Retorna
estos días, de la mano de Risto Mejide, la inmortal polémica sobre si la
diferencia de edad exagerada que exista entre una pareja puede ser un
inconveniente, incluso un motivo de ruptura, a corto o medio plazo.
Él
tiene 44, ella 21. Si analizo la noticia desde una frialdad siberiana, despojada
de guarnición y ornamentos, sin conocer nada sobre cómo se gestó su historia, tan
solo con los gélidos dígitos que asoman insolentes desde la pantalla del
ordenador pues resulta, al menos, inquietante.
¿Qué
puede aportar una veinteañera a un hombre que se acerca a los 50, aparte de lo
evidente? Creo que poco o nada. Aun en el hipotético caso de que esta chica
fuera el colmo de la madurez, que las hay, no posee, por escaso recorrido
vital, un bagaje emocional, sentimental, sexual ni intelectual como para
entender y afrontar con sabiduría el comportamiento de un hombre de esa edad y
poder salir airosa de todas las vivencias y situaciones que le tocará vivir.
Muchas de las cuales, por cierto, serán primeras veces para ella pero no para
él, con el consiguiente riesgo de
convertirse en un desagradable y continuado
deja vu sin anuncios en el
intermedio para tomar aliento.
Lo
mismo si hablamos de ella. Por lo general este tipo de mujeres busca refugio y
seguridad en un hombre mucho mayor porque lo que desea es más un padre que un
compañero. Al final lo más normal, es que se imponga un rol paternalista que definirá
inevitablemente la relación. Personalmente creo que este tipo de uniones vienen
marcadas por carencias, por conflictos no resueltos tanto en la niñez como en
la adolescencia, tal vez por la falta de una presencia paterna, escasa
autoestima o la búsqueda insistente de una tutela, de un abrigo en el que
sentirse a salvo.
Ahora
bien, si hacemos caso al dicho de que el amor no tiene edad y a las propias
experiencias, entonces el análisis varía radicalmente. Y ahí entra en juego mi
yo más sentimental, más pasional y, tal vez más ingenuo, del que me es
imposible prescindir.
Porque
es cierto que cuando el amor llega arrasa,
arrastra, trastorna, enloquece, desata, libera...Porque el amor de verdad es
loco, irracional, apasionado, irreverente, único, creativo, sorprendente, real
y feliz.
Y cuando llega lo hace igual que un ladrón de guante blanco,
sin avisar, de puntillas y con un claro objetivo; saquearte el corazón. Y estás
perdida porque nada de lo que hagas para evitarlo repelerá el ataque. El mundo
desaparece para dar paso a un universo en el que solo habitan dos personas y
otras cientos de miles que son espectros, sin rostro, sin voz, sin sexo, con los
que en ocasiones no te queda más remedio que relacionarte, pero maldita la
gracia que te hace. Las horas son segundos cuando estás con él pero cuando no,
un minuto se convierte en un lustro. Y echas de menos tanto que crees que vas a
morir. Y en realidad, mueres. Lo haces en cada suspiro, en cada pensamiento, en
cada recuerdo, en cada deseo. Solo piensas en su mirada, en su aroma, en su
manera celestial de pronunciar tu nombre, en esos chistes malos que cuenta y que
te arrancan carcajadas solo porque los cuenta él. En su manera única y peculiar
de hacerte el amor unas veces y otras, de follarte sin piedad. Porque te gusta
del derecho, del revés, triste, enfadado, preocupado, durmiendo o recién
levantado. Y te imaginas con él haciendo la compra, discutiendo por quien baja
la basura o buscando los calcetines desparejados de la colada. Y todo te
apetece en la misma medida. Visitar una exposición o ir a contar hormigas al
campo. Ver una película desde el sofá o discutir porque dice que no sabes poner
las comas al escribir. En realidad todo está ahí, el paisaje nunca cambia, lo
que cambia, y mucho, es nuestra percepción de él. Detectas colores, olores y
sabores nuevos que, por supuesto, no lo son; estaban ahí, parapetados tras el
gris macilento de la rutina, del desuso y el automatismo.
