lunes, 7 de noviembre de 2016

LOS ENIGMAS DE MAMÁ Y UN VESTIDO AMARILLO

LOS ENIGMAS DE MAMÁ Y UN VESTIDO AMARILLO



Estoy en el Teatro Real, sentada en una butaca y en breve dará comienzo la ópera que he elegido para esta ocasión. A mi lado, mamá. En su caso es la primera vez que va a disfrutar de un espectáculo así y la percibo alegre y expectante. Sigue bellísima a sus 82. Su cutis níveo sin una sola mácula, su pelo negro, sus rasgos perfectos, su elegancia natural…Está claro que la que tuvo, retuvo. Ha elegido un vestido precioso que no conozco y lleva un par de joyas muy sencillas pero exquisitas. Mamá nunca ha sido de baratijas ni charoles. Siempre escaso y de calidad, si se podía. Y si no se podía, pues nada. Siempre menos, me repetía hasta el desmayo. Detestaba a esas mujeres que se volcaban encima el joyero y salían a la calle vestidas de árbol navideño o lámpara Chandelier. Odiaba la vulgaridad en todas sus manifestaciones.

De ella he heredado sus rasgos, su carácter indómito y su fortaleza. Y por supuesto, su gusto por vestir bien en forma de lecciones diarias. Asignatura que, por fortuna, siempre atendí con interés y disciplina y que, pasados los años, me fue de inestimable ayuda en la vida, tanto en la profesional como en la personal.





Antes de que nos queramos dar cuenta, la función ha terminado. Aplausos, lágrimas, emoción, gentío…El telón desciende y con él, la tramoya, los artistas y la magia. Las luces se atenúan y la gente va esfumándose, hasta extinguirse por completo. Nos quedamos solas, pero nadie nos invita a marcharnos. Tampoco deseamos hacerlo.

Y ahí, en medio de una absoluta oscuridad y un silencio inquietante, mamá y yo hablamos de todo. Sin aspavientos, sin acritud y sin reservas. Me dice que la vida es una catarata constante de aciertos y desaciertos, de hermosura y fealdad, de trayectos con paisajes áridos, que mudan en un instante con un simple aleteo de pestañas, a otros fértiles y agradables por los que transitar. Que nada es eterno, ni definitivo, ni tan siquiera la verdad, porque la verdad es subjetiva y habita en cada uno de nosotros. Me dice que debo tener paciencia y fe. ¡No fastidies, mami! Lo de la paciencia podría entenderlo a duras penas, pero lo de la fe, mamá si tú eres atea, ¡joder!  Y aquí le ensarto sin piedad dos de mis Cañilismos  para que no vuelva por ahí.

Le he puesto un chip a mi paciencia, por si la pierdo.

La fe. Esa prostituta que debería perder su empleo.

Ignora por completo mis lúcidas frases e interrumpe su discurso para darme una dirección, por si se le olvida, dice. Típico de ella. No entiendo muy bien a qué viene eso, pero me lo apunto en un papel porque todo lo que dice mi madre, tarde o temprano encuentra su sentido y su acomodo en un minúsculo recodo del intrincado universo. No del Universo, de MI universo que es el que a ella le desvela.

Después del inciso con la misteriosa dirección, me regala un último consejo: Hija, nunca te vistas con ropa que no es de tu talla.
Me quedo un poco perpleja con su comentario, pues estamos en una charla seria y trascendental, pero en cuanto continúa  hablando,  ya sé por dónde va.

Si te pones una prenda que te queda pequeña solo porque te gusta, pensarás que con el uso reiterado podrás domarla y te quedará perfecta. Nunca será así. Lo único que conseguirás es que salten las costuras, que te apriete, te incomode y que al final, la deformes y ella, por despecho, altere tu figura y tu ánimo. Terminareis odiándoos mutuamente. Si por el contrario la prenda es demasiado ancha, ésta, jamás encontrará su sitio en tu cuerpo, perdida, insegura e incapaz de satisfacerte cada vez que te reflejes en el espejo. La ropa y las personas deben encajar en ti con naturalidad y sin constreñir, igual que si fueran piezas de un puzle.  Que ambas saquen a relucir lo mejor de ti y tú, lo mejor de ellas. Igual que un traje confeccionado a medida.

Voy a decir algo sobre eso, cuando de repente las luces vuelven a encenderse. El patio de butacas abarrotado aplaudiendo como si no hubiera un mañana. Me miro y para mi sorpresa llevo puesto un espectacular vestido amarillo en seda salvaje que no sé de dónde ha salido, porque yo no he llegado vestida de esa guisa. No doy crédito. Me giro buscando una respuesta pero… ¡mamá ya no está! Ya lo ha vuelto a hacer. Aparece y desaparece a su antojo y voluntad, dejándome enfrascada entre consejos, enigmas e interrogantes, hasta la próxima visita. No importa. La quiero, me quiere y no hay distancia, tiempo ni orfandad entre nosotras.

Salgo al exterior entre la muchedumbre  y me doy cuenta de que además llevo puestas las dos alhajas de mi madre; un anillo y unos pendientes. Mis talismanes.
En la calle es de día y la gente me mira sin recato. No me extraña, soy una figura anacrónica paseando en pleno día vestida de gala. El vestido es precioso, largo hasta los pies, llamativo y yo me encuentro bella, liberada y briosa. Me voy parando en cada escaparate para mirarme, porque sí. Porque me da la gana y porque me lo he ganado. Desprendo tanta luz que hasta el sol me va a denunciar por competencia desleal. Que lo haga. ¡Desplegaré mis alas y planearé hasta él para responder con insolencia!

Ya no importa. Mirada alta y al frente, paso seguro desde mis siempre puntuales diez centímetros con los que hoy podría escalar el K2, mis labios frambuesa y mi melena al viento. Camino en busca de esa dirección que ya me intriga y dejo atrás todo lo que impedía que fuera yo al cien por cien.

Despierto del agradable sueño y me acuerdo de todo, lo cual es rarísimo porque prácticamente nunca me sucede. Son las cuatro de la mañana, pero no puedo permitir que ni un solo detalle de este ensueño se evapore. Desciendo las escaleras con sigilo, enciendo el ordenador y preparo la entrada que hoy leéis en mi blog. Mis dedos vuelan por el teclado a tal velocidad que mis palabras van a necesitar una camisa de fuerza para que no desborden. Ya dormiré mañana o pasado.

Continuará…


9 comentarios:

  1. Preciosérrimo. Muchas gracias por compartirlo con nosotros, canalla.

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  2. Gracias a ti por leer y comentar, mi canalla. Un beso.

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  3. Muy bonito relato,para recordar a una mujer siempre elegante pero sencilla, con apariencia delicada pero fuerte.Siempre inmaculada hasta para estar en la cocina.Siempre recordaré como con cariño nos preparabas tus tostadas en la lumbre y la naranja troceada con azúcar, y como te gustaba una rodajita de piña con un chorrito de Anís. Bella por fuera y por dentro.

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  4. Sueño, realidad, un mundo a lo Philip K. Dick? Un texto muy curioso y que encierra mucho de tu alma

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    1. Una mezcla de sueño y de realidad. Los mensajes que me deja mamá, siempre son certeros. Gracias, Javi. Un beso enorme.

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  5. Es un homenaje más que bonito, es sentido. Sale desde dentro y eso se nota. Me gusta como escribes.

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  6. Me ha encantado Susana. Un beso grande para ti y otro para tu madre, dáselo eb su próxima "visita"

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    1. Jajajajaja. Muchas gracias, Gracia. Se los daré de tu parte. Un abrazo.

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