretenden?

Porque la realidad es que cuando llega el momento de la verdad, y necesitas el apoyo, la ayuda o la atención de alguien es entonces, y sólo entonces, cuando te das cuenta de que la apariencia es el bello y primoroso papel de regalo que envuelve a nuestra sociedad. Tan hermoso como postizo. Tan delicado como peligroso.

Conozco a personas que mutan en navidad. Por unos días el espíritu navideño se apodera de ellos, incomprensiblemente. Y si eres todavía inocente y aun  crees en los cuentos de hadas, hasta podrías pensar que los milagros existen y la gente puede invertir su esencia. Mentira. Solo espejismos. Cuando llega el 7 de enero vuelven a ser los mismos mezquinos, deshonestos e hijos de puta de siempre. Auténticos canallas. Y aquí aplico el término canalla en la peor de sus versiones.

Este año he podido comprobar todo esto más que nunca. Los reveses de la vida te golpean inevitablemente pero, a la vez, destapan esa venda de tus ojos ubicando a cada uno en el lugar que legítimamente le corresponde, ya sea éste un palacio, un circo, la esquina de un polígono industrial, las cloacas o el mismo Olimpo.

Este año que se ha ido he constatado que la familia no es con la que compartes lazos sanguíneos ni el cordero navideño, sino con la que compartes transfusiones de risas, de momentos, de favores, de charlas y de felicidad. Que los amigos de verdad, estaban, están y estarán. Y que los que han salido de mi vida, es porque no merecían estar en ella.

Que hay personas que llegan a tu vida para enseñarte que otras sobran.

He entendido que el amor tiene que ser el intercambio de generosidad, de ganas y de detalles en dos direcciones y que cuando sólo transita por una, está condenado al fracaso.

Y he comprobado, para mi desgracia, como el ego y la vanidad son capaces de dirigir la existencia de alguna persona.

La vida es un juego de intenciones, de intereses y de intercambios. De réditos y créditos. De envites arriesgados y puertas con llave maestra. De rivalidades y desafíos, en donde tanto el debe como el haber deben estar en perfecto equilibrio si no deseamos naufragar. En realidad eso es así durante todo el año, pero en esta época se camufla en forma de generosas intenciones. Pura y repugnante comedia.

¡Cuántas cosas tendríamos que dejar de hacer por educación, por miedo, por comodidad o por satisfacer a alguien! ¡Cientos! Ya os lo digo con absoluta certeza. Podría hacer una lista tan larga como para empapelar mi casa. No voy a mencionar ni una. Prefiero que las personas que lean esta entrada recapaciten sobre ello.

Y luego está la dichosa palabra. Feliz. Cuando alguien te desea felicidad,  ¿a qué se refiere exactamente? La felicidad es algo tan intangible, tan fugaz e impreciso, tan abstracta e indefinible. Lo que a mí me inunda de energía, de ánimo y de entusiasmo, puede estar en las antípodas de lo que impulse y motive a otra persona. Y la gente menciona la palabra felicidad con esa liviandad… ¡Insensatos!

Al año que comienza sólo le pido que no me robe nada, que me sume y no me reste. Que me permita seguir disfrutando de salud y de los afectos de la gente que me importa de verdad. Todo lo que le pido no tiene precio pero sí un incalculable valor.

No puedo intervenir en la salud, pero sí puedo cuidar y mimar a la gente que quiero y que me quiere y también puedo volcar mis esfuerzos en encontrar todos los días un momentito de felicidad. Simplemente eso, ya es una victoria.

Todo lo demás, es lo de menos.