El protagonista de esta
historia se llama Santiago, pero bien podría llevar el nombre de cualquiera de
nosotros. Nadie está exento de que nos pueda suceder lo que nos cuenta el autor en su novela “Lo
que ella diga”.
Un título muy acorde con lo
que nos vamos a encontrar nada más zambullirnos en el libro porque ella, la
ELA, es la que gobierna, condiciona, hostiga y, al final, doblega no solo a su
protagonista sino al resto de los personajes principales que en él aparecen; es obvio que aquí no hay secundarios.
La Esclerosis Lateral
Amiotrófica es una enfermedad degenerativa que afecta a las células nerviosas
situadas en la parte lateral de la médula espinal y que son las responsables
del control de movimientos. Cuando estas células, llamadas motoneuronas, disminuyen su funcionamiento, provocan una parálisis muscular progresiva de
pronóstico mortal. La esperanza de vida tras el diagnóstico suele ser de unos
cinco años en los casos en los que la enfermedad se presenta en su versión más
virulenta.
La lectura comienza poniendo
al lector en antecedentes sobre cómo es la vida del protagonista hasta el
momento en el que la enfermedad hace acto de presencia; sus amigos, su familia,
sus estudios, su posición económica, su matrimonio y su trabajo. Y sobre todo,
su pasión por el deporte. Un hombre absolutamente privilegiado en todas las
vertientes de su vida. Tal vez por ello, o a pesar de ello, el impacto sobre el
lector cuando recibe la noticia resulta todavía más demoledor.
Caunedo va incorporando a
los personajes de manera natural, sin exigencias. Y los describe con detalle,
realistas, próximos y bien perfilados, tanto su continente como su contenido.
De esta manera, moldeas una idea tan real
en tu cabeza, que cada vez que irrumpe uno en escena, eres capaz de imaginarlo igual
que un holograma sentado en tu salón. Es como si jugara con el lector y se
adelantara a él con una sola idea: provocar una sensación de cercanía y
familiaridad de tal calado que al final, mientras dura la lectura, tanto la
familia como los amigos de Santiago se convierten en los tuyos por derecho
propio y por sutil, pero eficaz, imposición del autor. Personalmente me gustan
los autores que describen así a sus personajes, que no pasan de puntillas por
ellos y que se centran exclusivamente en la trama. Una historia va zurcida
indefectiblemente a unos personajes. Lo uno no existiría sin lo otro. Pero, por
supuesto, aquí entran en juego mis gustos personales, tanto en mi faceta de
lectora como de escritora.
Y de esta manera nos va
deslizando por la historia con elegancia, sin altibajos ni sobresaltos. Nos
habla de la enfermedad y de sus consecuencias a corto y medio plazo sin omitir
lo importante, pero sin profusión de explicaciones irrelevantes o morbosas que
lo único que hubieran conseguido sería aniquilar
de un plumazo la cualidad de exquisito a un libro que lo es.
El autor pretende emocionar, acercar y concienciar.
Y en su plano más pedagógico, mostrarnos
un poco, la punta del iceberg, de una perversa y devastadora dolencia que jamás
tiene un final feliz. Y lo consigue. Al menos en mi caso, así ha sido. Sabía de
la ELA lo que la inmensa mayoría de la gente cuando no hay un caso que te toque
la fibra de cerca. Así somos los humanos. Lo poco que lees, los casos que son
noticia en la televisión y alguna información periférica de amigos o familiares
que conocen a alguien que atraviesa por
ese drama. Este libro me ha hecho consultar páginas dedicadas a esta
enfermedad, querer saber más sobre ella y ante todo, volver a tomar conciencia
de algo que todos deberíamos tener muy presente cada día que amanece: la salud
es por encima de todo, lo más importante que tenemos en nuestra cuenta corriente
de la vida. Sin ella, todo lo demás ni existe ni tiene valor alguno. Escenas
cotidianas como pasear, sonarse la nariz, leer, llamar al ascensor o comer, se
convierten en abismos insalvables para Santi. ¿No os parece suficiente motivo
para pararse a pensar unos minutos en lo verdaderamente importante?
Y al hilo de esta reflexión,
el autor nos relata como la ELA pone el
mundo de Santi, y el de todos los que le rodean, del derecho y del revés. Boca
arriba y boca abajo. Y la pluma de Caunedo se desliza por las páginas
describiendo con la precisión de un cirujano las etapas de esa maldita enfermedad: la
incertidumbre, la angustia, el miedo, el sufrimiento, la impaciencia, las
transformaciones en el carácter, el deterioro físico y emocional y los inevitables
daños colaterales. Una amalgama de emociones que sacuden tu interior como un
tsunami. Eso sí, el autor ha tenido la inteligencia y la sensibilidad de no
sucumbir a la ñoñería, añadiendo dosis extra de dramatismo ni sentimentalismo
de saldo. De hecho, yo no he derramado ni una sola lágrima. Y no, no es que yo sea fría, indolente o inhumana. Es que ha
conseguido algo más poderoso y turbador. Desde las primeras páginas el texto, en clara confabulación con el autor, te está
pidiendo que atesores todo el aire que puedas, porque es el único del que vas a
disponer durante el tiempo que dure la lectura, que en mi caso fue apenas un
día y medio. Leer sabiendo que te falta el oxígeno y que no vas a contar ni con
respiración artificial de urgencia.
A medida que avanzas en su
lectura has pasado por todo el abanico de estados anímicos posibles, has sido
Santi durante un día y medio, pero también has sido Celia, Laura, Gonzalo,
Joaquín, Aitana…Te has puesto en la piel de todos y cada uno de los personajes
y te has preguntado una y mil veces qué harías tú en su lugar sin llegar, claro
está, a ninguna conclusión solvente.
Cuando llegas al final, que
no por conocerlo desde inicio deja de ser un balazo en el alma cargado de
tristura, recuperas de golpe el aire y el ánimo. Y suspiras. Y en ese suspiro
va una mixtura de sentimientos contradictorios; no deseas que se muera, pero
sabes que morir es el único final. Un
final tan necesario como redentor.
Toda la tragedia que puede
encerrar este libro queda absolutamente compensada con la calidad humana que
reflejan los personajes. Su generosidad, sus principios inamovibles, su
empatía, el amor, la renuncia a su
propia felicidad, la integridad y la entrega incondicional para que el último
trayecto de Santi sea digno y pacífico. Harta de leer y ver comportamientos
atroces en la gente, esta historia es, paradójicamente, un soplo de aire fresco
que me hace recuperar un poquito la fe en el ser humano y que vuelve a ubicar mis prioridades
en su legítimo lugar. Suficientes motivos para recomendar con énfasis su
lectura.
Es el primer libro de Rafael
Caunedo que leo, pero le seguiré la pista muy de cerca.
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