Seguidores

domingo, 23 de abril de 2017

LOS LIBROS, MI FAMILIA Y OTROS ANIMALES

Los libros han formado parte esencial de mi vida desde que era pequeña. Son casi un apéndice más al final de mis brazos. Sin ellos no entendería mi existencia y mi corazón latiría a medio gas.  
Soy la menor de cuatro hermanos, todos mucho mayores que yo. Digamos que llegué al mundo cuando nadie me esperaba. Cuando parecía que las vidas de mis padres y hermanos estaban encauzadas  y en equilibrio, aterricé yo para alterarlo todo y convertir el orden en desorden. La tranquilidad en agitación. El sueño en vigilia. Un caos, un auténtico galimatías. Ellos dicen que un caos inesperado pero maravilloso, aunque a estas alturas de mi vida,  tengo serias dudas al respecto de que así fuera. Porque yo me pregunto,  ¿a qué hermano con 20 años le apetece de repente tener en casa a un bebé llorón y exigente que reclama atención las veinticuatro horas del día? Por no hablar de mi madre, que con casi 45 años volvía a empezar con biberones, pañales y noches en vela.

La diferencia de edad con mis hermanos, todo un abismo generacional, no supuso una brecha en cuanto a los sentimientos se refiere, no así en mi relación con ellos.  ¿Qué podía tener en común, además del siempre sobrevalorado vínculo de la sangre, con una hermana veinte años mayor que yo? Absolutamente nada. Transitábamos por universos tan ajenos, que cuando fui  realmente consciente de ello, los libros habían desbancado a los que tenían que haber sido mis compañeros de juegos en circunstancias normales.

Recuerdo nítidamente que en mi casa había mucha lectura. Temáticas muy variadas y, en ocasiones, libros poco recomendables  para una mente inquieta y exploradora como la mía, pero aún en proceso de desarrollo. Entonces yo era una catasalsas sin criterio definido, situación que el tiempo se ha ocupado de cauterizar con rudeza, por fortuna.  Si bien no es menos cierto, que al vivir en un ambiente tan “adulto” maduré a una velocidad vertiginosa.  No me quedaba otra. Así fui dejando atrás la infancia e ingresé  de lleno en la adolescencia con matrícula de honor y la señorita  lectura como mi íntima amiga, a falta de una de carne y hueso con la que sintonizara de verdad. Los libros me lo contaban todo, no molestaban, no cuestionaban y no mentían. Todo estaba allí. ¿Qué más necesitaba?

Con la llegada de la juventud, ya había dejado muchos cadáveres en la cuneta: las amistades que más o menos soportaba antaño, ya no me satisfacían.  Por no hablar de los hombres. Con dieciocho años yo salía con chicos diez años mayores que yo y ellos todavía seguían trepando por los árboles y bebiendo Fanta. Un horror.  De nuevo, otro precipicio al que enfrentarme. El segundo de muchos por los que he tenido que arrojarme. Todo eso condicionó, moldeó y determinó  mi carácter, mis gustos y mis amistades. Me volví tan exigente seleccionado  tanto personas como libros.

Amores, desamores, tristezas, alegrías, desengaños, encuentros, desencuentros, amistades, pérdidas, noches en vela, anécdotas… todos ellos siempre vinculados a algún libro.  No hay recuerdo importante, episodio relevante o situación crítica o feliz en mi vida que no pueda emparentar a una lectura en ese momento. Igual que otros ligan recuerdos con canciones, yo lo hago con los libros.

Libros que me han marcado o han dejado una huella indeleble en mi persona, que han sufrido mudanzas, que han cambiado de manos, que se han extraviado temporalmente y que, milagrosamente, han retornado a mis manos y  permanecen conmigo. Libros comprados, prestados, alquilados o regalados. Libros que busqué o que ellos me encontraron. Testigos excepcionales  y mudos que se llevarán a la tumba muchos secretos inconfesables, momentos divertidos, amores de película, viajes exóticos, conversaciones sireneras, sexo intemperante, mentiras temerarias, apuestas arriesgadas y todo lo que aún me queda por vivir.

Tus grandes amigos en cualquier soledad. Incluso cuando estás rodeado de gente. Aliados, silentes, insobornables, fieles, palpables, sabios, oportunos…

LOS LIBROS

Texto escrito por Susana Cañil
DReservados






1 comentario:

  1. Libros, fieles como los perricos.

    (Tendré que dejar de beber Fanta :S ;P )

    ResponderEliminar

Puedes dejar aquí tu comentario