Y un metro que te
alejes de él, te parece un viaje de larga distancia.
Da igual lo que dure; tres semanas, tres años o tres vidas.
Si es de verdad, no se puede confundir con ningún otro sentir. El amor es el
único invitado que aunque no anuncie su visita, siempre es bienvenido. Y no entiende de edades,
de físico, de clases sociales, de finanzas o distancias.
Lo idílico sería que durara toda la vida, pero si no es así, sabrás que todo lo que llegue después serán
sucedáneos con los que, tal vez, no te quedará más remedio que conformarte. Cuando has vivido eso, ya nada vuelve a
ser igual. Lo mismo que ese jersey que te pones en invierno, calentito, con
rotos, descolorido y con varios siglos encima que no cambiarías por otro
ni por todo el oro del mundo, porque ningún otro te va a abrigar el cuerpo y el alma de la misma manera.
Si
tuviera que hacer una quiniela, no les doy ni cuatro años. Ojalá me equivoque y
triunfe el amor. El de verdad, el que tan solo te saluda una vez en la vida.
Texto escrito por Susana Cañil
Derechos Reservados
Yo nunca juzgo en cuestiones amorosas. No creo que haya que pensar que porque la pareja que sea tenga la misma edad, proceda del mismo escalón social o tengan gustos similares la relación funcionará, o viceversa. Ni creo que inmiscuirse en la vida amorosa de nadie sea lo más sensato, ni lo más maduro, ni lo más culto, ni lo más educado. Quizá sea muy ingenuo, pero soy de los que siempre supongo la buena fe en las relaciones ajenas, por muy extraña o diferente que pueda resultar la pareja.
ResponderEliminarSi fuera mi hija la que me dijera que se casa con un hombre 25 años mayor que ella, te aseguro que me inmiscuiría. Sin género de duda. Aunque luego hiciera lo que quisiera, como es lógico.
EliminarMuy cerca de tus comentarios. Muy bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias, mi querido Miguel.
EliminarEn el amor importa la edad... pero como bien dices Susana, el amor llega sin avisar y entonces ya no afecta nada, hasta que empieza a hacerlo... justo en el momento en el que el amor toca a retirada.
ResponderEliminarYo creo, Puy, que el amor no muere. Lo dejamos morir, que es diferente. Un beso con todo mi cariño.
EliminarYo creo que el amor es un "ahora", en este momento. Una chica de 20 años puede obtener cosas de un hombre de 40 "ahora", pero cuando ella tenga 40 y él 60... pues eso, será un "después" en el cual dos personas distintas tendrán ritmos diferentes.
ResponderEliminarPersonalmente, me veo incapaz de enamorarme de alguien tan joven que podría ser mi hija. No tengo cosas en común y, como bien dices, le quedan cosas por vivir que yo ya doy por cerradas. Ni tampoco me enamoraría de alguien mucho mayor que yo. No sé cuál sería la percha de edad, pero veinte años desde luego que no. Es, al menos, una generación y media de distancia.
Es cierto que el amor no te deja pensar, te secuestra la amigdala y te dejas llevar, pero los muros de piedra están ahí y te darás con ellos, y este de la edad lo es, y de piedra muy dura. Creo que es infranqueable, si no ahora, más tarde.
Creo que él busca una juventud que se quedó atrás y ella busca un "padre", también en eso estoy de acuerdo. En todo caso que disfruten el "ahora" de su amor, porque en realidad, haya diferencia de edad o no, ¿quién es capaz de asegurar un "después" con la persona amada? Yo no.
En el amor nada está asegurado y ahí radica su magia, para bien y para mal. Como siempre, muy acertados tus comentarios José. Mil gracias y un abrazo.
