TENGO EN MÍ TODOS LOS SUEÑOS DEL
MUNDO
de Jorge Díaz
Es el segundo libro que reseño de
Jorge Díaz y por fortuna, no será el último.
Leer “Cartas a Palacio” y
enamorarme de él (literariamente hablando, que nadie se asuste) fue todo uno. Después,
he tenido la inmensa suerte de poder charlar con el autor, y en las
distancias largas, es divertido, cercano, amable, con un gran sentido del humor
y un punto canalla que le proporciona un barniz encantador. De esos tipos interesantes
con los que te sentarías a conversar delante de un gin tonic /café / vino y
sabes que las horas van a parecer minutos, y además, por el mismo precio, te
vas a llevar una clase magistral en el bolso. Imagino que en las distancias
cortas será todo eso multiplicado por tres, pero sólo lo vislumbro, porque no
tengo todavía el placer de saberlo, aunque no renuncio a ello.
Tiene muchas habilidades mi querido Jorge. La primera es que sabe elegir el título de sus novelas. En este caso ha
escogido parte de un verso de Fernando Pessoa. Habrá gente que piense que es un tema
baladí. No para muchas personas impulsivas, entre las que me incluyo, que se
dejan arrastrar por una portada y un título sugerentes sin reparar en nada más.
Así fue como descubrí su maravillosa novela “Cartas a Palacio”.
Decir que Jorge Díaz es un gran escritor, que lo es, no sería hacerle
justicia y además, es una obviedad anodina y perezosa. Jorge es un artesano de las letras, un tejedor
de sueños en forma de novelas, un perito de ilusiones y un arquitecto de personajes que germinan en su imaginación y acaban por conquistar la
tuya.
Pero por si esto fuera poco es
periodista y guionista de series de televisión. Y esta última faceta, la de
guionista, es la que queda muy patente en sus novelas.
Diálogos cortos, al grano, sin
florituras, con mensajes precisos, sin recrearse en exceso de detalles que
podrían cansar, teniendo en cuenta que hablamos de más de quinientas páginas. Dicho así, podría parecer una receta fácil de
cocinar. Nada más lejos de la realidad. Como suele suceder con todo lo que
aparentemente resulta sencillo, encierra muchas dificultades y requiere mucho
talento. Maneja los tiempos con tanta destreza, enlazando una historia con otra
(y no son pocas, precisamente) que
consigue el milagro de que el lector, no solo no se pierda en el maremágnum de
nombres, datos, y situaciones, sino que provoca una tensión ciertamente
contradictoria: por una parte lo único que deseas es seguir leyendo a toda
costa y por otra, no quieres llegar al final. ¿Quién quiere terminar con algo
que le provoca placer? Una perfecta dicotomía, auténtica trampa mortal para el
lector de la que únicamente puede salir ileso con
la certeza de que pronto volverá a leer otra de sus obras. Pura adicción.
Jorge vuelve a situar esta historia en ese período histórico
que le fascina y que conoce tan bien, los albores del siglo XX. Y como hizo en “Cartas…”
mezcla ficción con realidad. En esta ocasión ha escogido el hundimiento de uno de los mayores buques
transatlánticos españoles, el Príncipe de Asturias, que aun estando dotado de
todos los adelantos técnicos para su época, no pudo evitar que 445 almas acabaran en el fondo del océano
junto con la carga más preciada que llevaba: los sueños, las ilusiones y los
proyectos de cada uno de ellos.
Emigrantes, soldados desertores,
judíos perseguidos, mujeres vendidas con engaños cuyo fin era la prostitución, aristócratas, cupletistas… Todo un variopinto repertorio de personajes con vidas muy dispares
entre ellos, pero que al final confluyen en un mismo escenario y con un mismo
denominador común: la búsqueda de la tan ansiada felicidad.
Es curioso que, incluso sabiendo de
antemano como va a finalizar la novela, uno no experimenta al leer sensación de
angustia o de estar ante una tragedia. Y en esto también tiene que ver la pluma
inteligente del escritor que narra los acontecimientos sin dosis extra de drama.
Jorge nos sumerge en una odisea, preñada de desventuras, odios, amores,
traiciones y misterios y rescata para el lector un pasaje de la historia que
muchos desconocían o conocían sin detalles. Ya lo hizo en su anterior novela
con la ignorada y, sin embargo,
importantísima oficina Pro Cautivos.
Por cierto, me encantan los
guiños que incluye en “Tengo en mí…” de “Cartas a Palacio”, en donde vuelven a
pasearse entre sus líneas personajes como Blanca Alerces, Álvaro Giner o el Rey
Alfonso XIII.
“Tengo en mí todos los sueños del
mundo” es una novela muy coral, con multitud de protagonistas (porque aquí no
hay secundarios) que a medida que vas avanzando en su lectura, adoptas como
familiares, te encariñas con ellos o deseas fervientemente que no sea uno de los
escogidos por el autor para perecer en el naufragio. Y en algún caso, venderías
tu alma al diablo para hacer magia y adentrarte en la novela para matar tú
mismo a alguno de ellos. También es una historia de oportunidades, de sueños hechos realidad, de amores posibles que parecían imposibles, de amistad y de lealtad.
Jorge nos confesaba la última vez
que nos visitó en Onda Madrid que cada vez que empieza a documentarse para la
novela que tiene entre manos, termina por toparse con otras igual o más
interesantes que la que está escribiendo. De ahí su querencia a ese período de la historia, que nace un poco por
devoción y el resto por casualidad. Parece que el destino le lleva siempre
hacia esa época, que terminará conociendo tan bien como si él mismo hubiera sido
espectador aventajado de la misma.
Tengo varias primicias que Jorge me
ha contado:
Una, que anda metido en una de
esas novelas que a él le gusta escribir por placer, pero que según él no le
publican. ¿De verdad puede escribir algo este hombre que no le publiquen? Me
cuesta creerlo.
Dos, que después del verano se
pondrá de lleno a aporrear el teclado para ir dando forma a su siguiente novela, localizada en el Norte de
África. Me ha soplado hasta el título. Sí, me encanta. Es precioso y os podéis
morir de envidia todos.
Y tres, que es posible una
segunda parte de Cartas a Palacio.
Escriba lo que escriba, Jorge Díaz se
ha convertido en un indispensable para mí, autor de cabecera por derecho
propio.
O como yo digo, sus libros
siempre estarán entre esos privilegiados que duermen a mi lado en la mesilla de noche y reposan sus letras al compás del latido de mi corazón.
Gracias, Jorge, por hacerme viajar una vez más, en este caso, a bordo de ese barco y seguir siendo superviviente.
Gracias, Jorge, por hacerme viajar una vez más, en este caso, a bordo de ese barco y seguir siendo superviviente.
Reseña de una lectora escritora que relata, explica, analiza con la sencillez de las ideas claras, ajena a la pedantería sobrada de la cercanía con el autor de la obra reseñada. Reseña que invita definitivamente a leer la obra vivida por la reseñadora....
ResponderEliminarPersonal e intransferible. Medida en tiempo, forma y contenido. Muy atractiva para el lector. Clara, sincera, comprensible. Tan esperada, seguro, por el autor. Sin los excesos recalcitrantes que intentan ser mejor escritor que el descrito. Auténtica.
Podría decir tanto más.....
Como todos los que te lean, quiero leerme el libro cuando me lo insinúa así quien queda claro que se lo ha leído.
Y, además, te admiro Susana Cañil