miércoles, 12 de julio de 2017

EVA, SU PORTAL DE CITAS Y LOS QUERUBINES RUBIOS





Mujer, 45 años, atractiva, divorciada sin hijos, profesional liberal pero ser humano sin liberar. ¿Contradictorio? Eso ya lo valorareis vosotros al final de esta entrada que escribo.

Vamos a llamarla Eva, por ejemplo. Más que nada porque ambas nos conocemos y no quiero ofrecer demasiadas pistas. No vaya a ser que me detengan por perfilar un retrato robot de la interfecta tan redondo, que la reconozcáis por la calle.

De carácter cordial pero sin grandes algazaras, ni distante ni cercana, ni empática ni ajena, ni insumisa ni dúctil. Unos pilares, los de su carácter, que parecen hechos a medida para sustentar, acometer y defender la difícil profesión a la que se dedica con éxito. Sin embargo, esos mismos rasgos en su vida personal, son hechuras que no combinan con los deseos de los hombres con los que se relaciona. Hombres cercanos a la cincuentena que arrastran divorcios, hijos, relaciones conflictivas, decepciones, miedos y fantasmas. Hombres que no quieren bises  ni cartas de reclamación. Que no desean pagar más tributos por una relación porque todavía siguen sufragando la hipoteca de todas las anteriores. Hombres que han perdido la ilusión de conquistar a fuego lento. Pero especialmente, hombres que no aspiran a más compromiso que el que te anuda por unas horas de diversión y placer.




Eva lucha cada día, desde hace tres años, contra un inexorable y universal enemigo; el tiempo. Siente que pierde la batalla cada día que pasa. Y le apremian las manillas del reloj y las hormonas. Ambas, con esa insolencia chulesca y retadora de los que se saben vencedores en cualquier tablero. Presiente que el jaque mate está al caer. Y me pregunta con ojos anhelantes si es posible ser madre por primera vez a su edad. Cómo si ella no supiera la respuesta. ¡Claro que lo es! Yo misma soy fruto de una madre que me tuvo con esos años, le contesto. Es la verdad, pero no es menos verdad que cada minuto que pasa es un tiempo infértil y desaprovechado que va generando pérdidas; como esa cuenta bancaria que abriste para no sé qué hace mil años y que por pereza u olvido no cancelas pero que incrementa, sin darte cuenta, los intereses a su favor.

Si yo me encontrara en su situación y deseara ser madre fervientemente, no lo dudaría; me lanzaría a ello en solitario. Y así se lo hago saber. Y Eva, me fustiga con su indignación. ¡De ninguna de las maneras! Ella quiere un marido, una boda, un embarazo y un hijo. Todo previsible y tradicional. Quiere repetir el modelo de sus adorables, aunque anticuados padres, que no conciben que se pueda empezar la casa por el tejado o por el sótano. O simplemente, que no haya casa. Que los tiempos, los esquemas y los patrones de vida y de comportamiento han evolucionado. Y Eva vive ahí, en casa de sus papis. Coaccionada y condicionada. Porque claro, es una mujer adulta, con ideas propias y que gana mucho dinero, pero incapaz de mutilar de una vez por todas el cordón umbilical que conserva con ellos, por temor o por amor. Un cordón que hace tiempo ya que dejó de aportar nutrientes para convertirse en un principio de célula cancerígena.

La mujer que sale cada día a devorarse el mundo con su cerebro privilegiado, es la misma que no sabe utilizarlo para desertar, para soltar lastre, para romper obstáculos…Incapaz de tomar la decisión de ser madre sin un hombre al lado, por el qué dirán de unas mentes encorsetadas que han terminado por aniquilar la suya. Aunque la última y única responsable de no cumplir su sueño, es ella y nadie más.

Hoy, igual que cada día, Eva llega a casa tras una larguísima y dura jornada de trabajo. Enciende el ordenador y revisa todas las peticiones de hombres que han llegado a su correo. Está inscrita en tres páginas punteras de contactos. En ellas aparece con pose de diva, escote de vértigo y mirada libidinosa. Probablemente ni sus más cercanos la identificarían en esa foto que está en la antípodas del estilo que luce a diario; clásico, monjil y hasta con un punto paleto. Irreconocible.