EliminarPues yo, la primera vez que supe de esta relación, fue cuando Jesús Calleja se llevó al Mejide a África en “Planeta Calleja”. Aparte de que ese capítulo me pareció tan soporífero como el de Clara Lago, que lo intercambié en el patio del cole por otro cromo en otra cadena hasta que comenzó “Cuarto Milenio”, no dejó de sorprenderme el abismo existente entre él y ella, y que ¡se iban a casar! No hablo de la cuestión de años, sino de aspecto, de fondo. Importando poco la opinión que me merezca Risto Mejide, lo que veía era un padre y una niña; es que ella es una niña, no me jodas, que, como hija de buena cuna que parece que es, se ha casado nada más saber que puede ir a votar a las elecciones, no vaya a ser que se quede para vestir santos en plan heroína soltera de novela de Jane Austen.
ResponderEliminarComo indicas en tu texto, una de las partes va con carencias, pues la novia, a su edad y experiencia, poco puede aportar a una relación con un hombre maduro más allá de… Iba a decir una vulgaridad, pero me la ahorro para foros más apropiados e indigestos.
Lo que más me choca es el hecho de que hayan contraído nupcias. En un mundo como el actual, con un Mejide del brazo, ¿casarse? Y, encima, con 21 años. A esa edad todavía eres como cuando tienes 8 años: quieres ser médico, piloto y bombero, por no decir explorador y carpintero. No tienen ni pajolera idea de a dónde vas ni a dónde se dirige el mundo.
Quizá es que yo sea un carca acelerado, pero es que considero que para considerar a una mujer sentimentalmente comprometible, para que vea estas cosas de la vida en común más allá del noviazgo, ha de tener un mínimo de 30 años. Bueno, si esperamos 10 años más, tenemos a un Mejide jubilado, pero bueno.
Y no, no estoy aquí partiendo lanzas ni escandalizándome, que a mi se me van más los ojos detrás de las mujeres de 35-45 años que tras las jovencitas en shorts y ropitas rescatadas de la década de 1990 que han comenzado a contar los años con un 2 por delante. Que los hay peores (deberías, querida Su, hacernos saber tu opinión acerca de los dardos envenenados dirigidos contra Monsier y Madame Macron, a quienes separan (o acercan) 25 años), pues mira que mi madre le sacaba unos añitos a mi padre y eso no fue nunca impedimento en su relación.
Que la niña tiene algo del complejo de Elektra, diría que sí. Que lo ha hecho para joder a su padre, también (aunque uno se haga el sordo, algo de cotilleo rebasando las puertas en plan caballo de Troya). Yo, de lo que vi en “Planeta Calleja”, no encontré a una chica enamorada de algo real, de un hombre; más bien a la típica groupie que ha cazado a su ídolo; que ha perseguido una fantasía a la que, a buen seguro, le disgustará como la que más cuando el humo se convierta en hormigón. Yo a él le veía bastante tocado por ella, pero…
Si les va bien, pues de puta madre. Si les va mal, a nadie le sorprenderá y de puente a puente, y tiro porque me lleva la corriente.
Un saludo!
Estoy de acuerdo con lo que dices, Javi. Personalmente no creo que esa relación dure mucho y,además, el entorno en el que se mueven no ayuda precisamente. Pero eso será otro capítulo que contaré en otra entrada. Gracias como siempre por tus fabulosas aportaciones, querido amigo. Mil besos.
EliminarPor supuesto que la edad influye en el amor, yo, personalmente, nunca me enamoraría de alguién con mucha menos, o, mucha más edad que yo. Para mí hay un límite claro, no es sólo cuestión de edad, es una cuestión de vivencias y de cuestiones en común que, el amor, por si sólo, no cubre. Es una opinión personal.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, Manuel. Muchas gracias por leer y comentar. Un abrazo.
EliminarTodo tiene edad porque nada permanece.
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