Desde que se inscribió, hace tres años, ha tenido citas reales con una media de 10/12 hombres al año. Le duran un mes o dos. Tres a lo sumo. Es una experta en el arte de la seducción y el sexo y por ahí se dejan atrapar. Pero le pierde la impaciencia  y en cuanto deja entrever que lo suyo es un anillo de oro y querubines rubios correteando por el jardín, los señores salen huyendo para no volver.

Ayer cumplió 46. Y en las redes sociales aparecía una Eva sonriente y radiante dando las gracias a todos los que la felicitaban. Aseverando una y mil veces lo feliz que era, el momento maravilloso que atravesaba y todos los proyectos que tenía en marcha.

Sonreía abiertamente. Ese tipo de sonrisa que lleva implícita una petición urgente de socorro.


Texto propiedad de Susana Cañil
Derechos Reservados




4 comentarios:

  1. Siendo, como soy, versado en pobreza humana propia y ajena, me sorprende el que aún existan mujeres que sigan esperando el príncipe azul y la cigüeña y un corral de perdices dicharacheras que se apuntan como campeonas a ser el plato fuerte del banquete.

    Si en verdad quiere ser madre, nada debería frenarle, aunque, claro, las páginas webs de citas son para lo que son; que a nadie le engañen con que ahí se encuentra el amor de su vida. Los tíos nos apuntamos (yo estuve tres meses en una para comprobar, para dolor de bolsillo, que son una estafa digna para machitos de bragueta apretada) con la sana intención de encontrar amigas y polvos (más lo segundo, seamos justos); puro libertinaje 2.0, si es que en realidad a algunos les funcionan esas webs en las que abundan más las plantas rodadoras que las mujeres de verdad.

    El caso de tu amiga debe ser único. Una mujer de carne y hueso y no un perfil falso.

    Por lo demás, ningún hombre piensa en la actualidad en un casamiento y una familia a cuestas si se lo sueltan, en plan B-52, a las dos semanas de conocer a una mujer. Una cosa es el transcurso natural del reloj, pero otra cosa ya pasarse de rosca.

    Por otro lado, en el fondo, no creo que a sus padres les importara que se hiciera un apaño. Si algo les gusta a nuestros padres cuando ya alcanzan una edad es estar con niños, importándoles poco si son fruto de un matrimonio convencional o de un contacto esporádico pero exitoso con el butanero.

    Suerte y al toro con las piernas, ejem, abiertas y dejémonos de chorradas.

    (Hoy he tenido que volver a tirar del diccionario de la RAE; lo echaba de menos ;P )

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    1. Siempre tan certero en tus comentarios, mi admirado Javier. Un pequeño matiz; no es mi amiga. La verdad es que conozco ya tanta gente que podría escribir entradas para mi blog cada día con las historias que me cuentan. En fin, como siempre mil gracias por leer y por comentar, querido canalla. Un beso.

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  2. Lo que no entiendo es lo de esperar a los 46 para ser madre. O antes no la convencía y ha cambiado de idea o es que había cosas más urgentes y esto se ha ido dejando, lo cual me haría sospechar que tampoco es tan importante. No sé, llámame ingenuo, pero a estas alturas yo veo muchas madres que tienen su profesión, solas o en pareja, diez años más jóvenes que esta señora. Dejarlo durante tanto tiempo y luego verse con esta prisa me parece extraño, pero cada cual conoce su circunstancia.

    En todo caso es un mercado difícil el de los que rondamos esa edad, principalmente porque la mayoría ya tenemos hecho lo que esta mujer quiere empezar ahora. Puede encontrar a alguien para una relación seria, pero para ser padre... otra vez... ya lo veo más complicado. Los bancos de semen son su destino.

    Lo curioso del tema es que conozco a varias mujeres en situación parecida, pero no conozco a ningún hombre.

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    1. Ella lo intentó en su matrimonio pero en el poco tiempo que duró, no llegaron. Opino igual que tú, pero también tiene que haber gente distinta, si no el mundo sería muy aburrido y yo no podría escribir estas cosas. Jajajajaja. Como siempre, muchas gracias por leer y comentar, José. Un abrazo.

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